"No me queda nada y estoy feliz, libre"

Amenazaron cortarle la cabeza, pero no renegó de su fe y hoy invita a los verdugos al diálogo

30 de diciembre de 2016

"El dialogo es el único camino hacia la paz", dice el sacerdote Jacques Mourad. A pesar del dramático secuestro que soportó -más de cuatro meses en manos de Daesh- este monje sirio cree que se pueden "construir puentes".

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Para descubrir la belleza transformadora de este testimonio, hay que intentar imaginarse lo que ha sido su trayecto… ponerse en la piel de este monje cristiano, viviendo en Siria, devastados tras cinco años de guerra y que fue secuestrado por Daesh, el grupo terrorista más sangriento de este tiempo, enemigo feroz de los "nazarenos" (cristianos).

Imagínese que usted ha recibido por varios días la siguiente propuesta, que en realidad es una amenaza: “Reniega de tu fe cristiana y conviértete al Islam o muere por decapitación…”

Además, en algún momento, allí en el baño sin ventanas donde el monje de esta historia estaba encerrado, apareció uno de los líderes de ese grupo de asesinos, como augurando el espanto que caería sobre él. Sin embargo, al final, sorprendentemente -tal vez sería más correcto decir, milagrosamente- logró salir con vida, sin un rasguño.

Estremece el alma escuchar  a Padre Jacques Mourad narrando los cuatro meses y veinte días de su secuestro en 2015. En su reciente paso por Milán (Italia), revista Credere tuvo la oportunidad de entrevistarlo y registrar este testimonio que Portaluz presenta aquí en español.
 

A pesar de la amenaza de muerte, usted se resistió a renegar de Jesús. ¿Nunca vaciló en su fe?
"Absolutamente sí…, en la primera semana después del secuestro. No entendía para nada lo que sucedía. Estaba herido anímicamente, asustado, preocupado. Me preguntaba qué cosa quería el Señor de mí. Tras el secuestro del padre Paolo, enfrentaba el mío: precisamente nosotros dos, que habíamos fundado la comunidad de Mar Musa. Pensé en mis hermanos del monasterio, cómo enfrentarían su futuro. Pero en particular me atormentaba un pensamiento: "¿Cómo es posible?", me dije, "nos hemos consagrado al diálogo con el Islam, ¿y ahora son precisamente, nuestros hermanos musulmanes, quienes van a matarnos?". Luego, en el octavo día sucedió algo que todavía no puedo explicarme. En la pequeña habitación en la que me encarcelaron entró el Wali (n. del e.: gobernador) de Raqqa,  la "capital" en Siria de Daesh. Empezó a hablar en un tono suave, cuando antes había recibido de mis captores sólo amenazas de muerte. Hablamos en voz baja de la política y también de nuestras respectivas creencias, lo cual es normalmente impensable cuando se está frente a un jihadista. Entonces, antes de irse, me dijo una cosa que marcó el resto de mi cautiverio: "Padre, considere esto como un tiempo de retiro espiritual." Y eso es justo lo que hice.

¿Entonces desde ese momento, ya no sintió temor de morir?
En realidad pensé que me matarían. Objetivamente no veía otra posibilidad: que un día alguien vendría a cortarme la cabeza. Pero el miedo dio paso a una gran paz. Rezaba mucho, sobre todo el rosario, esperando ese momento con aceptación y hasta con alegría, porque pensaba: «No soy el primero ni seré el último. Soy sólo una de las miles y miles de víctimas en esta guerra, entonces es justo que esté en comunión con todas estas víctimas». Y además el poder ser mártir por el Señor, es un honor.
 
¿Se podría afirmar que esa increíble conversación con el jefe jihadista, lo consideró un signo de que el diálogo es posible, incluso con el enemigo más acérrimo?
Lo que puedo decir es que regresé de esta experiencia en prisión con una convicción aún más fuerte: Que el diálogo es la única manera eficaz de reducir la violencia y lograr la paz verdadera. Dicho esto, algo debe quedar claro: dentro del mundo musulmán tienen muchos problemas, porque se enfrentan visiones diversas. Por otra parte, también el mundo cristiano debe enfrentar muchos desafíos, quizá debamos mostrar talentos para embellecer nuestra "casa"… Todos estamos invitados a ser mejores y a construir puentes con el prójimo.
 

Sin embargo las estadísticas nos dicen que los cristianos disminuyen en Siria, Irak y en casi todo el Medio Oriente. Más que el diálogo prevalece como opción escapar de la violencia...
En esta situación de guerra no hay alternativa, y no sólo los cristianos huyen. Sin embargo al parecer es real que existe un proyecto más amplio por remover la presencia de los cristianos… pero es un proyecto político, buscado por las potencias de la región, no es un proyecto religioso imputable al Islam. No soy muy optimista sobre el futuro, pero me doy cuenta de una cosa: allí donde la comunidad cristiana está viva, donde los pastores están cerca del pueblo, la gente se queda…
 
Volviendo a su secuestro… en un momento dado se informó que la localidad de la que usted era pastor había sido ocupada por los terroristas. Una especie de prisión colectiva junto con otros 250 cristianos. ¿Qué ha significado vivir esta experiencia con su comunidad?
Fue una gran oportunidad para confirmar mi fe. Vi cómo mi comunidad resistió la increíble presión psicológica ejercida por los secuestradores. Por desgracia una persona no pudo resistir la tensión y comenzó a pronunciar palabras blasfemas; fue asesinado por los jihadistas. Pude constatar lo unidos que pueden ser los cristianos, fuertes en su fe, ante la muerte…

Luego enfrentó otra experiencia dramática: ver el monasterio de Mar Elian -segunda "casa" de la comunidad que usted fundó-, arrasado por los hombres de Daesh. ¿Qué sintió en ese momento?
Honestamente nada. Ni tristeza, ni rabia o desesperación. Después de esta experiencia de prisión considero que realmente nada de esto importa. Todo termina. Lo importante es el hombre, lo que es sagrado es el hombre. No me queda nada y estoy feliz, libre. Esta es la verdadera libertad.

 

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