Un joven mexicano comparte cómo se liberó de su mortal consumo de "cristal", cocaína y alcohol

07 de julio de 2017

Incursionó en las drogas desde los 15 años, exponiendo su vida, traspasando límites y siendo una pesada carga para su familia.

Compartir en:



Rubén Padilla es un joven esposo y padre de Ciudad Juárez (Mexico). Tiene 29 años y a temprana edad se vio atrapado en el consumo de “Cristal”, metanfetamina que pronto le mostraría el por qué es temido su poder para alterar el sistema nervioso central, doblegando la voluntad y tensionando las emociones de sus víctimas.
 
A los 15 años comenzó su consumo problemático de alcohol. Pero intoxicarse de tequila no era suficiente para Rubén. Aunque ya había conocido a Dios y era consciente, dice, de las luchas espirituales que enfrenta el ser humano, no atendió a su conciencia y decidió tomar el mal camino. “Después de la muerte de mi abuelita decidí negarme a Dios. Eso cambio mi vida hacia otro camino. Empecé a tomar y de ahí vinieron otras cosas: la marihuana, después la cocaína, la piedra. Dejaba una sustancia por otra hasta que el año pasado conocí el “cristal” y duré un año con esa adicción”, reconoce Rubén  en diálogo con el semanario Presencia de la diócesis de Ciudad Juárez.
 
A los 18 años se casó y las consecuencias de sus adicciones comenzó a sufrirlas la familia. En septiembre del año pasado inició lo que ha sido su cuarto proceso de rehabilitación. “La primera vez entré a rehabilitación por alcohol y marihuana; la segunda por cocaína y piedra; la tercera por vagancia, y esta vez por cristal. Con esta adicción sentí quererme morir”, afirma.
 
 La mentira del  “cristal”

Como le ocurre a la mayoría, fue nada más probarla y se enganchó. Claro que Rubén ya tenía la voluntad relajada de tanto meterse en años previos marihuana, alcohol y cocaína. El adicto siempre encuentra excusas para justificarse y mentir. La clave para comenzar a renacer es mirar la verdad. Pero eso, tardaría tiempo en descubrirlo…



“Inicié con el cristal por una depresión. Tenía un buen trabajo en El Paso y perdí mi visa. Después de tener mucho dinero ya no tenía nada. Entré en depresión y lo quise ocultar con una sustancia para sentirme bien. Cuando la probé se me hizo barata y me daba energía al principio y con esa razón la use para sacarle un beneficio”, comenta Rubén recordando que pronto pudo comprobar los estragos, daños, que dejaba en su cuerpo y alma esta droga. “Adelgacé hasta pesar 60 kilos. No dormía. Después de medio año de consumo comencé a escuchar voces, sentía que todos estaban contra mí. Quise dejar la sustancia, pero como soy músico cantaba para personas que me daban la droga por unas canciones. Era un círculo en el que no veía salida. Me estaba resignando a morir de esa forma”, recuerda.

Caminar en la verdad con una firme decisión

Un año consumiendo cristal dejó a Rubén con pérdida de piezas dentales, hedor corporal y bucal permanente que nadie soportaba, su piel carcomida, un estado mental desequilibrado y el alma herida, haciendo evidente su necesidad de auxilio. Pero él parecía no estar ya en capacidad de ver… “Cada mañana despertaba y la consumía. Me dolían los huesos, mi sistema digestivo estaba hecho un desastre. No comía, me descalcifiqué mucho y aún me duelen los huesos. Al momento de escuchar esas voces me di cuenta que era algo fuerte, algo criminal que estaba haciendo con mi vida, pues me di cuenta que empecé a alucinar”, reconoce.
 
En un momento de lucidez Rubén pidió ayuda a sus padres quienes lo apoyaron para que pudiera estar limpio, desintoxicado, e intentar así ingresar a un programa de sanación dando muestras de una auténtica voluntad de no consumir. Enfrentar los estados de angustia que la abstinencia genera es una tortura que pudo enfrentar, dice, sólo con la ayuda de a Dios. Finalmente fue llevado a un centro de rehabilitación y al mes, en la primera visita, cuando ya había decidido dejar a su esposa para que fuera feliz, le dieron la noticia de que sería papá. “En ese momento tuve un despertar espiritual. Me di cuenta que es Dios quien guía mi vida. En un mes y medio empecé a sentir cómo Dios actuaba en mi vida, lo conocí palpable. En el centro de rehabilitación aprendí a escuchar su mensaje. Ahora mi decisión fue encontrarme con Dios dándome cuenta que quiere algo diferente para mí”, dice con ahínco. 
 
Liberado y alerta
 
En enero de este año 2017 Rubén salió del centro de rehabilitación y en marzo, un grupo de misioneros llegaron a su casa para preguntarle si permitía que en su casa se instalara una casa de oración. “Vi a Dios tocar a mi puerta y me di cuenta que mi familia necesita también tener a Dios. Se hizo la casa de oración en mi hogar y cuatro días fue la hermana Angélica del obispado con el coro de niños y como soy músico, me tocó de una manera personal. Me invitaron a formar parte de uno de los coros y acepté”, comparte.
 
Después de las casas de oración, Rubén y su esposa asistieron al retiro de evangelización el cual, dijo, vivieron plenamente. “Me sentí, y me siento, tocado por el Espíritu Santo. Ver a mi esposa embarazada, alabando a Dios es algo maravilloso. Nos integramos a una pequeña comunidad, y aunque antes lo habíamos intentado, siento que este es nuestro tiempo y nada ni nadie, ni los problemas, nos alejan de Dios, al contrario me acerco más, porque Él estuvo conmigo en los malos momentos”, dice agradecido.
 
Al finalizar Rubén reconoce que consumir “cristal” fue una manera de buscar suicidarse lentamente,  pero hoy sabe que “lo único que puede contrarrestar cualquier adicción es Dios”. Por eso sigue participando en el Anexo del centro de rehabilitación que lo atendió, dando su testimonio a otros adictos. “Le debo mucho a Dios por lo que me ha dado. Él me da la fuerza y dejo que haga su voluntad en mí. Busco que mi esposa vea a Dios como yo lo veo, palpable en cada momento, en cada instante”.

 

Compartir en:

Portaluz te recomienda