HM sorprende con video viral: El novio que ella necesitaba siendo hija de padres adictos, ¡existía!

07 de abril de 2017

No solo su historia familiar era un caminar cuesta arriba. Mantener el alma sana siendo modelo publicitaria no es un empeño menor. Por un tiempo erró el rumbo. Finalmente puso su confianza en quien no abandona jamás.

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Amy Karney es una hermosa mujer, esposa, madre de seis hijos y de otro que está en camino. Nació en Memphis (Tennessee, U.S.A.) y vivió allí hasta la edad de nueve años. En aquel tiempo todo parecía ser un infierno. Sus padres se divorciaron cuando ella tenía solo dos años y la joven recuerda… “Tenían problemas relacionados con el alcohol y las drogas, y eso cambió su personalidad hasta tal punto que afectó mucho al matrimonio. Cuando se divorciaron, al principio me quede con mi madre, pero ella seguía metida en el mundo de las drogas y el alcohol. Mi padre estaba igual, pero intentaba ordenar su vida…”
 
Siendo una niña, la situación en casa de su madre era realmente peligrosa para ella reflexiona hoy Amy en el programa “Cambio de Agujas” de HM TV:

“Me contaron que mi tía me encontró el día de mi cumpleaños, tirada en el suelo, con la tarta y las pastillas (de mi madre) esparcidas por todo el suelo. No era un ambiente seguro. Pagaron un detective privado y él me encontró, en alguna ocasión, fuera de casa, en pañales, a las dos de la mañana, al lado del cubo de la basura mientras mi madre estaba de fiesta. Pasaban coches… El mismo detective me tomó y me llevó a casa. Así que mis abuelos y mi padre ganaron la custodia. Estuve con ellos y estoy muy agradecida…. Mi madre tenía un buen corazón, pero también una fuerte lucha con la adicción. (…) Gracias a Dios que Él me estaba protegiendo y he podido sobrevivir a todo esto”.

Protestante era la fe de sus abuelos y se ocuparon de transmitírsela. Ella, a pesar de las duras vivencias conservó durante infancia y adolescencia la fuerza espiritual necesaria para buscar a Dios…

“Al principio, cuando me decían: «Oye, ¿quieres venir a esta fiesta? ¿Quieres fumar marihuana?» Yo contestaba: «¿Sabéis por qué no tengo una familia normal? ¿Sabéis por qué no tengo padres? No, gracias, no quiero hacer eso». Crecí expuesta a personas de este tipo, viendo a mis padres consumir droga en sus fiestas. Mi madre después se casó con una persona muy conocida, el jefe de una banda de motociclistas. Y daba miedo. Yo veía lo que no debía hacer. Simplemente no quería tener parte en esos ambientes”.

Pero al paso de los años, siendo ya una joven transó y no le pareció un extremo fumar algunos cigarrillos o irse de copas con amigos. A ella entonces le parecía que seguía siendo una “buena chica”, porque no hacía nada “grave” dice: “Cuando lo pienso ahora… Estaba mintiendo sobre dónde salía los fines de semana”… y lo que entonces hacía.

Prejuicios y otras fragilidades como obstáculo

Tenía dieciséis años cuando conoció a Shannon, el chico con el que años más tarde se casaría y formaría familia. Ambos eran socorristas de playa y... “¡Él era católico, y yo no conocía a casi ningún católico! …no sabía mucho de su fe. Nos atraíamos mucho”.

Shannon por su parte había nacido y crecido con cuatro hermanos, nutriéndose de Dios también por el amor y entrega de sus padres. Estaba seguro que la clave de ser feliz era encontrar una chica católica para vivir el sacramento del matrimonio como sus padres. Ella no parecía ser el ‘modelo’ de mujer que había soñado, recuerda Amy... “Él no estaba seguro de lo nuestro… y entonces decidió dejarme. Esto fue muy desalentador, porque yo sentía que él era la persona para mí. La gente siempre me había dicho que yo era guapa… trabajé como modelo. Le daba mucha importancia a mi apariencia externa… y no tanto  a lo que Dios pensaba de mí, a que Él me ama como soy. Así que, cuando mi novio me dijo que no era la chica para él, me destrozó”. En lugar de acudir a Dios, recuerda Amy, se evadió flirteando con otros chicos.

En la universidad Amy continuó en esa dinámica. Salía de fiesta varias noches por semana, sin rumbo claro, hasta que se quebró. “Una noche me senté en la cama y empecé a llorar y a decir: «Dios, no sé lo que está pasando». Empecé a tener miedo de la muerte y a sentir mucha  angustia, y me dije: «No sé si estás todavía ahí, pero necesito que esto se acabe. Hay mucha tiniebla, todo parece muy oscuro». Sabía que había algunas cosas que no estaban bien, pero a la vez pensaba: «Es verdad que bebo y a veces… pero no me drogo ni robo. Las personas siempre dicen: sabemos que está mal robar un coche, sabemos que está mal mentir… Pero cuando pensamos en nuestra castidad decimos: «Da igual, todo está permitido». Y creo que pensaba que ese era el único punto donde pecaba, pero que cuando fuese adulta y me casase ya no tendría ese problema, y entonces sería muy santa”.

Suplicando a Dios, venciendo miedos

Con veintiún años, Amy reencontró a Shannon. Durante cinco años estuvieron saliendo, a intervalos, hasta que un día él volvió a sus dudas, inmaduro y ella protestó a Dios:

«Apártalo de mí… envíame a la persona que sea para mí, porque ya no aguanto más esto… Si no es la persona para mí, que se aleje, porque me está rompiendo el corazón»”.
 
Shannon por su parte era un mar de temores y también demandaba la ayuda de Dios. No dudaba de su amor, pero temía equivocar la decisión o quizá su resistencia al compromiso era sólo inmadurez. Lo cierto es que finalmente el camino se allanó recuerda Amy… “Él volvió a acercarse a mí poco tiempo después de que yo hiciese aquella oración y de que él volviese a rezar, y me pidió que nos casáramos”.

Shannon propuso, ella aceptó y así juntos acudieron a catequesis ‘católica’ de adultos. En todo estuvo Dios… “En cuanto terminamos las catequesis me bauticé y nos casamos. Era como si en esas clases se hubiera encendido un pequeño fuego. Pero era solo el principio. Yo quería leer todo lo que podía sobre la fe católica. Queríamos integrarnos en las actividades de la Iglesia”, dice Amy.

La alegría de amar en Cristo

Con el paso del tiempo gracias a la catequesis, la oración, la vida sacramental, su fe movilizó nuevas gracias de Dios cuenta Amy. En particular la valoración del “hasta que la muerte nos separe” y el ser luchadores por la defensa de la vida…

“Cuando oyes la verdad, lo sabes, lo reconoces. Y era tan bonito.. Estábamos viendo que muchos de nuestros amigos estaban ya divorciados. Sin embargo, nosotros estábamos cada vez más unidos. Ahora llevamos casados dieciséis años. Y miramos atrás y decimos: cada año va mejor. Le quiero más ahora que el día de mi boda, y él siente lo mismo, y cada año  se mejora. Y pensamos que es por los sacramentos, por asistir a Misa juntos, la Eucaristía, la confesión… Y estar abiertos a la vida tiene mucho que ver con todo esto, porque estamos permitiendo a Dios entrar. Queremos tenerle en toda nuestra vida, así que tenemos que dejarle entrar en ese aspecto también. Nos une más como esposo y esposa"…

"Ha sido una fuente de sanación para nosotros comprender que el mundo te hace pensar que el sexo es sucio o algo malo, pero la Iglesia enseña cómo es hermoso y bueno y santo, y también es gozoso. Une a la pareja, transmite vida y transmite  amor. Lo que quiero decir a los jóvenes, es que piensen en guardarse para su esposo, porque si llevas contigo al matrimonio todo el peso de no haber vivido en castidad, vas a tardar años en sanar. Dios es bueno y da la gracia. Pero es una cosa maravillosa si puedes esperar, para no tenerte que recuperar después de haber vivido una vida de fiestas. Camina siempre hacia Dios, camina hacia la luz. Vas a estar más feliz si lo haces así”.
 

Amy en directo por HM TV…



 

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