Testimonian los frutos de la misión

Sacerdotes y laicos católicos, convertidos desde el Budismo, celebran visita del Papa a Sri Lanka

09 de enero de 2015

El testimonio de Nihal, converso del budismo al catolicismo, simboliza las miles de almas que en Sri Lanka y Filipinas los misioneros están conquistando para Cristo. Las visitas apostólicas de Papa Francisco nutren esta primavera de la fe.

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Sri Lanka y las Filipinas, entre el lunes 12 y el jueves 15 de enero, recibirán la visita apostólica de Papa Francisco. Una inyección de vida en el Espíritu Santo para robustecer la fe,  garantía de una paz duradera, nutriente de la misión evangelizadora, es el regalo que lleva el Vicario de Cristo. La Santa Sede ha informado que en la intensa agenda el Pontífice compartirá almuerzo con los sobrevivientes del tifón Yolanda, beatificará al misionero Giuseppe Vaz, visitará el Santuario de Madhu y tendrá encuentros con autoridades políticas y religiosas. Pero en particular Papa Francisco conocerá de cerca los rostros e historias de sacerdotes y laicos, de una tierra como la de Sri Lanka donde apenas el 7% (1.4 millones) de la población es católica y el 70% budistas, radicales y violentos muchos de ellos según las noticias difundidas por Agencia Fides.

Representativo de la historia de miles en esas tierras de Asia es el conocido testimonio del sacerdote Nihal Ranatunga, convertido a la fe católica desde el Budismo…
 
Del monacato budista al sacerdocio católico
 
Atraído por “la belleza del perdón, la alegría de servir a los demás y la salvación de Jesús Resucitado”, Nihal Ranatunga emprendió el camino al cristianismo.

Ordenado sacerdote hace pocos años, es el primer religioso de la Orden de San Camilo originario de Sri Lanka. El Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME), a través de la agencia AsiaNews.it, ha difundido el testimonio de la conversión de este religioso Camilo, que inicialmente estudiaba para ser monje budista. “El sufrimiento no me ha faltado nunca, pero en cierto momento, sin que yo sepa aún cómo ni por qué, hallé la alegría y la riqueza de la fe y del sacerdocio”, admite el padre Ranatunga, de 45 años.

Nació cerca de la capital de Sri Lanka – Colombo –, en Ragama. Su origen es cingalés. Nihal era su nombre antes del bautismo. Quinto de seis hermanos, creció en una familia budista y muy pobre; pronto faltó su padre. Desde la adolescencia Nihal había sentido el deseo de hacerse monje budista.

“Tras la muerte de mi padre –recuerda- mi familia ya no podía mantenernos a todos y me llevaron al pueblo de Ekala, a una familia católica que me acogió para servicios domésticos. En Ekala empecé a buscar al Señor; iba a escondidas a la parroquia local, dedicada a San Maximiliano Kolbe; sencillamente tenía curiosidad, sentía bienestar cuando estaba entre aquellos muros y después de algún tiempo me encontré, con estupor, rezando a la Virgen”, admite.

El sacerdote reconoce que habla de “estupor” porque, en aquél tiempo de orar a la Santísima Virgen María todavía estudiaba para ser monje budista y poco tiempo antes experimentaba incluso una “total aversión al cristianismo”.
Pero poco a poco Nihal empezó a hacer amigos en la fe, a ir a misa y tenía muchas dudas: “No entendía quién era este Dios de los cristianos, pero seguí yendo a la iglesia sin hacerme demasiadas preguntas. No sé decir con exactitud qué me llevó al cristianismo desde el budismo -prosigue-, de alguna manera me siento elegido: instintivamente empecé a orar y la fe, como el amor, nace también sin explicación. Del cristianismo me atraía la belleza del perdón, la alegría de servir a los demás. En el budismo debes buscar solo tu salvación y no tienes garantías de obtenerla, mientras que para nosotros, los cristianos, la salvación es Jesús resucitado -puntualiza-. En los momentos de dolor esto te ayuda a tener fuerza”.

Después de cinco años volvió a su hogar, a Ragama; tras seis meses de catequesis pidió el bautismo. Desde ese momento el camino al sacerdocio se hizo más bien cuesta arriba. La vocación fue inmediata, pero problemas de salud y encuentros equivocados obstaculizaron el camino del joven cingalés. Perseverando en su llamada, llegó a Italia en 1992. En San Giovanni Rotondo conoció a las religiosas y sacerdotes de la Orden de San Camilo, “atraído por la cruz roja que llevan, por el símbolo de la completa dedicación a la asistencia de los enfermos”. A los dos años ingresó en el seminario; a continuación, perdió un ojo en un accidente. “En cualquier caso, seguí estudiando ocho años, hasta que fui ordenado sacerdote en julio de 2004, una satisfacción enorme”, subraya el padre Maximiliano, nombre que Nihal había tomado en su bautismo, dado que su conversión se había iniciado en una parroquia dedicada al santo mártir de Auschwitz.

Su recuerdo más bello es la celebración de la primera misa en Sri Lanka, en la parroquia de San Judas Tadeo. Acudió toda su familia, incluso su hermano mayor, que había sido el más contrario a su conversión. Igualmente estuvo presente en el rito el monje del templo local en un clima de fiesta y de armonía.

 

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