Historia de misericordia

Era gay y no católico. La "teología del cuerpo" colaboró en su conversión

15 de mayo de 2015

Andrew Comiskey era un gay activo, pero Dios salió a su encuentro. Luego fundó un programa de ayuda que por más de treinta años acoge, acompaña y entrega herramientas a quienes sufren problemas con su identidad sexual… no sólo homosexuales que sufren le visitan.

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Andrew Comiskey habla de  su viaje hacia Dios, centrado en Cristo, que le llevó a crear el programa de apoyo “La corriente del desierto”.

Andrew Comiskey era un gay que en un punto de su vida abrió la puerta a Cristo y esto inició en él un proceso que lo transformó. Basado en su experiencia gestó en 1980 el programa “La corriente del desierto”, respondiendo al desafío que junto con su esposa, Annette, recibieron de su pastor. Así, iniciaron un grupo de apoyo, sanación y liberación (en Hollywood Este, CA) para hombres y mujeres que buscan honestamente la luz de Jesús para enfrentar y resolver problemas con su identidad sexual o atracciones sexuales no deseadas.

El primer grupo se convirtió en varios grupos y al paso de los años Dios continuó llamando a Andrew, quien inició su camino de conversión al catolicismo el año 2008. Esta experiencia dio nuevas luces a lo que hoy es el programa “Living Waters” (Aguas vivas). “Para sanar son claves la honestidad, la buena voluntad, la confesión, el perdón, la oración eficaz y aprender a establecer límites sanos en sus vidas”, cuenta Andrew.

El programa que se propone, dice Andrew, su gestor, es una especie de “práctica pastoral que muestra cuán efectiva es la teología del cuerpo de san Juan Pablo II Papa”. La propuesta busca “potenciar la femineidad y la masculinidad desde la verdad y honestidad de la persona”, enfatiza Comiskey.

Precisamente en su blog Andrew pone de relieve que hoy muchos cristianos “creen estar en el lado correcto de la historia apoyando el matrimonio gay”, pero olvidan -puntualiza- que   “a Jesús no se le puede engañar”.

Liberando heridas del pasado

En la medida que Andrew se ha entregado al acompañamiento de otros, también refuerza aquello que ha descubierto y optado como bueno para su vida. “Mi alegría  por la curación de los demás -dice al respecto en su blog personal- surge de un compromiso continuo por superar la homosexualidad y amar a mi esposa e hijos como un hombre sustancialmente íntegro”.

Se convirtió al catolicismo, dice, leyendo las reflexiones de Juan Pablo II sobre la teología del cuerpo y los textos de sor Faustina Kowalska sobre la misericordia de Dios…
 “Descubrí que la comunidad de la Iglesia es el lugar para la gente que quiere tratar heridas que en sus corazones distorsionan la verdadera imagen del hombre y la mujer. Fue fundamental cuando comprendí lo que nos recuerda sor Faustina… puesto que si no se puede huir de Dios, debemos recurrir a su misericordia”.

Se trata, dice, de aceptar vivir según  el plan de Dios. “Como seres humanos no estamos condenados a sucumbir a ciertos deseos que deshumanizan. No tenemos que vivir en la oscuridad de nuestras heridas del pasado”.

Hace treinta años Andrew rompió con su vida gay y en Pascua de Resurrección del año 2011 recibió los sacramentos en la Iglesia. Este paso, dice, fue posible sólo gracias a que el Espíritu Santo lo dirigió… “y me rendí”, acota. “Me encanta la centralidad en Cristo, la celebración Eucarística, Palabra y Pan de Dios, cada día”, señala sobre su ser católico este hombre, hoy esposo y padre de familia que tuvo una infancia carente, como él apunta, de la “fuerza tierna” que sólo un padre puede y debe dar a sus hijos...
 
La vida, un continuo camino de conversión
 
“Yo no diría que tuve un comienzo traumático o dramático. De hecho creo que tuve un muy buen comienzo. Mis padres estaban ambos en casa, lo cual agradezco tanto. Tenía dos hermanos y una hermana menor. Mis hermanos mayores eran un equipo y del tipo duro. Y yo, crecí sintiéndome excluido. Ellos se unían. Eran más bulliciosos y agresivos que yo. En general yo era el costal y ellos los boxeadores. La vida, no era mala, pero fue lo que me dio un sentido de que no era apto para convivir con los chicos. Y mi hermana, la menor, tenía su propio mundo. Si había un déficit a nivel paternal, era que no había mucha intervención del padre. Él tenía que trabajar muy duro, estaba buscando otras cosas en su vida, como educación y cuestiones así. Básicamente me sentí sólo, con un sentido creciente de sentirme inferior en relación a mis hermanos."

"Tenía un amigo en la primaria. Solo éramos amigos, no era nada más, pero por ahí como en quinto o sexto grado empezamos a experimentar uno con el otro, cuestiones que, tal vez para otro chico no habrían dejado una marca, pero para mí puso algo en movimiento… (Si deseas continuar leyendo el testimonio completo que Andrew narra, pulsa aquí).


 

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