El "Sí" que salvó a una víctima de pedofilia

24 de marzo de 2017

En su infancia, durante ocho años, Dorothée fue abusada sexualmente por un familiar cercano. Tras años de olvido, forzado por el trauma, de forma inesperada recordó lo ocurrido.

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"Desde que cumplí  6 años de edad hasta mis 13 años fui abusada sexualmente por un miembro de mi familia. Era algo tan horrible que mi cerebro me hizo olvidar lo que ocurrió por más de dos décadas”.
 
Esta confidencia brutal de la francesa Dorothée… que aquí presenta Portaluz, la registró en un video (ver al final) para dar voz al silencio de miles de niñas, niños, jóvenes y también adultos, víctimas de la violencia, del mal, que desborda en algunas personas.  
 
Imponer el silencio para la dominación es la perversa sentencia que prolonga el trauma, la tortura de una realidad que deja a las víctimas en una cruz insoportable. ¿Quién podrá sanar, liberar, resucitar sus almas para la vida en paz?
 
El trauma, el miedo, el silencio

Dorothée recuerda que durante aquellos años de forzado olvido, inoculado en su mente por el abusador, intentó autodestruirse de diversas formas: usó la auto-mutilación, padeció anorexia, bulimia, entre otras reacciones. Cree que esto sucedía, reflexiona, porque… “Yo quería que los hombres me olvidaran, no me considerasen y, sobre todo, que no me quisieran”.
 
El año 2007, llegó a estar tan mal que un día ya no pudo siquiera levantarse para ir a trabajar. Lo recuerda pues fue la primera vez que sacó la voz y protestó a Dios. “Le dije: «¡Me abandonaste! Estoy muy mal, ¡y tú no estás ahí!»”.

La verdad que trae liberación

Tras este momento de catarsis, Dorothée dice haber tenido la certeza de que algo había por descubrir en su historia de vida y decidió visitar un par de profesionales de la salud mental, segura de que podrían ayudarla. A medida que fue sintiéndose escuchada, apoyada cuenta que… “pude poner palabras a los recuerdos que venían con una intensidad increíble. El dolor, la rabia eran una carga difícil de soportar, estaba completamente angustiada a punto de romperme por dentro y de nuevo me volví a Dios diciéndole: «¿Y ahora qué hago con todo esto?»”.
 
Dorothée esperaba una respuesta clara, pero Dios parecía esconderle su rostro. Entonces, aunque no le resultara sencillo -cuenta- decidió terminar su relación con Dios. Dándose fuerzas se decía a sí misma que en definitiva Él ni siquiera la escuchaba, pues no respondía. “Ya no esperaría nada de Él”, fue su decisión.

Justicia y reparación, el desafío

Un par de días después una amiga le pidió que por favor le acompañase a una peregrinación. No le pareció muy atractiva la idea y menos porque acaba de decidir romper con Dios, pero era su amiga y tampoco tenía nada mejor que hacer ese fin de semana, así es que aceptó.
 
Anduvo algo ausente, aburrida incluso, pues nada estaba siendo muy significativo para ella en esta actividad religiosa… hasta que escuchó en medio de una liturgia de la palabra la voz de alguien leyendo el Evangelio. “Sentí como si estuviera dirigida personalmente a mí… «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen». …Desde que comprendí lo que había padecido en mi infancia, había intentado muchas cosas para salir adelante. Pero nada había logrado aliviarme, liberarme, sacarme de este verdadero caos interior. Al oír esta palabra me dije: «Esto es probablemente lo último que puedo intentar hacer». Quería vivir, poner en práctica esta palabra, pero era absolutamente incapaz de hacerlo sola”.
 
Ella sabía quién podía ayudarle en este proceso de ‘volver a vivir’. Así es que decidió desandar sus decisiones y comenzó a orar al poco de finalizar aquella lectura. «Está bien, lo acepto, ¡pero es imprescindible que tú me ayudes!», fue la flecha hecha verbo que desde su alma disparó al cielo Dorothée.

El Sí que salvó a Dorothée

"A partir de este pequeño sí que pude dar, Dios se manifestó tan cercano a mí que podía hablarle como se hace con un amigo. Podía confiarle mis preocupaciones, mis frustraciones, pero también las alegrías. Siempre respondió a su manera, sin hacer ruido. En un millar de pequeñas circunstancias, me fue mostrando el amor que tiene por mí y que yo fui creada para la vida, para el amor. Que este amor siempre puedo vivirlo en mi corazón. Yo, que pensaba había perdido definitivamente mis emociones y mi alegría de vivir, las reencontré poco a poco en este camino con Dios. Las heridas que yo creía eran imposibles de sanar, misteriosamente Dios las usó para llevarme más cerca de Él y de su amor”.

Al finalizar, la conclusión que nos comparte Dorothée propone que para reparar, sanar y restaurar la paz es necesario que salga a luz la verdad, que exista justicia, pero también que ocurra el perdón.  Todo ello se hace realidad, puntualiza, invocando al Espíritu Santo para que Dios derrame sus gracias necesarias.



 
 

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