Implicancias de la ideología de género

El cuerpo es de Chelsea, pero la factura la pagan todos

10 de octubre de 2014

Cuando en países de Iberoamérica recién se busca estrenar leyes que sectores políticos aseguran otorgan dignidad para algunos, la experiencia de Chelsea ofrece una enseñanza significativa.

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Es una de esas noticias que parece una fábula construida a propósito del morbo que ciertos temas provocan en la audiencia. Pero es real y ha encendido las redes sociales en Gran Bretaña y otros países de Europa, pues deja en evidencia las consecuencias de algunas leyes sostenidas en los principios que argumenta la ideología de género.

Quien ha provocado el descalabro y comentarios al por mayor es Chelsea Attonley. Ella es una transexual súbdito de la Reina, que está harta de ser mujer. Con treinta años de edad le exige al sistema de salud de Gran Bretaña, apoyada en las leyes, que financie su cambio de sexo y tratamientos de recuperación posteriores.

Por cierto las organizaciones que defienden los derechos de Lesbianas, Gay, Travestis, Transexuales, Bisexuales, Qeer y los políticos de marras que les secundan, están con Chelsea.

El punto es que el seguro de salud británico ya le financió a esta misma persona (a estas alturas personaje) un cambio de sexo… cuando era Matthew y exigía verse por fuera tal cual se sentía por dentro desde que tenía uso de razón… mujer. Ahora busca dar marcha atrás.

¿Por qué esta decisión en reversa? Chelsea que era Matthew y desea volver a serlo -cuenta al diario Mirror-,  siente que la operación no ha tenido los resultados que esperaba: “Siempre quise ser una mujer, pero la cirugía no logró darme un verdadero cuerpo femenino y siento que estoy viviendo una mentira”.

No es fácil tampoco acostumbrarse al training de vida que una mujer británica de esta época lleva. Y honesta reconoce que ni con todo el maquillaje, vestimenta y buena disposición que ha puesto logra ser aceptada como soñaba…

 “Necesito esta operación -dice- para garantizar mi salud mental. Y tengo la suerte de vivir en un país donde la asistencia sanitaria es gratis”.

El punto es que no es ella quien debe pagar la factura, sino todos los ciudadanos quienes con sus impuestos colaboran al sistema. Y ya surgen voces de protesta desde la Asociación Británica de Contribuyentes, que, sin temor a ser legalmente acusada de transfobia denuncia: “Toda esta historia ha costado ya demasiado. Si el NHS tiene que ser adecuadamente financiado, este despilfarro debe ser cortado”. Cada operación para cambio de sexo cuesta a los contribuyentes en Gran Bretaña unas 18.000 libras.

Sin duda el caso de Chelsea abre reflexiones respecto de leyes que en virtud de la libertad de unos terminan  aplastando la de otros.

No es aislado el caso Matthew-Chelsea… ya hace algunos meses Portaluz informó de una situación semejante ocurrida en Bélgica que le costó la vida a su protagonista (Lea: “Crónica de una muerte anunciada. La teoría de la identidad de género, que asesinó a Nancy”).


 

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