Profético, trascendente y poderoso signo de Fe

Cardenal Ezzati promueve consagración a la Santísima Virgen, pidiéndole "que las leyes protejan la vida y la familia"

12 de diciembre de 2014

A las seis de la tarde del pasado lunes 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción y desde el principal Santuario Mariano de Chile, el Cardenal Ricardo Ezzatti escoltaba el ingreso de la Virgen del Carmen "Reina y Madre de la Vida" al Templo Votivo…

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Entre cientos de fieles que aplaudían expresando su fervor, ingresaba el pasado lunes la imagen de la Virgen del Carmen Misionera que el Papa Benedicto XVI, hoy Papa Emérito, regaló a la iglesia chilena; y que ha recorrido de sur a norte los más de cuatro mil kilómetros de aquél país sudamericano, dando consuelo a los damnificados de terremotos y otras catástrofes naturales, pero también siendo presencia misionera y signo de la Nueva Evangelización.
 

Por estar profundamente unida a la historia y alma de Chile –señalaron los organizadores a Portaluz-, no podía ser otro el lugar, ni otra la advocación e imagen para el profético, trascendente y poderoso signo de fe que el cardenal realizaría al finalizar la Eucaristía:

Consagración a la Virgen -“Reina y Madre de la Vida”- para pedirle a ella “que las leyes protejan la familia, y la vida desde la concepción hasta la muerte natural”, como proclamaría durante una vibrante homilía (ver al final) el primado de la Iglesia chilena.

 

 
La consagración a la Santísima Virgen María es un poderoso recurso que por siglos los Papas han realizado. Así lo hizo Papa Francisco el pasado 13 de octubre de 2013 cuando consagró el mundo al Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María. Así lo ha hecho el cardenal quien -franco y sencillo durante una homilía espontánea- testimonió a los presentes su amor a la Virgen Santísima, recordando emocionado que cuando tenía apenas dos años y medio regaló a la Madre de Dios el anillo de matrimonio de su madre…

El cardenal Ezzati,  con este acto de consagración confirma no sólo la fe de la Iglesia, sino que además -confiando en la mediación de la Virgen María-  ha puesto a toda familia y toda vida humana en manos de Dios. Ha pedido así nada menos que a la Madre de Dios, que sea ella quien -con sus hijos- de la batalla por la defensa de la vida y la familia…
 

El acto de Consagración. Oración leída por el señor Cardenal Ricardo Ezzati
 

 Querida Reina y Madre de nuestro Pueblo y de nuestras familias:

Nos reunimos hoy con el impulso que nos da la fe, para decirte nuevamente que tú eres la Madre de la Vida Verdadera y pedirte que nos enseñes a ser testigos del Dios Vivo y del amor, que es más fuerte que la muerte.

Venimos con un corazón agradecido, por todos los regalos que de ti hemos recibido y por cuánto has obrado en nosotros a través de nuestra historia.

Venimos como familias, a consagrarnos nuevamente a ti.
Queremos suplicarte en este día de la fiesta de tu Inmaculada Concepción, que aceptes nuestra consagración…

Y consagrarte también a todo nuestro Pueblo.

Mira con misericordia a todos cuantos somos tus hijos y a aquellos que se han alejado de la casa del Padre, y no ven la verdadera vida que brota del costado abierto de tu hijo Jesús.

Nada podemos sin ti ¡Oh Virgen poderosa!

Santa Madre de Dios, necesitamos que tú seas más que nunca, Reina y Madre de la Vida y de la Familia en Chile.


Oración de Consagración a María (respuesta de toda la Asamblea)

(Recitando con fe esta “Oración de respuesta de toda la Asamblea”, todo creyente puede consagrar al Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María la protección de su familia, las familias de su país y toda vida humana).

Reina y Madre de la Vida y la Familia
Te entregamos todo lo que somos,
nuestro corazón, nuestro ser,
nuestro testimonio de fe
y el gran tesoro que son nuestras familias.


Te entregamos toda nuestra capacidad
de amar para que nos ayudes a servir
y defender la vida, desde su concepción
hasta su muerte natural.


Madre, reúne a la Iglesia de (diga su país)
como una gran comunidad santa,
en torno a nuestros obispos y sacerdotes,
de manera que todos seamos uno,
tal como lo anheló nuestro Señor Jesucristo.

Amén.

 
 
Homilía del señor Cardenal Ricardo Ezzatti
(destacados en negrita son de Portaluz)

La palabra de Dios que acabamos de escuchar ha puesto nuestro corazón en sintonía con la celebración litúrgica del día de hoy. El Libro del Génesis y después san Pablo y finalmente san Lucas, destacan el misterio que en el día de hoy estamos celebrando. Misterio no como cosa escondida, no como una fábula que no tiene explicación, sino misterio como acción de Dios viva, eficaz en medio de la historia de los hombres, en medio de nuestra propia historia.

Porque nuestra vida humana es una vida creada por amor de Dios. Una vida que es fruto de la misericordia, de la bondad, del corazón inmenso de Dios, que nos ha creado a su imagen y semejanza. 

Pero también nuestra historia está marcada por la intervención del pecado, del diablo, que siempre quiere separar, dividir, alejar de Dios… la experiencia que marca bellamente la vida de todo hombre y de toda mujer. Desde el comienzo el diablo intentó crear una división tan profunda entre el hombre y Dios, entre Dios y el hombre, que a vista humana  parecía imposible reparar. Cuando Dios llama a Adán, Adán estaba escondido porque tiene miedo. Tiene miedo porque le ha obedecido al demonio y no al amor de Dios. Y sin embargo, toda esa historia de angustia y de división… porque Adán sometido al pecado le echa la culpa a su esposa Eva de su condición y ambos le echan la culpan al demonio, como para liberarse de la propia responsabilidad. En ese momento es cuando Dios en su bondad promete a la humanidad un Salvador que nacería en los Tiempos Nuevos a través de la Nueva Madre de la Humanidad, de la Nueva Eva, de María Santísima. Y san Pablo en la segunda lectura nos hacía ver cómo esa realidad de la Encarnación del hijo de Dios transformó nuestro pecado en una fuente de gracia. Porque Dios llega a realizar su obra misericordiosa justamente allí donde había abundado el pecado. Y de Hijos de la Ira de  Dios, por Jesucristo hemos llegado a ser Hijos de la Misericordia de Dios, hijos de la bondad de Dios, hijos que nunca a lo largo de toda su existencia, a lo largo de toda la historia de la humanidad, podrán olvidar que Dios es amor, que Dios ha plantado su tienda en medio de nosotros, que Jesús ha muerto por nosotros y ha resucitado para que nuestra vida sea nuevamente una vida semejante a la de Dios, a la del Hijo de Dios. En Jesús hemos llegado a ser hijos en el Hijo.

Y en el texto del Evangelio san Lucas destaca la acción de María en este proyecto maravilloso de Dios. Nos hace ver cómo María colabora con la acción del Padre, cómo le deja espacio al Espíritu Santo en su vida, cómo acoge en su seno al Verbo Eterno de Dios que se hace hombre, cómo lo acoge en la pobreza de Belén, cómo lo acompaña en la huída a Egipto, cómo lo educa en el seno de la familia de Nazareth… y cómo lo acompaña a los pies de la cruz.

María ha sido la mujer elegida por Dios, que en su libertad y en su amor le ha dicho a Dios: Sí, aquí está la Sierva del Señor, que se haga en mí según tu Palabra. Es decir, que se cumpla en mi vida el proyecto de salvación que es tu Hijo Jesucristo, que yo acepto que se encarne en mi seno y pueda ser la Luz del mundo y pueda ser aquél en el cual todo hombre y toda mujer, a pesar de la historia que tenga en la vida, podrá siempre confiar porque es el Señor que salva, es nuestro Redentor.

María ha cumplido y sigue cumpliendo esta misión. Porque lo que ella ha hecho con su hijo Jesús, lo sigue haciendo también con nosotros.

En el momento que me acerqué a incensar la imagen de Nuestra Protectora, la Virgen del Carmen, que ha visitado todo Chile en el tiempo del terremoto… he podido observar nuevamente, que en su cuello lleva un pequeño signo de cariño que este obispo le entregó cuando ella visitó Concepción; un signo de amor, un signo que todo hijo le quiere ofrecer a su madre. Recuerdo que cuando niño, después de la Segunda Guerra Mundial, tenía apenas dos años y medio cuando -uno recuerda esas cosas después a través de las fotos- pude colocar al cuello de la Virgen María el anillo de esposa de mi madre, como para decirle gracias a la Virgen, porque nos había acompañado con tanto amor. Siendo arzobispo de Concepción quise repetir ese gesto y hoy día nuevamente me emociona profundamente reconocer que nuestra madre, la Virgen del Carmen, lleva esta pequeña señal del amor de uno de sus hijos y ciertamente del amor de todos ustedes.

En esta tarde que terminamos el Mes de María, queremos poner en las manos de la Virgen algunas intenciones de oración:

Y la primera intención de oración es que la Virgen proteja, es que la Virgen aliente, es que la Virgen bendiga todas nuestras familias.

Hace poco terminó en Roma la primera parte del Sínodo sobre la familia convocada por el Papa Francisco. Analizando la situación de las familias en el mundo, como obispos hemos podido destacar que hay familias generosas que viven el sacramento del matrimonio; que son generosas en los hijos, que educan cristianamente a los hijos, que tienen una presencia en la iglesia, misionera, significativa. ¡Cómo no agradecerle al Señor la presencia de tantas familias -también en nuestra patria, también en  nuestra Arquidiócesis- que buscan ser fieles al don del matrimonio y al don de una familia que las asemeja a la Familia de Nazareth!

Yo quisiera invitar a esas familias, que en esta tarde pongan en las manos de María el don precioso de su familia. Una familia que es iglesia doméstica, una familia en la cual se vive de fe, una familia en la cual se perdona, una familia en la cual hay espacio para la caridad y para acoger a aquellos que más necesitan. Que el Señor bendiga y multiplique para nuestra Iglesia, estas familias que son un tesoro para la Iglesia y para la humanidad.

Pero junto a estas familias hay familias heridas; hay familias en las cuales la división ha producido la ruptura de los afectos más íntimos, hay hogares que han iniciado una nueva forma de vivir en comunión, muchas veces con un gran sacrificio también. El Sínodo de los Obispos recuerda que la Iglesia proclama y anuncia un matrimonio consagrado por el amor de Dios, entre un hombre y una mujer, destinado a hacer crecer el amor y a multiplicar la vida. Pero a renglón seguido, el Sínodo nos invita a ser una Iglesia acogedora para todas las demás formas de asociarse y que algunos llaman también familia. Sí, hay signos de la presencia de Dios muchas veces, también en esas formas de vivir incompletamente lo que es una familia. A veces hay amor, generoso, hay dedicación a los hijos, hay apertura a los demás. Nosotros queremos pedirle a la Virgen que mire a esos grupos, los encamine hacia la maduración de su amor y los lleve a vivir la plenitud del matrimonio y de la familia, en la consagración del amor que Dios hace en el sacramento del matrimonio.
Vivimos también en una sociedad que no siempre comprende el don de Dios que es una familia. Hay familias que no se pueden desarrollar bien porque viven en la pobreza, fruto del egoísmo de los demás seres humanos; frutos de una sociedad injusta que no distribuye adecuadamente los bienes. ¡Cómo no poner en las manos de María tantas familias, que no tienen cómo desarrollar plenamente el don de ser matrimonio y el don de ser un hogar donde los hijos puedan crecer! Familias que a partir de la pobreza, que a partir de la dificultad del trabajo no tienen para darle a sus hijos, para darle al cónyuge, la dignidad humana y cristiana que se requiere.

Y finalmente también en nuestra sociedad hay gente que aún viviendo en la opulencia, en el bienestar material, no han descubierto la gracia de la fe que les permite también valorar el matrimonio y la familia como un don de de Dios para ellos y para la sociedad. También a estas personas las queremos poner en el corazón de la Virgen del Carmen y pedirle a ella que para todos nosotros abra su corazón de Madre, nos acoja, nos bendiga y nos haga prósperos.

Hoy día queremos pedir para que las leyes de nuestro país sean leyes que protejan la vida y la familia, sean leyes que permitan el desarrollo sano y armónico de nuestras familias y sean leyes que promuevan la vida desde la concepción hasta la muerte natural. También esto lo ponemos hoy día a los pies de la Virgen.

Nosotros podemos pensar y soñar en una sociedad más bella, más justa, si de verdad la familia se vuelve el tesoro primero y la realización de ese anhelo profundo que nuestros jóvenes manifiestan. Todas las encuestas nos dicen que el deseo más grande de los chilenos es formar una familia unida, una familia en el amor; y bien, invoquemos al Señor para que una vez más nuestros ojos se dirijan a la Sagrada Familia de María, de Jesús y de José. Que nuestra fe, la fe de nuestro pueblo, crezca constantemente para que cada familia sea un espacio donde Dios se hace presente, donde dios se manifiesta, donde es posible la tarea de la Nueva Evangelización. Pidámosle a la Virgen del Carmen, frente a la cual estamos celebrando el misterio de la Eucaristía que bendiga nuestras familias, que bendiga a los niños que ustedes han traído acá, a este templo… que bendiga a nuestros ancianos, porque los abuelos y las abuelas en las familias tienen tanto que aportar a la evangelización del Pueblo de Dios. Que el Señor a todos a través de su Madre, nos haga sentir su cercanía de Padre y a través de María nos haga experimentar también sus entrañas maternas, que siempre nos quiere, siempre quiere la vida abundante de todos sus hijos y de una manera muy particular privilegia con ojos de bondad a aquellos que son más pobres y más al margen de la vida social y también de la vida de la Iglesia.

Muchas bendiciones para todos ustedes, para este decanato y consagremos de verdad en este día nuestras familias al Corazón Inmaculado de la Virgen María, para que cada una de nuestras familias sea fuente de gozo, sea fuente de bendición para todos nosotros.

Amén.


 

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