Emotivo testimonio de gratitud a un sacerdote con carisma de sanación: "Padre Solanus Casey curó a mi hermana"

20 de mayo de 2017

Desde Estados Unidos Rosemary Roney, natural de Detroit, recuerda el "toque curativo" del sacerdote cuyos superiores consideraron poco apto para predicar homilías o confesar.

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Casi ocho décadas han pasado desde que la niña Mary Margaret “Peggy” Roney desarrolló una infección grave en el hueso mastoideo del cráneo, detrás de su oreja. Su hermana, Rosemary, religiosa del Sagrado Corazón no ha olvidado detalle de la sanación que por gracia de Dios recibió la pequeña Peggy.
 
Cuenta Rosemary que su hermana era una niña pequeña de apenas 12 años, la más joven de las siete hermanas Roney, cuando sus padres acudieron al pediatra familiar, temerosos de que la dolorosa infección de su hija pudiera poner en peligro la audición de la niña u ocurriese algo peor.
 
Todo sucedió, dice la religiosa, alrededor del año 1936 o 1937 y “por entonces la penicilina u otros antibióticos no estaban disponibles para tratar estos problemas”. Los médicos solían eliminar el hueso infectado, puntualiza Rosemary.
 
Testigo de la santidad
 
Por la noche, mientras su hermanita Peggy yacía en cama, con fiebre alta y mucho dolor, llegó al hogar familiar el padre capuchino Solanus Casey. Un sacerdote que la hermana Rosemary recuerda “barbudo”, “flaco”, que habitualmente venía para cenar en el hogar de esta familia residente en el área de Detroit. Nada extraño pues el padre de Rosemary, Edward Roney, era el brazo derecho del padre Casey en un comedor abierto y siempre era bienvenido en las comidas familiares.
 
“Estuve allí con mi madre cuando el padre Solanus llegó”, cuenta al National Catholic Register la Hermana Rosemary, hoy de 91 años, durante una entrevista en Oakwood, una residencia de retiro para religiosos del Sagrado Corazón en Atherton, California (USA). La entrevista ocurrió poco después de que la Iglesia anunciara el pasado 4 de mayo de 2017 la beatificación del padre Solanus Casey.
 
El amor de Dios se expresa en los carismas
 
“El padre Solanus y mamá estaban hablando -prosigue Rosemary- y él preguntó por la familia. Mamá dijo: «Están bien, excepto la más joven. El médico cree que tiene mastoiditis y tememos que pierda la audición». Luego mi madre agregó: «Ore por ella Padre porque siente dolor, ella llora mucho y es tan joven»”.
 
El padre Solanus -recuerda la religiosa- le preguntó a su madre si podía ver a Peggy. Tras el consentimiento la propia Rosemary escoltó al sacerdote escaleras arriba y lo vio acercarse a la cama de la pequeña Peggy. Entonces -cuenta- el padre Solanus estando de pie oró. Luego se inclinó y tocó la oreja de Peggy. Seguidamente se incorporó y la bendijo… “Peggy no podía hablar mucho, así que no hubo conversación”, recuerda la hermana Rosemary.
 
Tras regresar al primer piso el sacerdote aseguró a la señora Roney que su hija se recuperaría. “Más tarde, cuando mamá tomó su temperatura, la fiebre se había ido, su temperatura era normal”, testimonia hermana Rosemary.
 
Posteriormente el pediatra de la familia confirmó, dice, que la crisis había pasado y que el oído de la niña estaba bien. “La vida volvió a la normalidad”,  pero las acciones del padre Solanus esa noche -comenta Rosemary- profundizaron el respeto de la familia por él, que ya era seguido por muchos en Detroit.
 
Un guardián fiel
 
Por aquél tiempo Padre Solanus había sido asignado al Monasterio de San Buenaventura, donde trabajó desde 1924 hasta 1945.
Este sacerdote que este año 2017 ha sido reconocido como beato y cuyos testigos como Rosemary proclaman los carismas de sanación que Dios le confió, fue ordenado “sacerdote simple” debido a sus notas bajas en teología y por ello los superiores consideraron que no era apto para dar homilías u oír confesiones.
 
Así las cosas mientras que estuvo en el monasterio de Detroit sirvió como portero, “guardián de la puerta”, recibiendo a los visitantes que hacían sonar la campana. Era una posición menor, pero la presencia amorosa del Padre Solano transformó esas interacciones de rutina en un ministerio vibrante, destaca la hermana Rosemary. Ella recuerda haber pasado por el monasterio para solicitar una tarjeta de Misa y encontrar la zona de recepción “llena de visitantes ansiosos de reunirse con el padre Solanus, buscando su guía e intercesión”.
 
Gratitud a Dios
 
Con el tiempo, dice Rosemary, ella supo de otras curaciones que estaban mediadas por el sacerdote, quien tenía una gran devoción a la Eucaristía e instaba a todos los que imploraban su ayuda a comenzar primero haciendo una oración de gratitud a Dios... “No le estaba permitido oír confesiones, pero la gente le buscaba para abrirle sus corazones y almas y él les aconsejaba. Su máxima favorita era: Asegúrese de dar gracias a Dios primero”.
 
Muchas otras obras de bien desplegó padre Solano en favor de los pobres afectados por la Gran Depresión de aquellos años, recuerda la religiosa. Como el comedor abierto donde su padre y el sacerdote servían cada día sopa a cientos de personas.  “Papá iba a la reunión, donde hablaban sobre cómo mantener la cocina de sopa. Después de la reunión tomaban una cerveza y el padre Solanus tocaba su violín y cantaba. Tengo un CD de su voz”, recuerda Rosemary quien se emociona al recordar al carismático sacerdote… “Haber estado en su presencia fue un regalo. Sabía que era santo”.

 

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