La violencia era un pecado que pasaba de padres a hijos

Sufrió el abuso de su madre y abuelo, al perdonar sanó su alma y logró reconciliar a su familia

27 de enero de 2017

Sin un padre a su lado y con una madre alcohólica, Mariel creció en un ambiente en el que fue víctima de violencia física y psicológica. Hoy sabe, dice, que siempre Dios estuvo con ella.

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Testigo y víctima de la violencia desde su temprana infancia, con el paso de los años Mariel comenzó ella misma a comportarse de forma violenta, llegando incluso a golpear a su esposo. Nacida en Guadalajara (Jalisco, México) cuenta a revista Presencia que fue abandonada por su padre a los 28 días de nacida quedando sólo a cargo de su madre, quien desde muy joven era alcohólica.

Mariel hoy recuerda que veía el alcoholismo de su madre como algo  normal, así como la violencia en su familia, pues mientras su madre trabajaba, Mariel quedaba a cargo de los abuelos maternos. Era habitual ver a su abuelo golpeando a su abuela. “Toda la vida viví un secreto a voces, pensé que nadie sabía que era alcohólica porque mi madre me tenía prohibido decirlo, me tenía amenazada. Mi abuelo siempre maltrató a mi abuela, mi mamá creció entre golpes, gritos, para mí era normal, pensé que en todas las familias gritaban, manoteaban, porque así crecí”, reitera Mariel.
 
Forzada por su madre, pronto Mariel tomó un lugar que no le correspondía, debiendo ser la proveedora del hogar… “Hubo mucho abuso psicológico, mi mamá me golpeaba, le tenía mucho temor. Tenía que encargarme de que todo estuviera bien en la casa porque si no ella me golpeaba, era muy agresiva, hubo una ocasión que tuve que pedir auxilio porque pensé que se le iba a pasar la mano, cuando ella tomaba, perdía totalmente la noción”, recuerda esta joven mexicana.
 
La soledad que endurece el alma
 
Aunque asistía a la parroquia Mariel sentía que no debía hablar del asunto. También callaba ante otros miembros de la familia, aunque –sin ella saberlo- todos sabían la situación, pero no le ayudaban. “Todo me lo guardaba, delante de los demás hacía como si no pasara nada. Mi mamá no controlaba la bebida y quienes la veían no hacían nada”, afirma.
 
Aunque su madre se casó cuando Mariel tenía 14 años, su padrastro tampoco hizo nada por ayudarle a sanar del alcoholismo. Con la llegada de un nuevo hijo, la madre de Mariel parecía querer cambiar, pero continuó esclavizada. “El marido de mi mamá la justificaba. Él tiene una personalidad muy pasiva y mi mamá es muy dominante. En una ocasión conversamos con ella y se puso muy agresiva, su esposo prefería no pelear”, recuerda  Mariel.
 
Orando a Dios comienza el cambio
 
Fue al conocer a quien hoy es su marido, que Mariel supo que la vida podía ser diferente, que no todas las familias viven entre gritos, golpes, agresiones y que el alcoholismo no forma parte de la vida diaria de las personas. “Cuando conocí a mi esposo yo estaba en una comunidad en Guadalajara y le pedí a Dios por él, que fuera un hombre enamorado de Dios, que le sirviera. Él ya me había ido a pedir con mi mamá y eso la puso muy agresiva porque yo me encargaba de todo. Tras un nuevo pleito pude huir y me vine a Juárez con mi novio”, comparte la entrevistada.
 
Pero pronto el resentimiento y dolor que Mariel guardaba por años explotaron y comenzó a ser agresiva con su futuro esposo… “Esa agresión estaba acumulada y mi esposo la recibió. Fueron momentos muy difíciles y si no fuera por la mano de Dios no hubiéramos podido salir adelante”, agradece Mariel…
 
La gracia de ser sanada
 
A los pocos meses de llegar a Juárez y en medio de la violencia que comenzaba a vivir en su matrimonio, Mariel conoció la Comunidad María Mediadora. Junto a su marido acudieron al Seminario de Sanación y Liberación y así se abrió al Señor empezando el proceso de sanación en su vida. “Me di cuenta que tenía muchas ataduras, vivía ciega, sin saber que estaba tan herida, pensé que perdonaba, pero ahora se la diferencia entre disculpar y perdonar. Antes disculpaba a mi mamá, a las personas que estaban a mi alrededor pero no había perdonado y el Señor me mostró eso… El Señor me reveló en mi corazón que mi mamá había abusado de mí. Ahí empezó realmente la sanación, en ese momento decidí perdonarla reconociendo que ella sufrió daños más graves, el Señor así me lo mostró y como haya sido, la tenía que honrar… Fui entendiendo que tenía que soltar toda esa agresión a la que estuve expuesta. Empecé esa lucha, que fue difícil, porque perdonar es una gracia de Dios, y se lo entregué al Señor. Me sentí libre, incluso sané físicamente”, afirma.
 
Mariel que había sido diagnosticada con fibromialgia y varias otras dolencias, por una gracia extraordinaria del Espíritu Santo, dice, recibió salud una vez que perdonó... “En cuanto perdoné, sané. Sané de hipertiroidismo, piedras en los riñones, ovario poliquistico, fue muchísima sanación física a raíz del perdón”, confirma.
 
La Sanación se comparte
 
Feliz y con una fe a toda prueba al ver lo que estaba ocurriendo en su vida Mariel cuenta que comenzó a orar regularmente por cada miembro de su familia, haciendo actos espirituales de perdón. Y Dios la escuchó... “Si amaba al Señor tenía que perdonar, si quiero llegar a la santidad tenía que perdonar, fue una de las cosas que me motivó”, expresó y agrega que se han reconciliado con su madre… “Ella ha pedido perdón, ha reconocido que me golpeaba, que me gritaba, que me hostigaba, y eso es una sanación del Señor. Para ella ha sido muy fuerte, como madre, haber tenido ese peso en muchos sentidos… El Señor es amor, el todo lo puede, hay veces que uno tiene que tomar la decisión de perdonar para que el Señor haga su obra. No desperdicien esa bendición tan grande que es el perdón. Los invito a que sean valientes y obedientes, tengan los oídos bien abiertos para que el Señor les pueda hablar al corazón, les aseguro que hay salvación”.

 

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