Perseveró por una nueva vida

Rockero Ben Weasel, icono musical del punk, testimonia sus razones para abrazar la fe católica

05 de diciembre de 2014

La aparente agresividad de sus presentaciones era una crítica irónica a la sociedad y reacción a su propio vacío interior. Pero la esperanza trajo nueva vida.

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Benjamin Foster, conocido en el mundo del arte como Ben Weasel es el líder de la histórica banda punk de Chicago... “Screeching Weasel”, nacida en 1986. 
 
Ben  es considerado en el ambiente de la industria del rock un icono punk no sólo por su música, sino también por sus particulares y poco convencionales puestas en escena que han inspirado a muchas generaciones de fans apasionados al rock.

Casado y padre de tres hijos (sólo eso es hoy en su medio profundamente contracultural) ha dado pruebas de ser alguien distinto, también por su trayectoria espiritual.

Sus padres eran de origen católico, pero de niño él apenas recibió la formación católica. Su interés por lo espiritual lo hizo por años un budista convencido. Hace poco se re-encontró con el catolicismo y lo abrazó sin dudarlo. Con sus propias palabras manifiesta las razones:
 
 
 
Busco agradecer a Dios por la belleza en mi vida y, cuando me siento un poco más devoto, también por lo desagradable. Pero sobre todo le doy gracias a Dios por la gracia de mantenerme en la esperanza.
 
Si lo que Dios quiere de nosotros es amor, entonces sobre todo espera que perseveremos. Al final el único pecado es rendirse.

Pienso en Catalina de Siena, quien hubo de soportar las presiones de su familia. Querían que fuere como las otras muchachas y se casara. Creían que era como las demás y que podría dejar su religiosidad y devoción... 
 
Como Cristo ella obedeció a sus padres pero, también como Cristo, perseveró con terca determinación, cuestión poco común entonces y ahora.

Esto me hace pensar en los católicos quejándose porque la Iglesia no evoluciona con los tiempos, y presionan por cambios.
 
Estas peticiones siempre involucran dos afirmaciones: primero, que el cambio (en realidad, el deseo de doblegarse a las tendencias culturales del momento) traería nuevos fieles atrayendo también de nuevo a los católicos no practicantes; segundo, que la ausencia de cambio tendrá como resultado la muerte de la Iglesia.

La primera idea es claramente falsa. No consigo pensar en ninguna institución religiosa que haya conseguido ampliar sus adeptos reemplazando los preceptos con un montón de distracciones.
 
En lo que respecta a la segunda, si ha sobrevivido dos mil años resistiendo los modos del mundo, parece improbable que el rechazo a la ordenación de mujeres como sacerdotes o al matrimonio homosexual signifique un fin de la Iglesia católica.

En realidad, es precisamente gracias a que la Iglesia mantiene su identidad, a pesar de la fuerte oposición, que nosotros, patéticos y humildes pecadores, podemos experimentar lo real y verdadero que ella nos ofrece; que nos podemos arrodillar delante del Santísimo y, llorando lágrimas de arrepentimiento suplicar y recibir con alegría la piedad del Señor.
 
El compromiso permanente de la Iglesia para cumplir la voluntad de Dios habla a los pobres, a los solitarios y los desesperados, con más fuerza y claridad de lo que nunca podrán hacer quienes protestan por su negativa a doblegarse ante instancias culturales de la modernidad. Es esta perseverancia de la Iglesia al proclamar la verdad lo que atrae a quien busca. De hecho así fue para mí.
 
En alguna forma, mi vida ha sido difícil en algunos momentos debido especialmente a la ansiedad y la depresión. Pero desde que recuerdo, aunque me haya quejado mucho, aunque haya sido difícil para mí reconocer el bien en mí mismo y en los otros, aunque a menudo  haya rechazado lo razonable y sensato eligiendo lo que me arrastraba hacia abajo, no ha habido ni un sólo momento en el que haya perdido del todo la esperanza.

También cuando he tocado fondo, siempre he tenido la sensación de que había algo mejor en mi camino, una especie de gran optimismo forzándome a mirar a lo verdaderamente importante antes que a mis propios problemas. Recibir esta gracia es un don de vida que no puedo describir con palabras, especialmente luego de conocer muchas personas que se riendieron en la desesperación.

Agradezco por ello el don de la esperanza que está presente en todo, pues sé que lo he recibido sin merecerlo. Puedo tener una esposa bellísima y atenta , tres hijos maravillosos, una casa donde crecen y un trabajo para mantenerlos, sólo porque Dios me ha dado esta esperanza en los momentos de angustia y debilidad.
 
Y doy gracias por la Iglesia de Cristo, luz que ilumina el camino en la oscuridad, que sigue guiando a todos nosotros los pecadores que buscamos perdón y que, como David, en su cuerpo y alma anhelan y tienen sed del Señor.
 

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