Así lo anhelaba san José María

Un hospital del corazón, gracias a una maravillosa "cirujana"

28 de octubre de 2016

"Veo la Iglesia como un hospital de campaña tras la batalla. Curar heridas, curar heridas…". Desde el principio de su Pontificado, el Papa no ha dejado de repetir esta contundente metáfora. Y si la Iglesia tiene que ser un hospital, cada parroquia, cada monasterio, cada santuario, tendría que ser, al menos, un dispensario de estos primeros auxilios.

Compartir en:



En pleno Pirineo aragonés, muy cerca de Huesca y a 24 km de Barbastro, se erige el Santuario de Torreciudad que ha cumplido 40 años y por tal motivo el portal del Opus Dei lo celebra con este excelente reportaje, que Portaluz pone a disposición de sus lectores...


Entramos en la sala de mandos de este templo y un rector saliente —Javier Mora-Figueroa— y otro entrante —Javier Cremades— nos cuentan cuál es el secreto de este hospital del corazón.
 
Javier Cremades es un carismático sacerdote aragonés conocido por su sentido del humor, pero especialmente por su capacidad de movilizar todo evento religioso que se precie. A cualquiera que lo conozca no le extrañará que en su estado de whatsapp tenga el “Hagan lío” de Francisco. Hasta ahora, trabajaba en una iglesia madrileña y, desde ahí, fue una pieza importante en la organización de la JMJ de 2011 en Cuatro Vientos.
 
Un hospital diferente

 
“Pues claro que esto es como un hospital -comenta padre Javier-, un gran hospital de campaña como dice el Papa, donde la gente llega muy herida y hay que llegar a lo profundo del ser humano, a lo profundo del corazón, que es lo que hay que arreglar. Hay que cerrarle las heridas que tiene, porque viene desgarrado, y meterle en el quirófano, donde la Santísima Virgen, cuando uno se deja -e incluso cuando uno no se deja porque la Virgen sabe entrar-, cura”.
 
“El mundo -continúa el rector- está muy enfermo. Tenemos poca salud. Basta ver los telediarios. Hay muchas enfermedades del corazón en nuestra sociedad, mucha incomprensión, mucho desamor, mucha pena o soledad… Por eso el Papa habla tanto de la misericordia, de la necesidad de perdonarnos y de pedir perdón a Dios”.
 

Cremades nos explica que esa es la razón de los cuarenta confesonarios que quiso san Josemaría que hubiera en Torreciudad y que, paradojas de la vida, se convirtieron en diez más por una bomba que puso ETA en el año 1979 y que amplió el espacio para edificar. Aquí, los sacerdotes dedican gran parte de su jornada laboral a la confesión de peregrinos.

La cirujana jefe

El Santuario está dedicado a la Virgen de Torreciudad y está construido a pocos metros de la antigua ermita donde, desde el siglo XI, se veneraba una pequeña talla de una Virgen negra. Es san Josemaría Escrivá de Balaguer el que promueve la construcción del santuario. Se encargó el proyecto al arquitecto valenciano Heliodoro Dols que basó su construcción en el ladrillo, un material bastante económico y muy abundante en la zona.
 
El antiguo rector, Javier Mora-Figueroa —un sacerdote que en su juventud fue teniente de navío y que todavía, pese a sufrir una grave enfermedad, sigue teniendo pinta de capitán de barco—, nos hace ver que la verdadera rectora es la Señora… en términos hospitalarios, ‘la cirujana jefe’.

“No sé si os habréis dado cuenta de que la Virgen sonríe –nos dice padre Javier- bueno, rectifica, no os habréis dado cuenta porque está fatal iluminada. No han conseguido iluminarla como Dios manda. Esa es mi asignatura pendiente, me voy a ir de Torreciudad sin conseguirlo. Pero, si os fijáis, la Virgen sonríe. Una vez me escribió un señor para contarme que tenía una nieta ciega que quería conocer Torreciudad y preguntaba si sería posible que le dejara tocar cosas del santuario.
 
Yo les dije que vinieran y que todo lo humanamente tocable lo tocarían. La niña tenía 10 años, iba con sus abuelos y le fui explicando el santuario. Fuimos al rectorado donde hay una réplica exacta de la talla de la Virgen y la niña empezó a acariciar la cara y exclamó “la Virgen está sonriendo”. Yo me emocioné porque lo que muchos no sabíamos ver y que nos resulta tan necesario –la sonrisa de una madre- lo habían captado las manos de una niña ciega”.
 
Javier Mora-Figueroa sigue hablando de la mirada de la Virgen, de sus ojos, de su corazón, lo hace con la voz algo rota por la enfermedad —y sus muchos años de fumador empedernido— y acudiendo a la poesía…
 

Nos cuenta Javier Mora-Figueroa que san Josemaría siempre se planteó Torreciudad como un lugar de milagros espirituales. “Él decía que, si trabajamos bien —su mensaje es la santificación del trabajo— haríamos muchos milagros materiales: habría menos hambre, menos desigualdad, podríamos luchar contra las enfermedades y muchas, la mayoría, vencerlas. Sin embargo —continúa— los hombres no podemos hacer milagros espirituales: ni conversiones, ni reconciliaciones… Esos los tiene que hacer Dios. Y los hará, muchos, a través de su Madre”.
 
Puedes continuar leyendo el reportaje completo en el portal del Opus Dei pulsando aquí. Si lo prefieres en el siguiente video puedes escuchar la voz de los testigos…



 

 

Compartir en:

Portaluz te recomienda