Por décadas Barb Sierra sufrió siendo lesbiana. Hoy agradece a Dios su liberación

17 de marzo de 2017

"Soy su hija amada y aceptada. La mentira que solía vivir era que Dios no me conocía ni me amaba, así que tenía que conseguir el amor de algún otro lugar."

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El sólido informe de los doctores Mayer y McHugh -que basado en más de 200 investigaciones comprueba los daños que a lo largo de su vida padecen las personas homosexuales y lesbianas-, es para Barb Sierra una realidad indiscutible. Ella conoce el peso de esa cruz, de esa soledad, de ese dolor y las consecuencias que detalla aquel informe…
 
Criada en Connecticut (USA), a medida que iba creciendo se fueron fortaleciendo en ella sentimientos de inseguridad, de no ser especial o realmente digna de ser amada. Todo se complicó aún más en su mente cuando, siendo aún pequeña surgió la atracción erótica por personas de su mismo sexo. Confundida e insegura, ya con 19 años de edad, Barb comenzó a beber alcohol en exceso regularmente, a la par que se iniciaba en su primera relación con  alguien del mismo sexo. Ese vínculo terminó abruptamente después de 18 meses y, dolida, intentó enterrar los recuerdos. En un movimiento desesperado, queriendo negar la atracción sexual que sentía hacia otras mujeres -recuerda Barb-, dio un giro radical contrayendo matrimonio. Un vínculo que se volvió física, emocional y verbalmente violento. Cinco años más tarde, ella y sus dos hijos huyeron a Michigan, arrastrando un equipaje abarrotado de rechazos, abandono, miles de dudas y baja autoestima.

Adicción para ahogar el dolor

En Michigan, la vida de Barb continuó ahogada en más botellas de licor, droga y una compulsiva búsqueda de encuentros sexuales con hombres… “en un intento por confirmar que yo no era lesbiana”, recuerda. Una noche, desesperada y borracha saliendo de un bar, lanzó un desafío al vacío espacio que la rodeaba: «¡Jesús, si eres real, házmelo saber porque no voy a lograrlo!». Sus ojos se llenan de lágrimas, pero Barb continúa: "En ese momento, yo sólo sabía que Dios era real, y empecé mi nueva vida. Volví a asistir a la iglesia, dejé de fumar droga, reduje la bebida y dejé de salir todo el tiempo. Llamé a Dios y Él me dio el don de la fe. Pero yo seguía siendo una lesbiana…”

La pupila de sus azules ojos parece contraerse cuando habla de su infancia, la crianza católica austera, normada, todo lo que estableció en ella el deber negar sus sentimientos lésbicos. Pasando por períodos de aparente calma, dice, que eran más su evitación y negación del dolor, todo cambió cuando los hijos de Barb crecieron y ya no necesitaban ser protegidos por ella. Para entonces su adicción al alchol era un problema y comenzó a participar en AA… "Para mantenerme sobria tenía que ser honesta. Sólo logré salir cuando admití a Dios, a mí y a los demás que era lesbiana. Esto fue un gran alivio después de negarlo y ocultarlo toda mi vida. La sexualidad es una parte importante de nuestra identidad… Pero entonces tomé un giro equivocado y decidí seguir mis deseos, entrando en otra relación lésbica", reconoce…

Barb dejó de asistir a la Iglesia Católica.

Liberada a los 60

Mantuvo esa relación durante 15 años. "Entonces volví en mis cabales y decidí poner mi confianza en Dios", declara. Como una intuición espiritual, comenzó a buscar apoyo para vivir la castidad, y fue dirigida a una reunión de un grupo en la Parroquia del Holy Spirit en Brighton. Fue el párroco John Rocus, quien sabiamente la invitó a participar de una comunidad de padres y madres de “Encourage” (brindan apoyo para que mujeres lesbianas y hombres homosexuales vivan felices en castidad)… "Fue maravilloso el encuentro con los padres de Encourage. Esos padres me querían. No puedo decirte cuánto amor recibí, y todavía lo hago. Es increíble". A los 60 años de edad Barb estaba empezando a encontrar la aceptación que anhelaba toda su vida... descubría que era una hija de Dios, amada.

Asistiendo a la Conferencia Anual de la organización Courage en Pennsylvania (USA), Barb conoció a una mujer de Michigan, que también buscaba un grupo Courage de mujeres, y juntas lo comenzaron. Hasta hoy se reúnen mensualmente en la parroquia del Holy Spirit en Brighton. Cada reunión comienza con la lectura de los cinco objetivos de Courage: vivir vidas castas; para dedicar sus vidas a Cristo mediante la oración y la frecuente recepción de los sacramentos; fortaleciendo la unidad en el compartir pensamientos y experiencias; animando a vivir la amistad casta; viviendo vidas que sean un buen ejemplo para otros.

Lo que implica ser Hija de Dios

"Mi participación en Courage fortalece mi amorosa relación con Dios. El poder de este grupo es que soy aceptada, no sólo porque ser casto, sino simplemente porque pertenezco. No tienes que ser perfecta para venir. Las mujeres pueden sentarse con nosotras, hablar, compartir sus experiencias y lo que están pensando. No damos consejos; escuchamos. Es un ambiente muy nutritivo. El ministerio de Courage es clave para mantener el precioso don de la castidad dado por Dios. Lo guardo con esmero”.
 
El alivio de Barb es palpable mientras comparte que sus heridas internas están sanando. Los sentimientos de alienación, alejamiento, rechazo y abandono de toda la vida casi han desaparecido, por su firme conciencia de ser amada, liberada por Dios. Así lo dice ella misma hablando de su retorno a la fe católica que da nuevo sentido a su vida:

"Todas las mañanas, salgo a caminar y hablar con Dios y descubro como Él establece una conexión personal conmigo. Siempre quise ser especial y una mañana le dije a Dios que sabía que amaba a todo el mundo, pero no sentía que me incluyera. En oración Dios me dijo: «Yo te hice. Yo te creé para llenar un lugar en mi corazón que nadie más puede llenar». Con Dios, ahora sé que soy especial. Soy su hija amada y aceptada. La mentira que solía vivir era que Dios no me conocía ni me amaba, así que tenía que conseguir el amor de algún otro lugar. He aprendido que Dios me conoce y me ama más de lo que puedo imaginar".

 

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