En la Audiencia General

Papa Francisco valora el orar como Abraham, para fortalecer la esperanza

28 de diciembre de 2016

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Al celebrar la Audiencia General del último miércoles de diciembre – última también del año 2016 – en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano y en la que participaron varios miles de peregrinos procedentes de numerosos países, el Papa Francisco prosiguiendo con su ciclo de catequesis sobre la esperanza cristiana, se centró en la figura de Abraham. Y lo hizo a partir del pasaje del Libro del Génesis que relata la promesa del Señor acerca de su descendencia, en la que él creyó.

“Abraham en la fe, se dirige a Dios para que lo ayude a continuar esperando. Es curioso, no pide un hijo. Pide: Ayúdame a continuar esperando, la oración de tener esperanza”, destacó el Santo Padre. 

Señaló también el Papa que por parte de Dios nada ha cambiado. “Él continúa afirmando aquello que había dicho, y no ofrece puntos de apoyo a Abraham, para sentirse seguro. Su única seguridad es confiar en la palabra del Señor y continuar esperando”.

Al saludar a los peregrinos presentes, Papa Francisco invocó el auxilio de los “Santos Inocentes mártires, que hoy recordamos”, para que “ayuden a todos a estar firmes en la fe, mirando al Niño divino, que en el misterio de la Navidad se ofrece a toda la humanidad”.

Al finalizar el Vicario de Cristo oró a la Santísima Virgen María pidiéndole que con su ayuda… “el Señor nos custodie en la esperanza de la realización de sus promesas”.



 

Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
 
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
 
San Pablo, en la carta a los Romanos, nos recuerda la gran figura de Abraham, para indicarnos la vía de la fe y de la esperanza. De él el apóstol escribe: «Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones» (Rom 4,18); “esperando contra toda esperanza”: es duro esto, ¿eh? Esto es fuerte: no hay esperanza, pero yo espero. Y así nuestro padre Abraham. San Pablo se está refiriendo a la fe con la cual Abraham creyó en la palabra de Dios que le prometía un hijo. Pero de verdad era confiarse esperando “contra toda esperanza”, era tan imposible aquello que el Señor le estaba anunciando, porque él era anciano – tenía casi cien años – y su mujer era estéril. No lo ha logrado. Pero lo ha dicho Dios, y él creyó. No había esperanza humana porque él era anciano y su mujer estéril: y él cree.
 
Confiando en esta promesa, Abraham se pone en camino, acepta dejar su tierra y hacerse extranjero, esperando en este “imposible” hijo que Dios habría debido donarle no obstante que el vientre de Sara fuese como si estuviera muerto. Abraham cree, su fe se abre a una esperanza aparentemente irracional; esta es la capacidad de ir más allá de los razonamientos humanos, de la sabiduría y de la prudencia del mundo, más allá de lo que es normalmente considerado sentido común, para creer en lo imposible. La esperanza abre nuevos horizontes, hace capaz de soñar lo que no es ni siquiera imaginable. La esperanza hace entrar en la oscuridad de un futuro incierto para caminar en la luz. Es bella la virtud de la esperanza; nos da tanta fuerza para ir en la vida.
 
Pero es un camino difícil. Y llega el momento, también para Abraham, de la crisis de desaliento. Ha confiado, ha dejado su casa, su tierra y sus amigos. Todo. Y ha salido, ha llegado al país que Dios le había indicado, el tiempo ha pasado. En aquel tiempo hacer un viaje así no era como ahora, con los aviones – en 12 o 15 horas se hace –; se necesitaban meses, años. El tiempo ha pasado, pero el hijo no llega, el vientre de Sara permanece cerrado en su esterilidad.
 
Y Abraham, no digo que pierde la paciencia, sino se queja ante el Señor. Y esto aprendemos de nuestro padre Abraham: quejarnos ante el Señor es un modo de orar. A veces yo escucho, cuando confieso: “Me he quejado con el Señor…” y yo respondo: “No te quejes Él es Padre”. Y este es un modo de orar: quejarme ante el Señor, esto es bueno. Se queja ante el Señor y Abraham dice así: «Señor, respondió Abraham, […] yo sigo sin tener hijos, y el heredero de mi casa será Eliezer de Damasco (Eliezer era quien gobernaba todas las cosas). Después añadió: “Tú no me has dado un descendiente, y un servidor de mi casa será mi heredero”. Entonces el Señor le dirigió esta palabra: “No, ese no será tu heredero; tu heredero será alguien que nacerá de ti”. Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole: “Mira hacia el cielo y si puedes, cuenta las estrellas”. Y añadió: “Así será tu descendencia”. Abraham creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación» (Gen 15,2-6).
 
La escena se desarrolla de noche, afuera esta oscuro, pero también en el corazón de Abraham esta la oscuridad de la desilusión, del desánimo, de la dificultad de continuar esperando en algo imposible. Ahora el patriarca es demasiado avanzado en los años, parece que no hay más tiempo para un hijo, y será un siervo el que entrará a heredar todo.
 
Abraham se está dirigiendo al Señor, pero Dios, aunque este ahí presente y habla con él, es como si se hubiera alejado, como si no hubiese cumplido su palabra. Abraham se siente solo, esta viejo y cansado, la muerte se acerca. ¿Cómo continuar confiando?
 
Y además, ya este reclamo suyo es una forma de fe, es una oración. A pesar de todo, Abraham continúa creyendo en Dios y esperando en algo que todavía podría suceder. Al contrario, ¿para qué interpelar al Señor, quejándose ante Él, reclamando sus promesas? La fe no es solo silencio que acepta todo sin reclamar, la esperanza no es la certeza que te da seguridad ante las dudas y las perplejidades. Pero muchas veces, la esperanza es oscura; pero está ahí, la esperanza… que te lleva adelante. La fe es también luchar con Dios, mostrarle nuestra amargura, sin “pías” apariencias. “Me he molestado con Dios y le he dicho esto, esto, esto” Pero Él es Padre, Él te ha entendido: ve en paz. ¡Tengamos esta valentía! Y esto es la esperanza. Y la esperanza es también no tener miedo de ver la realidad por aquello que es y aceptar las contradicciones.
 
Abraham pues, en la fe, se dirige a Dios para que lo ayude a continuar esperando. Es curioso, no pide un hijo. Pide: “Ayúdame a continuar esperando”, la oración de tener esperanza. Y el Señor responde insistiendo con su improbable promesa: no será un siervo el heredero, sino un hijo, nacido de Abraham, generado por él. Nada ha cambiado, por parte de Dios. Él continúa afirmando aquello que había dicho, y no ofrece puntos de apoyo a Abraham, para sentirse seguro. Su única seguridad es confiar en la palabra del Señor y continuar esperando.
 
Y aquel signo que Dios dona a Abraham es una invocación a continuar creyendo y esperando: «Mira hacia el cielo y cuenta las estrellas […] Así será tu descendencia» (Gen 15,5). Es todavía una promesa, es todavía algo de esperar para el futuro. Dios saca afuera de la carpa a Abraham, en realidad de sus visiones restringidas, y le muestra las estrellas. Para creer, es necesario saber ver con los ojos de la fe; no solo estrellas, que todos podemos ver, sino para Abraham deben convertirse en el signo de la fidelidad de Dios.
 
Es esta la fe, este el camino de la esperanza que cada uno de nosotros debemos recorrer. Si también a nosotros nos queda como única posibilidad mirar las estrellas, entonces es tiempo de confiar en Dios. No hay una cosa más bella. La esperanza no defrauda. Gracias.
 

Saludo a los peregrinos
 

Al coincidir esta Audiencia General con la fecha del 28 de diciembre, fiesta litúrgica de los Santos Inocentes, mártires, el Papa los recordó en su saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, de los que dijo que son unos ‘valientes’:
 
«Un saludo especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados... yo los llamo los valientes, porque hay que ser valiente para casarse y para hacerlo para toda la vida: ¡qué bien!
 
Que los Santos Inocentes mártires, que hoy recordamos ayuden a todos a estar firmes en la fe, mirando al Niño divino, que en el misterio de la Navidad se ofrece a toda la humanidad. Queridos jóvenes, ustedes también sepan crecer como Él: obedientes a sus padres y listos para comprender y seguir la voluntad del Padre que está en los cielos. Queridos enfermos, les deseo que perciban, en el resplandor de la luz de Belén, el sentido de su sufrimiento. Y los exhorto a ustedes, queridos valientes a mantener con constancia, en la construcción de su familia, el amor y la dedicación, más allá de todo sacrificio. Y a no acabar nunca el día sin hacer las paces»...

«Con ustedes doy gracias al Señor por todo lo que nos ha donado a lo largo del año que está por terminar. Les deseo un santo y feliz Año Nuevo; que, con la ayuda de la Virgen María, el Señor nos custodie en la esperanza de la realización de sus promesas, firmes en la fe y siempre atentos a las necesidades de nuestros hermanos.
 
A cada uno de ustedes y a sus familias, les deseo que custodien la alegría de la Navidad, encontrando en la oración al Salvador, que desea hacerse cercano a todos.
 
Ésta es nuestra esperanza navideña: ha nacido para nosotros Jesucristo, el Salvador, el Dios con nosotros, por ello no tenemos miedo del porvenir. Vayamos hacia el futuro, en comunión con Cristo. Les deseo un feliz Tiempo de Navidad y feliz Año Nuevo»

 

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