12 años después

Benedicto XVI se reúne con la niña que comenzó a sanar de cáncer tras su bendición

22 de abril de 2016

«Desde ese momento, todo lo que no funcionaba empezó a funcionar… Su recuperación fue bastante rápida y al poco tiempo nos fuimos a casa»

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Para Juan Carlos Amado y su familia, Benedicto XVI no es sólo el Papa emérito. Para ellos, y sobre todo para su hija Ana de 13 años, fue el instrumento que Dios usó para sanarla de un cáncer terminal gracias a la bendición que le dio siendo una bebé.

Doce años después han podido reunirse de nuevo con el Papa Benedicto XVI para agradecerle su intercesión. «Al principio los doctores no nos dijeron que Ana tenía cáncer, la niña empezó con unos síntomas que todo recién nacido puede tener. Pero a raíz de eso, le hicieron una serie de pruebas y determinaron una pequeña masa cercana a los pulmones. Nos dijeron que teníamos que ir a Madrid e ingresarla en el Hospital Niño Jesús, en oncología. Es ahí cuando empezamos a asumir lo que se nos venía encima», dice Juan Carlos, quien junto a su mujer Yolanda García y sus dos hijas Ana y Andrea relatan en Roma al periódico La Razón y en video difundido por ACI cómo sucedió todo.

«Al conocer la noticia nos derrumbamos. Éramos jóvenes...», explica el padre de familia. El diagnóstico se los dieron el 15 de mayo de 2005, cuando Ana apenas contaba con poco más de un año. Al principio «uno se enfada con Dios, con todas sus creencias, con todo», pero «según avanza la enfermedad y uno vuelve a sosegar esos aires rebelados, vuelve a sus orígenes y a la fe que tiene». «En el hospital había una capilla e íbamos a ella a rezar y encontrar consuelo», recuerda Juan Carlos.

Bendecida por el Papa

Sin embargo, el tiempo pasaba y Ana no respondía a los diversos tratamientos a que era sometida, así que sus padres tomaron una decisión que les cambiaría la vida. «Pensamos en llamar a la puerta del único sitio donde nos faltaba: la del Vaticano, con Benedicto XVI». Así fue como Juan Carlos y su mujer se pusieron en camino. Después de solicitar el alta voluntaria de la niña para poder viajar, asistieron a una de las audiencias generales que el Papa celebra los miércoles. «El día del encuentro nos vinimos un poco abajo, porque pensamos que íbamos a estar en una posición privilegiada para poder acercarle al Papa a la niña, pero nos pusieron en una zona reservada en segunda o tercera fila, así que supimos que no íbamos a tener acceso al saludo», dice Juan Carlos. No obstante, Dios estaba con ellos. Finalmente permitieron que la madre de Ana fuese con ella en brazos a recibir la bendición del Papa Benedicto XVI. «Cogieron a mi hija y la subieron a la altura del Pontífice. Él le hizo la señal de la cruz en la frente y le dio un beso», cuenta la madre de la pequeña, muy emocionada.

La gracia de Dios actuando

«Un mes después la sometieron a una operación muy complicada. Fue bien, aunque es verdad que los médicos no salieron tan entusiasmados como en otras ocasiones», reconoce su padre. Sin embargo, «durante la tarde fuimos observando como la niña no reaccionaba como otras veces». Ese día, alrededor de las 23:30 horas, Ana entró en fallo multiorgánico. «Entró en quirófano casi sin tensión. La operación duró unas cuatro horas y nosotros esperamos en un pasillo cercano tirados en el suelo. La única imagen que se me pasó por la cabeza fue la niña con Benedicto XVI. No podía creer que todo lo que había ocurrido fuera en vano», explica. Finalmente, la operación terminó y la niña salió despierta.

Juan Carlos detalla que «al día siguiente los médicos nos explicaron algo que había ocurrido y no podíamos creer. En la operación de la mañana una doctora que no tenía que trabajar ese día acudió al hospital para recoger unos resultados. Vio en el tablón de operaciones que iban a operar a una niña y solicitó asistir. Esa doctora es la que por la noche estaba de guardia y operó a Ana. Gracias a que ella estuvo en la operación de la mañana los médicos supieron cuál era el problema exacto que le provocó el fallo multiorgánico y pudieron salvarla. Fue algo providencial y nos dijeron que si no hubiera muerto». «Desde ese momento, todo lo que no funcionaba empezó a funcionar y Ana comenzó a responder a la quimioterapia. Su recuperación fue bastante rápida y al poco tiempo nos fuimos a casa», cuenta el feliz padre.

Reencuentro con el Santo Padre
 

Todo esto llevó a la familia a tomar otra decisión importante en su vida: trasladarse a Roma. Allí todavía les esperaba una sorpresa más. El pasado 13 de marzo recibieron una llamada del Vaticano que les comunicó que papa Benedicto XVI quería verles. «Cuando llegamos, estaba rezando el rosario. Nos dijeron que teníamos que esperar durante un momento hasta encontrarnos con él», expresa Juan Carlos. Después, «en cuanto nos vio dijo en español: "¡La familia!", y nosotros nos quedamos de piedra», añade emocionado. «Fue encantador. A Ana le cogió de la mano y no la soltó en ningún momento. Es super humilde porque cuando le dije: “Muchas gracias por su oración hacia nuestra hija”, él nos dijo: “No, no,no, yo he sido uno más…” se quitó importancia en todo momento».

El encuentro duró algo más de diez minutos, tiempo en que el Papa emérito «preguntó a las niñas por el colegio y a nosotros nos preguntó de qué parte de España somos». Ana, siempre con una sonrisa en la boca, explica que «cuando le vi, como es tan pequeñito y tan blanco, me pareció como un angelito al que le faltaban sólo las alas. Luego le di un beso y después él me dio la mano. Al tocarle me sentí protegida», afirma, reconociendo gratitud a Dios que por mediación del Papa, según testimonia, le devolvió la vida.


 

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