Agradecida de Dios

Simona Atzori, bailarina nacida sin brazos proclama: "Mi vida es una verdadera obra de arte"

21 de noviembre de 2014

Su profunda fe y esperanza le han permitido transformar en vida y arte los estereotipos y limitaciones que otros imponían. Da gracias a Dios "no por la vida en general, sino por haberme diseñado exactamente así".

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Hace cuarenta años en la sala de partos de un hospital en Milán (Italia), Tonina se preparaba para recibir en sus brazos a la pequeña Simona. Sus dos embarazos anteriores habían terminado en abortos espontáneos. Por eso estaba expectante y con ansias. Todo parecía que iba bien en los primeros momentos después del parto… Sin embargo, a los pocos minutos le comunicaron que su hija no tenía brazos. Al principio hubo desconcierto en el corazón de aquella madre, pero luego recuperó nuevamente la esperanza; la misma que buscaría insuflar a su hija, Simona Atzori, quien con el tiempo sería una testigo de la fuerza y el poder de la fe.
 
Tuvo que aprender a hacer todo con los pies: tomar los cubiertos para comer, coger flores, saludar o peinarse. Cuatro años después, la pequeña Simona ya pintaba con la boca y su talento permitiría que en 1983 le otorgaran una beca de la Asociación Pintores con Boca y Pie.
 
Danza y pintura como don
 
Pero Simona cultivaba además una segunda pasión… la danza. En el escenario ella era una artista polivalente, mostrando una rica versatilidad desde lo pictórico y la danza. Pero su camino no ha sido nada fácil según narra al periódico Corriere della Sera, destacando que fue durante sus estudios, al cumplir diez años, cuando se presentaron las primeras dificultades. “El reglamento de la escuela (de danza) contemplaba exámenes sobre el uso de los brazos. Yo era la excepción a la regla. Mi madre escribió entonces a la central en Londres, cuya presidenta honoraria era la reina Isabel II de Inglaterra. La oficina de la reina respondió diciendo que podía continuar, pero haciendo sólo exámenes orales. Preferí explorar otros caminos”.
 
En 1996 comenzó estudios de artes visuales en la Universidad de Western (Ontario, Canadá), graduándose con honores en 2001. Paralelamente, la habían invitado a ser embajadora de la danza en el Jubileo del año 2000 y desde aquella época no se ha detenido. Luego vendría en 2006 su participación en la apertura de los Juegos Paralímpicos de Invierno en Turín. En cada una de sus intervenciones, explica, ha podido nutrir más su fe y así lo afirma:
 
"Dios es un pintor perfecto. Y si me ha pintado así es porque ha querido… a mí no me ha faltado nada. Quisiera decirle a la gente que no se rindan ante las primeras dificultades porque, si te falta algo, lo mismo puedes ser feliz. En la vida hay que mirar lo que se tiene y no aquello de lo que se carece. A todos nos falta algo. Puedes tener pies y manos, pero más doloroso es tener un profundo vacío interior que te convierte en un discapacitado de la vida. Lo importante no es lo que se tiene sino aquello que se es''.
 
“¿Qué esperas para ser feliz?”
 
“Doy gracias al Señor no por la vida en general, sino por haberme diseñado exactamente así. Mi acción de gracias cotidiana es intentar hacer de mi vida una obra de arte, como Él ha querido que fuera”, escribió Simona en 2011 en su autobiografía, agregando una desafiante arenga: “¿Qué esperas para ser feliz?”.
 
Al finalizar 2012 falleció su madre y Simona escribió unas sentidas líneas al periódico Corriere della Sera, valorando el significado que ella tuvo en su vida.
 
El 24 de diciembre (de 2012), mi mamá terminó su viaje en esta vida. Cuando las personas dejan la tierra en la víspera de Navidad se dice que están acompañando a la Virgen en el nacimiento de su hijo. La idea de que ella no ha dejado de ser madre me dio una sensación de serenidad que ella también hubiera deseado. Pero no es suficiente, el dolor que sientes cuando pierdes tu mamá es algo que no se puede explicar o imaginar antes. Ahora tengo dos brazos. Ella me abrazó fuertemente en sus brazos en el día en que vine al mundo y me sostuvo hasta el último suspiro. La sensación de soledad que me invade es inmensa, a veces incluso físicamente doloroso”.
 
Esta artista que plasma su historia de superación con danza y pintura, reivindica el valor de una estética espiritual de la gratitud… “A menudo no nos damos cuenta de lo que tenemos, desde la naturaleza a una sonrisa. Hay que volver a los valores auténticos, a la esencia. Yo lo hago a través de la danza, la pintura, los encuentros, la escritura. Para mí, bailar puede ser una forma de orar y dar gracias a Dios. El Señor me ha diseñado así; no me pregunto por qué no me ha dado brazos, sino que soy feliz por todo lo que me ha dado”.
 
Disfruta el arte de Simona Atzori





 

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