Amando en todo

El inmigrante de un semáforo en rojo

20 de noviembre de 2015

El semáforo en rojo. Un vendedor de pañuelos: el dilema que se repite día tras día. Así comienza la historia de amistad -gestada durante un minuto diario-, entre una señora y Jonathan, inmigrante nigeriano en España.

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Bajar o no bajar la ventanilla. Con ese dilema comenzó esta historia. 2013. En mi camino en coche hacia el colegio hay un semáforo, bastante largo, que siempre te coge en rojo. Es el que baja a la estación, un punto neurálgico en el Boulevard de La Constitución, junto a la iglesia de San Juan de Letrán. Pasó por ahí cada día para ir a trabajar, hacia las 8 de la mañana. Él, invariablemente, estaba allí. Al principio, yo le hacía señales de “No” y subía la ventanilla rápidamente; Me llamaba mucho la atención que no insistía, solo me miraba con una sonrisa y se dirigía al siguiente coche.
 
Un día bajé la ventanilla y le pregunté cómo se llamaba:
- Jonathan.
- ¿Y de dónde eres?
- De Nigeria.
Le di unas monedas mientras él se empeñaba en darme los kleenex. “No, no, los kleenex para ti, que tengo muchos”. Unos días después comprendí que Jonathan era feliz cuando me explicó cómo se planteaba su trabajo: “No vengo a pedir, sino a ofrecer un servicio y, sobre todo, a dar los buenos días a los conductores con una sonrisa”.
 
Al día siguiente volvimos a coincidir, y al siguiente, y al otro. Un minuto cada día daba para hablar de muchas cosas. Poco a poco me fue contando que estaba casado y tenía un niño, que llevaba en Granada 8 años y que él tenía papeles, pero su mujer no.
 
Pasa el tiempo. De lo humano a lo divino
 
Pronto supe también que hablaba un poco de inglés y muy mal el español, pero podíamos entendernos con signos, sonrisas y monosílabos. Y un día le pregunté:
- ¿Eres católico, eres cristiano?
- Sí, yo católico

Le enseñé el rosario, que iba rezando. Al verlo, comentó: “yo también tener. Mañana…”, y al día siguiente vino con varios rosarios porque también los vendía. Me regaló uno y desde entonces lo llevo en el coche. Yo le di una estampa de San Josemaría: “Este es un santo muy bueno que te va a ayudar. Tú llévala siempre“.

Poco a poco, me fue contando también de su trabajo: Está en nuestro semáforo todos los días de 8 a 9 y conoce a todos los habituales de la zona, clientes y no clientes. De 9 a 10 va a la cuesta de Cervezas Alhambra. Un día me contó, muy contento, que estaban esperando un niño:
- ¿Cómo se llama tu mujer?
- Cyntia
- ¿Y estáis casados?, ¿por la Iglesia?
- Sí, sí: nosotros católicos, muy católicos
 
Tú sigues, yo me voy. No perder la pista
 
Y llegó el momento de mi jubilación…
- Jonathan, ya no voy a pasar más a esta hora por aquí. ¿Tú tienes teléfono?
- Muy malo, pero tengo.
- Pues dámelo, que quiero saber cómo estáis y cuando tengáis la niña, quiero saber todo de Cintya y del bebé.
De vez en cuando les llamaba y quedamos un día en Navidad.
 
En junio me llamaron: A ver si venís a casa para que conozca a Trini.”, que así habían llamado a la pequeña. Esa misma tarde vinieron a merendar. Me estuvieron contando con su media lengua muchas cosas de cómo vivían, de cómo era su casa… Se iban arreglando con lo poco que tenían y a veces iban a la parroquia para que les dieran alimentos. En un momento, ella me dijo con un poco de vergüenza:
-Le queríamos pedir un favor
-Si está en mis manos…
-Vamos a bautizar a Trini (a Trinity, porque ella dice Trinity) y queríamos que usted fuera la madrina.
-Ese es un favor que hago encantada… para mí eso no es un favor, es un privilegio.
Habían pensado en mí porque el párroco les había recordado que, para la elección de los padrinos, los padres tienen que pensar en alguien capaz de ayudarles en la educación cristiana de sus hijos.
 
El bautismo
 
Fuimos la víspera a la iglesia y el sacerdote se rió mucho con nosotros. Nuestra Trinity corría a sus anchas mientras el sacerdote les explicó muy bien en qué consistía el sacramento del bautismo. El padrino también estaba allí; un amigo suyo que tiene una tiendecita de productos asiáticos.
 
Mientras asisto, en esta tarde de agosto, al bautizo de Triny, se me hace presente en un instante toda la historia anterior, como una película, y doy gracias a Dios por el encuentro, le pido para la niña lo mejor, para los padres también, me conmueve profundamente el compromiso que me encargaron desde el cielo, y…miro al futuro.


 

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