Bartolo Longo

Era sacerdote satánico, pero gracias al rosario murió santo

09 de octubre de 2015

"A punto de perecer en aquella tremenda y decisiva lucha, vencido por el enemigo, levanté mis ojos llorosos y mis manos suplicantes al cielo, dirigiéndome hacia la soberana y piadosísima Consoladora de los afligidos…"

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¿Quién podría quedar impávido al conocer la historia de un hombre quien de sacerdote que adoraba al demonio, gracias al rosario, murió santo?

Bartolo nació en Italia en un hogar muy católico donde a diario rezaban el rosario. Pero cuando tenía apenas diez años de edad murió su madre y con su ausencia, Bartolo fue descuidando hasta el extremo su vínculo con Dios.

Se educó con los escolapios y llegó a la Universidad de Nápoles todavía con fe, pero cuando estaba cursando sus últimos cursos en Derecho su fe se quebró. Transcurría el año 1863, cuando -influenciado por profesores liberales de una época donde la modernidad se construía atacando a la Iglesia-, leyó Vida de Jesús de Ernest Rénan (1823-1892); el libro de propaganda anticristiana más célebre del siglo XIX francés. Bartolo se tragó todo lo que en el texto se decía, hasta el punto de concebir un odio visceral contra la religión católica.

Seducido por estas nuevas ideas, pronto hizo amistades con otros que estaban más adelantados que él… Así accedió a encuentros clandestinos donde se mezclaban ritos que incluían orgías sexuales, con espiritismo y adivinación. Fueron como una droga para el joven Bartolo.

No se detuvo a reflexionar. Fascinado, pronto ascendió en aquella secta satánica y pidió ser ordenado como sacerdote de esa logia que le hermanaba con otros devotos del demonio. En sus escritos posteriores, Bartolo recordará cómo  en el momento de ser ordenado… “Las paredes temblaban, escuchaba voces extrañas y tenía visiones”, al punto que se desmayó de terror.

Luego –aunque enfermo y atormentado- cumplía con su amo, el Padre de las Mentiras, realizando misas negras y actos blasfemos para ridiculizar la fe católica en público y atraer nuevos devotos a las falsas promesas del satanismo.
 
En medio de la tormenta

Durante dos años vivió esclavo del Satanismo. Su salud física y mental se deterioraba, sin que Bartolo reaccionara. Fue un antiguo profesor, amigo de la familia, Vincenzo Pepe, un buen católico, quien al verle pálido y demacrado le espetó unas palabras que estremecieron a Bartolo: "¡Vas a morir en el manicomio, y además te vas a condenar para toda la eternidad!".

Ante la verdad dicha con bondad, el futuro beato sintió cómo se revolvía el mal en su interior y deseó expulsarlo. Aquello bastaba para comenzar la liberación... Su amigo Vincenzo le llevó entonces donde el padre Alberto Radente, dominico, que le ayudaría a reemprender el camino a casa. Toda la familia de Bartolo celebró esa decisión, pues desde que vieron su transformación no habían dejado de rezar por él. Como en el caso de Santa Mónica y su hijo San Agustín, la oración había hecho un milagro de conversión. El día del Sagrado Corazón de 1865 se confesó y volvió al amor de Dios, aunque sus luchas interiores continuarían.


Salvado por mediación de la Santísima Virgen María

En los años posteriores, Bartolo Longo intensifica su vida cristiana hasta comprometerse como terciario dominico en la festividad de la Anunciación, en 1871. Para señalar su gratitud a la Santísima Virgen María y retorno a la devoción gustada en su primera infancia, tomó por nombre el de ‘hermano Rosario’ y en sus escritos lo explica:

"No puede haber ningún pecador tan perdido, ni alma esclavizada por el despiadado enemigo del hombre, Satanás, que no pueda salvarse por la virtud y eficacia admirable del santísimo Rosario de María, agarrándose de esa cadena misteriosa que nos tiende desde el cielo la Reina misericordiosísima de las místicas rosas para salvar a los tristes náufragos de este borrascosísimo mar del mundo", escribió.

Para reparar el mal causado, acudía a defender la religión y dar testimonio de su conversión, en los mismos lugares públicos donde antes se había mofado. Además trabajaba como abogado, y precisamente llevando un caso de una cliente, Marianna Farnararo, condesa De Fusco (1836-1924), con quien contraería matrimonio años más tarde, acudió al Valle de Pompeya, donde su fe sería probada y dejaría una impronta de bien y devoción para las generaciones futuras...
 
La noche oscura donde madura la fe

En aquellos años seguía atormentado por el pasado y dudando de su salvación eterna, a pesar de haber abandonado lo que denominaba "tenebrosa selva de errores en la que se había perdido miserablemente como secuaz de las impías y funestas teorías del magnetismo y espiritismo".

El 2 de octubre de 1872, sintió una gran turbación que le obligó a salir de la casa y caminar hasta un lugar apartado, en mitad del campo. Así cuenta él mismo lo que sucedió:

"Las henchidas olas de profunda tristeza, que vinieron a caer sobre mi atribulado corazón, estuvieron a punto de sumergirme en el infierno de la desesperación... Era tan vehemente, tan agitada la palpitación de mi angustiado corazón, que me parecía quería salirse de los estrechos límites de mi pecho. En medio de tan indecible aflicción de mi espíritu creí escuchar aquellas consoladoras palabras... Si quieres salvarte, propaga la devoción del santo Rosario: es promesa de María. ¡No puede perecer el que propaga una devoción que es tan grata a todo el cielo! Estas palabras vertieron sobre mi atribulado corazón el más dulce bálsamo de consuelo, que mitigó todos sus padecimientos, convirtió todas sus amarguras en la más suave alegría, endulzó todas sus tristezas... “

"El homicida del género humano, que me tenía esclavizado bajo su tiránico poder, previó sin duda su derrota, si yo secundaba fervoroso y con verdadero celo la divina idea: y temeroso de soltar la presa, me estrechaba más y más, y como haciendo sus últimos esfuerzos, entre los pavorosos anillos y espantosas espiras de sus infernales cadenas. Era la última lucha, lucha terrible, decisiva. “

"A punto de perecer en aquella tremenda y decisiva lucha, vencido por el enemigo, levanté mis ojos llorosos y mis manos suplicantes al cielo, y dirigiéndome hacia la soberana y piadosísima Consoladora de los afligidos, le dije con la energía y el ardor que inspiran el peligro y la desesperación: Si es verdad que habéis prometido a vuestro gran siervo santo Domingo que se salvará el que propague el santo Rosario, yo me salvaré ciertamente, porque no abandonaré este lugar sin haber propagado antes esta saludabilísima devoción".

La Madonna del Rosario en Pompeya

Luego de aquella experiencia mística Bartolo comenzó su apostolado mariano difundiendo la devoción al Rosario en todo el Valle de Pompeya, en particular entre las gentes más pobres. Había palpado durante su estancia allí el descreimiento de las gentes y la desidia del clero, lo cual estaba descristianizando la zona a toda velocidad. La condesa De Fusco, que era terciaria del Sagrado Corazón, se convirtió en su gran aliada, y formaron una pareja muy bien compenetrada.

En 1875 llegó a Pompeya el cuadro de la Madonna del Rosario, hoy una de las imágenes marianas más veneradas de Italia. Y en 1876 se puso la primera piedra del Santuario, que fue consagrado en 1891.

Bartolo había emprendido además varias acciones para difundir el rezo del rosario... como predicar él mismo a los campesinos; fundar un periódico para expandir la devoción y evangelizar; creando una Novena del Rosario de la que se han hecho novecientas ediciones en veintidós lenguas. De una de sus obras, Los quince sábados del Santo Rosario (otra de las devociones que propagaba), se vendieron en apenas un lustro 240.000 ejemplares.

Un apóstol hasta el último instante de vida

Naturalmente, el gran adversario de Longo, el demonio, no se quedó quieto, e inspiró maledicencias contra la condesa y contra él. Informado de las calumnias, León XIII le dispensó del voto de castidad que había hecho y aconsejó que se casaran, lo que Marianna y él hicieron en 1885.

Mientras, Nuestra Señora del Rosario mediaba ante Dios quien obraba un milagro tras otro (el primero fue la curación de una niña de 12 años, Clorinda Lucarelli, de una epilepsia) y se multiplicaba su devoción en toda Italia, los Longo fundaban orfanatos, centros de artes y oficios para niños pobres y otras obras de caridad. Bartolo se confesaba dos veces por semana y se le vio alguna vez en éxtasis.

Pero Lucifer no había olvidado su derrota y continuó suscitando murmuraciones contra él. Llegó a ser acusado de mala administración de los bienes de caridad que gestionaba. Aunque fue absuelto de todos los cargos, en 1906 se desprendió de todas las obras de beneficencia, que cedió al delegado pontificio. Y él, aunque siguió colaborando con ellas, se concentró en el periódico El Rosario de la nueva Pompeya.

Murió el 5 de octubre de 1926 con estas palabras en los labios:

"Mi único deseo es ver a María, que me salvó y me salvará de las garras de Satanás".

El 26 de octubre de 1980 fue beatificado por Juan Pablo II, quien proclamó en la homilía que "puede ser definido verdaderamente como ´el hombre de la Virgen´... Con la mano en las cuentas del rosario, nos dice: ´Despierta tu confianza en la Santísima Virgen del Rosario´". Y, de hecho, su festividad, el 5 de octubre, precede sólo en dos días a la de su amada madre, la Virgen del Rosario.


Fuentes: Catholic Stand, Cari Filii, Santuario di Pompei

 

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