Él era un musulmán radical y no entendía cómo ese cristiano a quien estaba por matar le decía: "Jesús te ama"

08 de septiembre de 2017

Se sintió inquieto, no sabía qué le sucedía, pero lo cierto es que estaba experimentando una inexplicable transformación…

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El pasado 6 de agosto, Día de Oración por los Cristianos Perseguidos en Brasil, Moussa Diabate fue invitado por Ayuda a la Iglesia que Sufre, a dar testimonio al pie del Cristo Redentor.

Moussa habló de las marcas que dejó en su alma la intolerancia religiosa; pero también describió la esperanza que nace cuando el hombre -al igual que Saulo en el Nuevo Testamento- responde al llamado de Dios y se convierte, para recibir su gracia y ser su discípulo… como san Pablo.
 
Gracias a la ayuda de Cáritas muchas mujeres y hombres encuentran refugio en Brasil, aunque al llegar la mayoría no entiende el idioma. Es entonces que interviene Moussa Diabate, voluntario que habla 17 lenguas, incluidos algunos dialectos africanos. Pero no siempre Moussa estuvo dispuesto a servir a Cristo; es más, antes estaba creía que perseguir y matar cristianos ayudaría a salvar su alma.
 
A comienzos de la década de los noventa, cuando Moussa tenía 16 años, su nombre era Mohammed. Era el primogénito de 19 hermanos y pertenecía al pueblo nómada de los Tuareg, con quienes vivía en Mali, desierto del Sáhara. Su familia era musulmana suní y muy radical. Mohammed estudiaba en Bamako, la capital, cuando se enteró que un compañero suyo se había convertido al Cristianismo.
 
Esa conversión inició cuando al contraer tuberculosis el compañero de Mohammed fue abandonado por su familia en el desierto. Allí, unas religiosas católicas, servidoras en el ámbito de la salud, lo encontraron y cuidaron. Cuando aquél joven -musulmán radical como Mohammed-, supo que todos los cuidados recibidos eran gratuitos quedó impactado al punto de querer servir al mismo Dios de las religiosas. Así inició su conversión.
 
Matarlo para salvar su alma

Cuando supo de la conversión de su compañero, Mohammed también quiso ayudarlo. Pero, desde su punto de vista la única forma de hacerlo era matándolo. “Como se convirtió, tenía que matarlo para poder salvar su alma, y así también salvaría la mía; hasta su familia quería verlo muerto debido a su conversión. Por tanto, fui al hospital en el que estaba, y cuando llegué, él me dijo: «Sé por qué vienes, pero antes permíteme que te diga una cosa… Jesús te ama»”.

Aquellas palabras conmovieron tanto a Mohammed que, a pesar de ir armado, no tuvo el coraje de disparar. Se fue y durante un buen tiempo no cesó de pensar en aquellas tres palabras: Jesús te ama.
 
Se sintió inquieto, no sabía qué le sucedía, pero lo cierto es que estaba experimentando una inexplicable transformación y comprendió que también él quería ser cristiano. Pensó que su familia lo entendería, por lo que habló con su tío, con quien vivía cuando estaba en la capital. Este consideró que lo mejor era que Mohammed partiera y se reuniera con toda su familia en el desierto. Lo que no sabía Mohammed era que,  tan pronto él emprendió viaje, su tío envió un mensajero para informar a su familia sobre la conversación que habían tenido.
 
El que era perseguidor ahora es perseguido
 
Era martes cuando Mohammed alcanzó la caravana de su familia. Los familiares le preguntaron si realmente se había convertido al Cristianismo, y cuando él -sincero- respondió afirmativamente, lo apresaron, lo desnudaron, le dieron latigazos y lo arrastraron por el poblado. Aún lleva las marcas de esos latigazos. Apenas se había convertido, ni siquiera estaba bautizado y afrontaba la primera prueba de fe, uniendo su dolor al de Cristo mientras era torturado por aquellos a quienes amaba.
 
Mohammed se quedó atado a un tronco y su familia le dio de plazo hasta el viernes para volver a convertirse al Islam, si no quería que lo mataran. En la noche del jueves al viernes, un pariente se acercó y le liberó sin que nadie se diera cuenta. Fue la última persona de su familia a quien vio antes de recoger su ropa y huir a la capital. Una vez allí se dirigió a su colegio y durmió en los bancos del complejo.
 
Tras permanecer algunos días en el colegio, lo buscaron con una carta de convocatoria de la Embajada suiza, pero él, asustado, se negó a ir. A los dos días, nuevamente la embajada suiza lo buscó y esta vez enviaron a un motorista que lo llamó diciendo: “Tu tío te quiere matar, necesitas asilo religioso”. Hasta hoy, no sabe a ciencia cierta cómo supieron de su historia; tal vez su tío ya había ido al colegio jurando que lo mataría. Finalmente lo atribuyó al Espíritu Santo, que ya lo estaba guiando y protegiendo.
 
Nueva vida en Cristo
 
Cuando llegó al Consulado suizo en Bamako, le dieron un nuevo nombre y una nueva fecha de nacimiento. A partir de entonces dejó de llamarse Mohammed y para todos los efectos es Moussa Diabate -que según el mismo narra significa mensajero de paz/reconciliación-, nacido el 1 de enero en lugar del 15 de julio. En aquella época, Moussa supo de la existencia de Ayuda a la Iglesia que Sufre por la literatura religiosa en francés que la Fundación había puesto a disposición del Consulado en Mali, material apoyado por proyectos de ACN.
 
Moussa fue enviado a Suiza, pero a sus benefactores –aquellos que lo ayudaron durante todo el tiempo– nunca llegó a conocerlos, pues eran personas que ayudaban a refugiados desde el anonimato. Allí se bautizó, se graduó en Pedagogía y luego quiso regresar a Mali para trabajar para su gente, pero, lógicamente, en una región muy alejada de su familia, cerca de Mauritania. Así comenzó a trabajar de profesor y también intentó volver a contactar su familia por medio de una tradición de su pueblo, consistente en enviar íntegro el primer salario a su madre como forma de gratitud por haberlo criado. Envió el dinero por correo y también por correo recibió la respuesta de su madre, que le decía que lo prefería muerto a verlo como cristiano. Le devolvían el dinero del salario. Fue entonces que comenzó a destinar su salario a la ayuda de niños necesitados.
 
En 2012, con el avance de los islamistas radicales en Mali, muchas embajadas abandonaron el país. Moussa también se fue a Senegal y de Senegal a Brasil, donde empezó a trabajar como voluntario de Cáritas en la recepción de los refugiados que llegan al país.
 
Moussa fundó una ONG que también acoge a refugiados y a los que la organización ayuda traduciendo, enseñado portugués, procurando cursos de formación, alimentos, etc. “Tenemos que formar a los refugiados para que cuando haya paz en sus países puedan regresar formados para reconstruir sus vidas”.
 
Moussa es católico, pero admite que, tras su conversión, le pareció un poco extraño que dentro del Cristianismo hubiera tantas divisiones. “Somos perseguidos por ser cristianos, no por ser católicos o evangélicos. En la ONG también ayudamos a musulmanes, porque para mí es como si estuviese cuidando a mis propios padres. Mi amor por las personas es mayor que las diferencias”.
 
 

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