Es médico jubilado, buscaba donde seguir haciendo el bien y lo halló en un hospital para los pobres de Benin

01 de septiembre de 2017

Benin, que fue uno de los principales países desde los que se capturaron esclavos para América y Europa…

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¿Por qué, o cómo, acaba un cirujano en Benin? Jorge Parise lo explica con mucha naturalidad en diálogo con el diario digital español Religión en Libertad. Él ya intentó llevar a cabo esta misión en otros países de África sin éxito, pero, después de leer un libro sobre Benin, acudió al capellán del hospital en el que trabajaba. El recuerdo le divierte: “Casualmente, él era también de Benin”.
 
Decidió entonces seguir tirando de ese hilo “providencial” y acertó a preguntar si existía un centro u hospital en el que poder ayudar a la población local. “En diez minutos, de la nada, teníamos organizada una campaña sanitaria”, me cuenta. El hospital es muy importante en varios niveles y la sanidad es crítica, afirma Jorge.
 
 En septiembre vuelve a partir. Su recuerdo y su “experiencia de experiencias” es lo que me genera la sed de pedirle que me rescate una: “Una vez vino una madre con un niño y empezó a hablarme en uno de los 72 dialectos que conviven en Benin. Yo no entendía, así que le señalé con el dedo y ella me indicó con el suyo lo que le pasaba. La pude atender a través de los gestos. Al acabar, puso la mano en su frente y se inclinó. Yo sólo lo pude entender como su manera de darme las gracias.”

Jorge también nos explica cómo es la relación con los habitantes de Dangbo, donde está el hospital: “Vamos a las misas del pueblo, de tres horas, con mucha música y alegría. Siempre nos hacen referencia, pero no nos alaban, sino que dicen: ‘¡Qué bien que hayáis venido!’ Estamos muy integrados. Creo que conozco a más gente en Dangbo que en Torrelodones, y llevo 40 años viviendo allí”.
(…)

¿En qué momento acude Jorge Parise a Benin, por qué y cómo empieza la organización?
 Llevaba unos cuantos años operando en Kenia y Camerún. En Kenia no pudo salir adelante el proyecto por problemas locales y en Camerún no había pacientes de cirugía infantil en el hospital al que fui.
De manera muy casual, a la semana de haber leído un libro de un misionero de la Sociedad Misionera Africana, que contaba la historia trágica y muy bella de Benin, que fue uno de los principales países desde los que se capturaron esclavos para América y Europa, conocí al capellán del Hospital 12 de octubre, donde trabajaba hasta que me jubilé, que también era de Benin. Me pareció una coincidencia demasiado grande. En ese mismo momento, en noviembre de 2013, llamamos por teléfono al Hospital del Amor Redentor, en Dangbo. La directora es religiosa y médico, y depende de la diócesis de Portonovo, la capital de Benin.
Le pregunté si había alguna posibilidad de ir a operar allí, si había alguna instalación más o menos adecuada. Me contestó que sí, que me esperaban en febrero de 2014. Así, en diez minutos, de la nada organizamos una campaña. Se puede decir que fue casual o providencial, cada uno según lo vea, pero encontrar un sacerdote de Benin, después de haber leído sobre Benin... (ríe).
Después, hicimos una campaña en diciembre de ese año y seis campañas el año siguiente. Y este año vamos a hacer, en colaboración con otras asociaciones, unas ocho campañas más.
Fue con una facilidad asombrosa cómo salió el proyecto. Lo empezamos el doctor Carlos Ortiz Johansson, del hospital de Vallecas, que operaba conmigo en África. Con la voluntad de ponerlo en marcha y las donaciones de la gente, conseguimos estar operando alrededor de 50 pacientes por campaña.
 
¿Por qué es tan importante conseguir la máquina de rayos X?
 Tenemos en marcha dos proyectos. Uno es para mejorar la luz del hospital, porque hay electricidad del Estado, pero se corta cada cinco minutos cuando estamos operando y afecta a los aparatos que tenemos. Uno de mis nietos hasta me regaló una linterna de minero para cuando volviera a Benin.
Instalar una máquina de rayos X en el hospital es fundamental. En toda la región no hay ni una sola. En la capital, hay dos o tres sitios donde hacen radiografías, pero son muy caras y de mala calidad, poco accesibles para la gente de Benin. Por un lado, los pacientes se beneficiarían de ello, pero también el hospital.
(…)

Es muy importante lo que da un profesional sanitario en África, ¿pero qué recibe él?
 Que la vida continúa. Es una clase de intercambio. Yo sé hacer operaciones y lo doy, porque en mi casa sé dormir, leer... Ellos simplemente te dan una sonrisa, una mirada, confianza. Yo no hablo mucho francés y ellos algunas veces tampoco, pero hay un idioma que no se habla y en el que te entiendes. Una vez vino una madre con un niño y empezó a hablarme en uno de los 72 dialectos que conviven en Benin. Yo no entendía, así que le señalé con el dedo y ella me indicó con el suyo lo que le pasaba. La pude atender a través de los gestos. Al acabar, puso la mano en su frente y se inclinó. Yo sólo lo pude entender como su manera de darme las gracias.


 

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