Testimonio de Sarah Salviander

La conversión de una Astrónoma y Astrofísica en 7 palabras: "Los cielos cuentan la gloria de Dios"

16 de octubre de 2015

Era una atea declarada. Una investigación científica y una gran tragedia le llevaron a la fe.

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Astrónoma y astrofísica, profesora universitaria e investigadora. Este es el currículum de la estadounidense Sarah Salviander. Sin embargo, ahora hay que añadirle el regalo de la fe que le ha llevado a dar este testimonio…
 
Su conversión fue vivida en un proceso de años. Acostumbrada al criterio de análisis y reflexión científico fue poco a poco sumando evidencias que desmontaron su duro caparazón que le hacía rechazar el cristianismo como algo “arcaicoe inventado para “necios y débiles”.
 
Criada en una cultura laica
 
Sarah es investigadora en el Departamento de Astronomía de la Universidad de Texas y profesora de Astrofísica de la Universidad de Southwestern. Pero para entender su reciente conversión hay que remontarse a su infancia, fuente de las hostilidades contra la iglesia. Destaca que sus padres “eran ateos”, pero que también influyó la cultura laica al haber nacido, dice, “en Estados Unidos” y “criada en Canadá”. 
 
“Es increíble cómo durante los primeros 25 años de mi vida sólo conocí a tres personas que se identificaran como cristianas. Mi visión del cristianismo era muy negativa y mirando atrás me doy cuenta de que era debido a que absorbí la hostilidad general e inconsciente hacia el cristianismo común en Canadá y Europa”, cuenta Sarah. Su planteamiento entonces era claro: “no sabía nada del cristianismo” pero le parecía hecho para los “débiles y los necios”.
 
Con este pensamiento y tras abrazar la filosofía racionalista, Sarah Salviander se trasladó a Estados Unidos para estudiar en la universidad. Pronto se fue desencantando con el racionalismo y su incapacidad para responder a las preguntas importantes de la vida. Los veía además, como personas infelices e insatisfechas, comenta.
 
Así la física y las matemáticas fueron su refugio. Pero también en los clubes universitarios comenzó a tener nuevos amigos, vitales para su posterior conversión. “Por primera vez en mi vida conocí a cristianos. No eran como los racionalistas: eran  alegres, felices e inteligentes”, cuenta  Sarah. Un segundo impacto vino al descubrir que profesores suyos a quienes admiraba, eran cristianos. “Su ejemplo comenzó a tener influencia en mí y comencé a ser menos hostil al cristianismo”.
 
Una investigación y un libro
 
Más adelante participó en una beca de investigación en la Universidad de California uniéndose a un grupo que estudiaba el Big Bang. Estudiar el nacimiento del universo le hizo mella… “empecé a sentir un orden subyacente del universo. Sin saberlo, se despertó en mí lo que el salmo 19 dice claramente: Los cielos cuentan la gloria de Dios; y el firmamento anuncia la obra de sus manos”.

Este suceso, reconoce,  abrió una grieta en su corazón, hasta entonces blindado. “Me di cuenta que el concepto de Dios y la religión no eran tan filosóficamente triviales como yo había pensado”.
 
Su último año de carrera recibió otro misil espiritual. Conoció a un estudiante, finlandés, también había crecido en un ambiente ateo. Pero él ya se había convertido. Ese joven es hoy su esposo. “A pesar de que yo no era religiosa, me sentí reconfortada al casarme con un hombre cristiano”, afirma Sarah en su testimonio.
 
Como ella misma cuenta la penúltima parada de su camino hacia la fe fue su encuentro con un libro, La Ciencia de Dios, de Gerald Schroeder, físico del prestigioso MIT y teólogo. “Estaba intrigada por el título pero algo me impulsó a leer, tal vez la nostalgia de una conexión más profunda con Dios. Todo lo que sé es que lo que leí ha cambiado mi vida para siempre”, afirma Sarah.
 
El dolor, la última estación de su conversión
 
Sin embargo, el punto de inflexión y la última parada de este viaje fue el más contundente pero también el más doloroso. Sólo así llegó verdaderamente su conversión. Ella enfermó de cáncer y su marido también sufrió otra grave enfermedad, aunque con el tiempo ambos sanarían. Pero luego vino otro acontecimiento de inesperado dolor cuando su hijo de seis mes enfermó y murió.
 
Cuenta Sarah que la muerte de Ellinor fue “la pérdida más devastadora de mi vida. Me llevó a la desesperación hasta que tuve una visión clara de nuestro niño en los brazos amorosos de su Padre celestial; solo entonces encontré la paz”. Finalmente había aceptado el regalo de la fe.
 
“Tras todas estas pruebas mi marido y yo no sólo estábamos más unidos sino también más cerca de Dios. Mi fe era real”, dice contenta esta investigadora, que ahora desde la universidad intenta dar respuesta a las profundas preguntas interiores y a la búsqueda que tantos jóvenes como ella anteriormente tenían y que no encontraban respuesta. “Me he dado cuenta que la atracción que siempre he tenido hacia el espacio no era más que un deseo intenso de conexión con Dios”, finaliza.


 

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