Sed de Dios

Era judío ortodoxo, hasta que la Santísima Virgen María se le apareció en sueños

13 de noviembre de 2015

Roy H. Schoeman, educado como un judío conservador no lograba encontrar ´su´ sentido en esta vida. La Madre del Salvador vino en su auxilio en una experiencia mística determinante.

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Es el propio converso,  Roy H. Schoeman, quien testimonia narrando esta historia en primera persona…

 
Mis padres eran judíos observantes en Europa, que huyeron a U.S.A. para escapar del Holocausto. Fui criado como un judío “conservador", y era bastante pío por naturaleza; también muy entusiasta en la instrucción religiosa que recibí y las actividades religiosas en las que participé. Asistí al programa de educación religiosa de la escuela vespertina judía en mi sinagoga ("Hebrew School") durante toda la escuela secundaria. Era muy cercano a mi rabino y a varios de los seminaristas que eran mis profesores en la Hebrew School…

Al crecer, yo era inusualmente devoto y apasionado acerca de Dios y el judaísmo, aunque el contexto suburbano y conservador en que estaba, realmente no aportaba a una vida de piedad, fe y oración. En mi último año de secundaria conocí a un muy carismático rabino jasídico místico (Shlomo Carlebach) que solía recorrer el país dando “conciertos", que eran realmente encuentros de oración que él presidía, tocando guitarra y cantando canciones jasídicas de adoración, mezclado con relatos religiosos y enseñanzas. Tenía un gran número de seguidores entre los hippies judíos y estudiantes universitarios. Empecé a seguirlo y pasé el verano siguiente viajando en su séquito. Quería vivir mi vida para Dios y con Dios, y mientras estuve en Israel consideré abandonar mis planes de ir al M.I.T. y permanecer en Israel, estudiando en una de las yeshivá de Jerusalén (que son escuelas donde jóvenes dedican su tiempo a la oración y el estudio religioso, lo más cercano que el judaísmo tiene a la vida religiosa). Pero me decepcioné por cierta esterilidad y frialdad que vi en ellos, y que no reflejaban una verdadera intimidad con Dios.

Así regresé a los EUA e ingresé al M.I.T. Me sentía muy perdido... Aunque intenté mantener mi orientación religiosa, …pronto mi religiosidad se mezcló con la cultura de drogas y “amor libre” que era rampante; luego degeneró en la inmoral y vaga “espiritualidad” hippie de la época. Mi sed de Dios se satisfizo, por mucho tiempo, con las falsas consolaciones y espiritualidad ilusoria de ese ambiente.
 

 
Una búsqueda con sed de trascendencia
 
Los quince años siguientes, viví mi vida en una tremenda tensión interna. Tenía un anhelo trascendencia… pero no tenía conocimiento acerca de para qué era realmente ese anhelo, y por lo mismo ninguna idea de la dirección en que debía ir.

Por unos pocos años, mientras trabajaba como programador, viví para el montañismo, gustando la emoción y sentido del peligro. Mis logros anestesiaban mí sed existencial. En 1978 volví a la Escuela de Negocios de Harvard por un M.B.A., pero los sentimientos pasajeros de éxito que esto me produjo, no aplacaron mi anhelo espiritual. Todo lo que intentaba, fuere un cambio de carrera, o una relación romántica, sólo producía una ilusión momentánea que pronto desaparecía, dejándome con la desesperada sensación de que había algo más. Por eso es que nunca me asenté en una carrera o me casé.

En la Harvard Bussines School me fue extraordinariamente bien. Gané la mayoría de los premios y me gradué con “Alta Distinción". Poco después me invitaron a unirme a la facultad, y lo hice, enseñando el curso sobre marketing en el programa del M.B.A. Pero incluso el éxito de ser un profesor en la Escuela de Negocios de Harvard, y uno muy popular, a los 30 años de edad, no mermaron mi sensación de falta de sentido…
Fue por esta época que me involucré con mi última “falsa consolación", mi última errada dirección para otorgar significado a mi vida. Desde niño, había sido un esquiador entusiasta, pero lo dejé después de partir a la universidad. Ahora lo retomé con nuevos bríos. Apoyando mis finanzas con una consultoría, pasaba la mayor parte de cada invierno esquiando en los Alpes. Por unos pocos años, viví para esquiar, encontrando bastante consuelo en la emoción física, la velocidad, la estética, el sentido de logro, la camaradería, calmando mi sed de trascendencia.

Por supuesto, Dios estaba usando todo en mi vida para atraerme a Él, y pronto daría fruto. Fue cuando estaba en la espectacular belleza natural de los Alpes que volví a ser consciente de la existencia de Dios por primera vez desde la universidad. Recuerdo la escena:
Estaba arriba en la montaña, todavía muy por encima de la línea de árboles, poco después de la puesta de sol, con el cielo iluminado con un suave rojo y la nieve y el granito, brillando azul en el ocaso. Mi corazón se abrió con gratitud, y supe que tal belleza había sido creada por Dios. Vale la pena señalar que el área de Austria en la que estaba todavía era profunda y piadosamente católica, con hermosos crucifijos en todas partes, tanto dentro de las casas, hoteles y restaurantes, como a lo largo de caminos y senderos. Incluso en el pueblo de ski, la Iglesia estaba llena para la misa dominical. (De hecho en el hostal donde me quedaba, un crucifijo de madera colgaba sobre mi cama. Cada tarde cuando volvía a la habitación lo quitaba y lo ponía en un cajón ¡no quería dormir bajo una cruz! y al día siguiente encontraba que había sido vuelto a colgar sobre la cama, por la devota y anciana mujer en cuya casa me estaba quedando.
 
La certeza de que Dios existe y le ama
 
Al cabo de unos pocos años de vivir para el ski, eso también comenzó a cansarme; me puse más y más abatido. Mi único consuelo era pasar el tiempo solo en la naturaleza, intentando recapturar el consuelo que había sentido en los Alpes. Durante la primavera de 1987 tomé unos días libres y fui a Cape Cod. Estaba caminando temprano en la mañana, en los bosques justo al volver de la playa, cuando Dios intervino, dramática y claramente, en mi vida para devolverme y ponerme en el camino correcto. Mientras caminaba, perdido en mis pensamientos, me encontré en la presencia inmediata de Dios. Fue como si “cayera en el Cielo". Todo cambió de un momento a otro, pero de una forma suave y sutil de modo que yo no estuve consciente de ninguna discontinuidad. Me sentí en la presencia inmediata de Dios. Estaba consciente de su infinita exaltación, y de Su infinito y personal amor por mí. Vi mi vida como si estuviera observándola después de morir, en Su presencia, y podía ver todo con lo que sería feliz y todo lo que desearía haber hecho diferente. Vi que cada acción que había hecho alguna vez importaba, para bien o para mal. Vi que todo lo que había sucedido en mi vida había sido perfectamente diseñado para mi propio bien, por la mano infinitamente sabia y amante de Dios, no sólo incluyendo sino especialmente aquellas cosas que en su tiempo yo había pensado que eran las más grandes catástrofes. Vi que mis dos mayores remordimientos al morir sería cada momento que había perdido no haciendo nada de valor a los ojos de Dios, y todo el tiempo y energía que había perdido preocupándome de no ser amado cuando cada momento de mi existencia estaba sumergido en un mar infinito de amor, aunque no lo supiera. Vi que el significado y propósito de mi vida era adorar y amar a mis Señor y Maestro, en cuya presencia me encontraba. Quise conocer Su nombre, para poder adorarlo adecuadamente, y así poder seguir “Su religión". Recuerdo haber rezado en silencio:

“Dime tu nombre. No me importa si eres Apolo, y tengo que hacerme pagano romano. No me importa si eres Krishna, y tengo que convertirme en Hindú. No me importa si eres Buda, y tengo que ser budista. ¡En tanto no seas Cristo y tenga que hacerme cristiano!”

(Los lectores judíos pueden identificarse con esta profundamente asentada aversión al cristianismo, basada en la errada creencia que es el enemigo que está tras dos mil años de persecución de los judíos).

Él no me dijo Su nombre. Obviamente, yo no estaba listo para escucharlo, mi resistencia en ese momento todavía era demasiado grande. Pero supe, desde ese momento en adelante, el significado, propósito y meta de mi vida; y esa sensación no se ha atenuado o disminuido, aunque el estado inmediato de percepción pasó.

Cuando volví a mi casa, todo era diferente. Recuerdo llamar a mi madre y decirle “¡Mamá, tengo excelentes noticias! ¡Todo es verdad! Nunca mueres…” sólo para encontrar un silencio lapidario. Nunca se me ocurrió que ella no me creyera, después de todo ¡Yo lo sabía por mi experiencia directa! Aunque volví a mi consultoría, todo era diferente ahora, e inicié una búsqueda directa para encontrar a mi Señor, Maestro y Dios a quien había encontrado en la playa aquel día.

Como interpreté la experiencia como “mística", busqué inicialmente en el misticismo, lo que me llevó a muchos callejones sin salida. Antes de mi experiencia, no había tenido ningún interés en el misticismo ni en ninguna de las religiones New Age o prácticas de meditación o en el ocultismo, y esas fueron las primeras con que me encontré. Pasé algunos meses revisando esta dirección, esencialmente hinduismo disfrazado.

La Santísima Virgen María le lleva a Dios

Pero cada noche antes de ir a dormir, decía una breve oración para conocer el nombre de mi Señor y Maestro y Dios a quien había conocido en la playa. Un año después del día de la experiencia inicial, fui a dormir después de decir esa oración, y sentí como si me despertara una mano gentil en mi hombro, y acompañado a una habitación donde fue dejado solo con la más hermosa joven que podía imaginar. Supe sin que nadie me dijera que ella era la Bendita Virgen María. Me sentía completamente despierto (y mi memoria es como si hubiera estado despierto), aunque estaba soñando. Recuerdo que mi primera reacción, estando ahí impresionado por su presencia y grandiosidad, fue ¡al menos yo supiera el Ave María para poder honrarla! Ella ofreció responder cualquier pregunta que tuviera.

Recuerdo haber pensado qué preguntar, hacer las preguntas, y sus respuestas. Luego de hablarme un poco más, la audiencia terminó. Cuando desperté a la mañana siguiente, estaba perdidamente enamorado de la Bendita Virgen María, y supe que el Dios que había conocido en la playa era Cristo, y que todo lo que quería era ser tan cristiano y tan buen cristiano como fuera posible.

Todavía no sabía nada acerca del cristianismo, ni la diferencia entre la Iglesia Católica y cualquier de las cientos de denominaciones protestantes. Me tomó otros dos años encontrar mi camino a la Iglesia Católica, guiado por mi amor y reverencia a la Bendita Virgen María.


Fuentes: Portal Salvation is from the Jews, versión al español de Infocatólica en adaptación breve de Portaluz.


 

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