En Manila y todo el mundo

Los predilectos de Cristo, niños de la calle, al cuidado de padre Matthieu

08 de mayo de 2015

Él es un "cepa pura de Versailles". Hoy se esmera para ser un pura cepa del sacerdocio, en Manila. La Adoración Eucarística, incluso en los basurales, allí donde viven los pobres, es la mesa donde los reúne para "salvar sus almas" y nutrir la esperanza.

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Niños de la calle son los hijos por adopción del padre Matthieu Dauchez, un sacerdote francés que encontró en ellos el rostro de Cristo.

“Recuerdo que el primer hijo de las calles a quien conocí en Manila -cuenta el padre Matthieu a diario La Vie- me habló en Tagalo y yo no entendí una palabra de lo que dijo. Aún así, puse cara de no tener dificultades, para que él siguiera hablando y se sintiera escuchado, acogido. Estábamos sentados en los rieles de la vía férrea, cerca de un basural... Era mi primera vez, tenía que digerir lo que estaba pasando en este lugar. Yo deseaba que todos hubieran podido nacer en una familia como la mía, donde eres amado”.

Haciendo casi una caricatura de su historia natal el cura Dauchez dice ser un “cepa pura de Versailles” que dejó aquél lugar de ensueños para irse al seminario poco después de cumplir los 20 años. Luego de ser ordenado llegó a Manila (Filipinas) donde la realidad de la pobreza, la injusticia, lo desafió: “Descubrí que los niños, desde muy pequeños, habían experimentado algo tan inimaginable como las drogas, las pandillas y la prostitución”.
 
Con fe, adorando a Dios y amándolo en el prójimo
 
Matthieu convocó hace ya quince años la solidaridad de muchos y logró gestar así un plan de trabajo, para ayudar a estos niños. Convencidos de que la justicia de Dios Padre proclamada por Jesucristo es una realidad posible en este mundo, el sacerdote y una comunidad de creyentes de diversos países forjaron la Fundación TNK (Tulay NG  Kabataan – Un puente para los niños). Atienden integralmente a más de dos mil niños y adolescentes para liberarlos de las drogas, el abuso sexual, la prostitución, la pobreza y devolverles lo que en justicia les pertenece… su dignidad de hijos de Dios.

 Matthieu, con emoción, aproxima en palabras la realidad que en este instante padecen miles de niños, como los de Manila, en el mundo: “Los niños de la calle abandonan sus hogares porque son dejados por las mismas personas que deben mostrarles el amor más grande: sus padres. Así pierden la estima de sí mismos y se ven como objetos, objetos buenos para ser arrojados a la basura, ¡basura! Familias enteras viven en la basura. Y no es sólo un medio de vida. Se sienten rechazados por la sociedad de modo que llegan a verse a sí mismos como un cubo de basura. Los corazones de estos niños dejan de latir. Su vocación principal, que es nuestra vocación común de ‘amar y ser amados, está suspendida, mientras que su corazón se detiene y sienten ser sólo objetos, objetos a veces incluso sexuales, expuestos a depredadores por algo de dinero”.
 
Salvar sus almas
 
Pero la mirada del sacerdote -respecto de los niños a quienes sirve- está siempre puesta en un objetivo supremo que da real sentido a todo el quehacer de la fundación: “Salvar sus almas”.
 

Así lo testimonió a comienzos de este año al semanario Alfa y Omega Javier Pascual, coordinador de las ayudas desde España: “El padre Matthieu Dauchez no se reserva nada para sí, dedica toda su vida a los niños. Pero al mismo tiempo hace mucha oración, porque sabe que su misión es llevarlos a Jesucristo.  Como nos dijo una vez un sacerdote… No estáis aquí para sa­car a los niños de la calle. Estáis aquí para salvar almas. También por eso, cada semana padre Matthieu  organiza tres Adoraciones eucarísticas en los centros, para que todos los niños puedan participar en alguna; y, una vez al mes, en los basurales. Los educadores realizan su función, pero Él hace lo que ninguno puede: curar el corazón, que los niños puedan llegar a contarle todo lo que llevan dentro”.
 
El viernes 16 de enero de 2015, luego de celebrar una masiva eucaristía Papa Francisco se reunió allí en Manila con estos predilectos de Cristo y suyos, confiados a padre Matthieu. Pero fue el Santo Padre Francisco quien se llevó el mejor regalo de aquella visita...

“¡Es increíble!… le he podido apretar fuertemente entre mis brazos” decía con una gran sonrisa Alvin, de 10 años.


Para conocer y colaborar con estos niños puedes ingresar a los  siguientes sitios web:

Portal de la Fundación

Sitio de apoyo a la Fundación en español





 

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