"El Santísimo Sacramento es mi mejor medicina"

29 de mayo de 2017

Este oriundo de La Coruña (España) no entiende la enfermedad como un castigo o una prueba, "eso no tendría sentido" y es que muchas veces "nos cuesta ver a Dios en los momentos difíciles", testimonia.

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“Muchas veces la necesidad nos acerca a Dios”, asegura Enrique González-Herrero, un militar retirado que convive con una enfermedad desde hace más de veinte años y quien tras haber experimentado un proceso de conversión “gracias” a esta dolencia, puntualiza, ha decidido testimoniar la gracia recibida de Dios.
 
La primera vez que cayó enfermo tenía 27 años y recuerda perfectamente la sensación que tuvo: “sentía que se acababa el mundo, mi vida se transformó completamente”. Entonces, después de meses sin mejorar, su familia política le animó a peregrinar a Lourdes. “Recuerdo que rezamos un Rosario impresionante, le pedí ayuda a la Virgen y me empapé de fe”.
 
Esa misma noche sus síntomas desaparecieron, pudo incorporarse a su puesto de trabajo y su vida volvió a la normalidad. “Para mí fue un milagro”, recuerda... Pero, cuando todo va bien “parece que nos olvidamos de Dios” -confiesa- y así, poco a poco su fe fue languideciendo.
 
Las gracias del Santísimo Sacramento
 
Más de una década después de su experiencia en Lourdes, Enrique recayó de su  enfermedad y recuerda como: “de nuevo, providencialmente, Dios se presentó ante mí”. En esta ocasión lo hizo mediante un sacerdote que acompañaba a grupos de matrimonios. “Estos encuentros me ayudaron a aumentar mi fe y a acercarme más a la Eucaristía que se ha convertido en mi fortaleza”.
 
Desde entonces, cada vez que siente que va a sufrir una recaída acude ante el Santísimo, “eso me da muchísima tranquilidad, es mi mejor medicina”. Con esta convicción asegura que desde que es un Adorador nunca ha vivido su enfermedad como un desierto espiritual porque “Dios siempre ha estado presente, he sido yo quien no he estado junto a Él”, comenta.
 
La misericordia de Dios
 

Este oriundo de La Coruña (España) no entiende la enfermedad como un castigo o una prueba, “eso no tendría sentido” y es que muchas veces “nos cuesta ver a Dios en los momentos difíciles”.
 
Actualmente Enrique (imagen arriba) está retirado y se dedica en cuerpo y alma a cuidar de los suyos y a servir a la Iglesia. Por ello, este padre de tres hijos colabora en la Parroquia de Santa Ana, de Triana, como responsable de comunicación, y en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación.
 
Al finalizar su testimonio para el Semanario de la Arquidiócesis de Sevilla, Enrique reconoce y agradece la misericordia de Dios a través de su familia… “Gracias a ella vivo el presente sin agobiarme, me hacen ser más alegre y querer recuperarme de mi enfermedad”.
 
 

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