Sacerdotes que combaten el Mal llevando fe y devoción a las calles

08 de diciembre de 2017

Vigilias callejeras por víctimas de homicidios proclaman la paz de Dios desde donde hubo violencia. El amor es más fuerte.

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Lo hicieron grandes santos en la historia de la Iglesia como don Bosco, San Francisco y muchos otros que abrazaron en las periferias la humanidad herida, dando testimonio de Cristo. Hoy continúan miles de sacerdotes por el mundo, anónimos, fieles a Cristo, poniendo la presencia de Dios en todo lugar.
 
Los hay que salen a confesar a quien lo precise, situando un punto para acceder al sacramento de la reconciliación en espacios públicos como plazas y centros comerciales. Otros están presentes  en vigilias por los derechos humanos; también rezan rosarios en los frontis de lugares donde se asesinan seres humanos mediante aborto o eutanasia; realizando obras de caridad con quienes viven en las calles e infinidad de otras presencias de la Iglesia que construyen el Reino de Dios.
 
También hay sacerdotes que –como valientes guerreros espirituales que combaten al demonio- salen a llevar fe y devoción a lugares donde han ocurrido hechos de violencia, ya como atentados a la dignidad y vida humana o incluso sacrilegios…
 
El explorador de locaciones para filmaciones Edward French fue despojado de su cámara y de su vida al amanecer del 16 de julio mientras fotografiaba la salida del sol desde el popular mirador Twin Peaks en San Francisco. Su obituario decía que tenía “un buen ojo para capturar la belleza obvia y oculta” de la ciudad donde nació y creció.

Diez días más tarde, un modesto sacerdote pisaba la tierra roja donde French exhaló su último aliento e inclinó su cabeza en el legendario mirador. “Nos unimos en este lugar, en este momento de dolor, reconociendo el acto violento contra nuestro hermano Ed French”, dijo el padre Piers Lahey a unas 30 personas que se unieron a él en oración. Nadie conocía a la víctima de 71 años, pero todos vinieron a dar testimonio.

“Cuando a alguien le quitan la vida, especialmente por la violencia armada… todos sentimos ese dolor”, dijo el padre Lahey al portal Catholic San Francisco y agregó: “Cualquier acto violento contra alguien es un acto violento contra todos nosotros”.

French es una de las más de 200 víctimas de homicidio que han sido conmemoradas durante los últimos cinco años en vigilias públicas organizadas por la Pastoral de Justicia Restaurativa de la Arquidiócesis de San Francisco. El coordinador del Ministerio Julio Escobar inició las vigilias en el 2012 en “respuesta cristiana” a un crimen violento. Las vigilias buscan proclamar el lugar donde ha ocurrido una muerte violenta, como un “lugar de paz, un lugar de vida”, dice Escobar.
 
En 2016, hubo 61 personas asesinadas entre los tres condados Marín, San Mateo y San Francisco, recuerda Escobar. Los servicios ofrecen oración por las víctimas y las familias y seres queridos que dejan atrás. Una iniciativa pastoral novedosa que muchos obispos están animando en sus diócesis.
 
Al principio, los párrocos de las iglesias cercanas a la escena del crimen eran invitados a oficiar las vigilias callejeras, y todavía lo hacen a veces. En el 2015, el propio Arzobispo Salvatore J. Cordileone encabezó una vigilia.
 
Sin embargo, durante los últimos años, ha sido el padre Lahey, párroco de la iglesia St. Andrew en Daly City, quien cruza la ciudad seis veces por mes con Escobar orando por las víctimas. “Como sacerdote solo pensé que esto es una forma como la iglesia puede ayudar”, comenta el padre Lahey. “No vamos a pasar por alto esta violencia. El poder del amor de Dios va a vencer estas cosas, pero hay que dar la lucha", agregó.

El 10 de octubre, oró frente a dos altares separados por pocos pies. Primero por Susana Robles, de 20 años, a quien su novio le disparó y después por Angel Raygoza, quien luego se pegó un tiro.

“Este no es el Jardín del Edén, lo sabemos”, inició diciendo en sus ruegos el sacerdote… “Sabemos que hay sufrimiento, pero estamos orando para que se restablezca la paz. La muerte no tiene la última palabra” prosiguió diciendo luego, en una ceremonia donde con sencillez invocó la presencia liberadora y sanadora del Espíritu Santo, como la protección mediadora de la Santísima Virgen María, mientras asperjaba el  agua bendita… “Ven, Espíritu Santo, y redime este espacio y a la gente del dolor y muerte que ocurrió aquí. Devuélvelo como un lugar seguro, un lugar de amor, un lugar de vida, un lugar de esperanza”.

 

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