En su noche oscura, colapsada por las crisis de pánico, Pauline conoció el amor de Dios Padre

31 de marzo de 2020

"Tengo incluso la certeza de que es a través de esta debilidad, es a través de esta herida, esta herida abierta de angustia, que Cristo ha venido a unirse a mí".

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En el video que puedes activar al final del texto, la joven francesa Pauline comienza su relato mencionando haber nacido en una familia católica, disfrutando desde niña el rezar y cultivar una relación personal con Jesús. Pero que esta realidad cambió, cuando en séptimo grado se mudaron a un pueblo cerca de París.
 
Sin referirse a las posibles causas de ese cambio, solo menciona que para ella la religión comenzó a ser algo que practicaba solo para encajar en un molde. “Finalmente creer en Dios ya no era una fuente de alegría, sino algo para integrarse y ser parte de una comunidad”, puntualiza.
 
Interpretaba un papel
 
Al mismo tiempo, dice Pauline, comenzó a sufrir por una transformación anímica, que se manifestaba en una profunda inquietud psicoemocional. Esta sensación se fue tornando habitual, hasta el punto de sentir -dice- que interpretaba un papel de alguien que no era ella misma.
 
“Esta alteración se acentuó mucho, hasta que en la secundaria empecé a tener fuertes ataques de pánico. Estaba en una profunda soledad porque no se lo decía a mis padres, pues sentía que aún no encajaba con quien debía ser. Finalmente, durante las vacaciones de Navidad las crisis se intensificaron, así es que hablé con mis padres sobre ello. Empecé a consultar, recibí recetas, medicamentos y aún así no mejoraba. En abril tuve que ser ingresada en un hospital psiquiátrico porque las crisis habían aumentado mucho y estaba fuera de control”.
 
Sentí la mano de Dios Padre que vino a recogerme
 
Esta hospitalización la recuerda Pauline como un gran shock porque fue como si esa burbuja en la que sentía estaba encerrada, esa burbuja católica… “explotó completamente y me encontré frente a jóvenes que eran tan diferentes a mí y que no creían en Dios en absoluto; encontré anoréxicos y jóvenes que tenían muchas adicciones. Era realmente un mundo diferente”.
 
Pero sería precisamente en esta noche oscura, cuando más sola creía encontrarse, que tendría una experiencia de Dios como jamás la imaginó. De hecho, este crucial momento le ocurrió durante una evaluación ante el psiquiatra en la cual tuvo un nuevo ataque de pánico. “Fue un profundo momento de conversión. Al principio estaba bastante estresada, pero, mientras experimentaba la angustia, sentí como si la mano de Dios viniera a tomarme cuando sentía que me caía sin remedio. Allí sentí la mano de Dios Padre, que venía a recogerme; era una gran certeza, sentí la presencia de Dios”.
 
Cristo unido a mí
 
Hoy, mirando en retrospectiva aquella hospitalización, aunque fue muy dura en ese momento, la valora pues “fue un punto de inflexión en mi vida, en mi relación con Cristo; porque Cristo se convirtió en alguien para mí”, señala Pauline.
 
Regresaron -añade esta joven- las alegrías de su fe, como cuando era una niña. Y aunque ha continuado teniendo algunas crisis de ansiedad, gracias a esta fe viva, no la inmovilizan. “Las vivo de manera diferente porque siento la presencia de Dios que está ahí y su mano me tranquiliza. Y de hecho tengo incluso la certeza de que es a través de esta debilidad, es a través de esta herida, esta herida abierta de angustia que Cristo ha venido a unirse a mí, que Él vino, que entró para realmente venir a mi encuentro. Cristo para mí es lo que más desea mi corazón, es para lo que estoy hecha, es a lo que tiendo, es el camino y la meta de mi vida”.
 
 




 

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