Venció sus miedos

Un médico, alcoholizado, encuentra en la Confesión la sanación que anhelaba

09 de octubre de 2015

Sin fe en Dios y trabajando con pacientes que pronto morían, se dejó llevar por el aturdimiento. Casi terminó con su propia vida.

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La vida del Dr. John Morrissey tuvo un capítulo oscuro del cual salió gracias al Sacramento de la Reconciliación, según narra el informativo inglés The Catholic Herald. Alejado de Dios, dice el profesional, ahogado en su depresión, enfrentando a diario la muerte (es especialista en pacientes críticos), sólo el sacramento le restauró.


“Mi estado espiritual era el de un alegre pagano, un Baco en una bata blanca sucia y una aureola falsa”, admite el Dr. Morrissey en su relato. “A pesar de una profunda experiencia religiosa dos años atrás, mi vida moral estaba aún pintada en varias gamas de negro, y mi cabeza estaba llena de sincretismo confuso, sin sentido, de la Nueva Era”, agrega.

En ese estado enfrentaba cada día una dramática realidad: la atención de pacientes terminales de cáncer en su hospital, un trabajo que realizó durante un año.

Después de un año de no practicar la fe, su nutrición espiritual se limitaba a unas pocas oraciones “pidiendo que mis pacientes se recuperaran, o que yo no estuviera de turno cuando necesitaran ser admitidos”, recuerda.

“Mis oraciones no fueron respondidas. Las muertes continuaron sin descanso. Una gran sensación de falta de sentido y desesperanza llenó mi corazón”.

Soledad y alcohol 

El médico no sólo atravesaba una crisis espiritual y profesional, sino que además vivía en soledad y no tenía amigos. Pronto, además, comenzó a frecuentar la ingesta de alcohol. “Mi corazón estaba latiendo, pero yo no estaba vivo”, resume el Dr. Morrissey.

El lugar más bajo de su crisis lo alcanzó, recuerda, cuando revisaba las notas de un paciente joven recién fallecido. Se sintió hundir en la depresión, al punto que la expresión de su rostro era de tal carácter que una persona allí presente le preguntó si se sentía bien. Deshecho, con lágrimas en el rostro, el médico respondió: “Lo siento, estoy luchando para ver algo de bien en este lugar. Simplemente hay demasiada muerte acá”.

Salió del bar y decidió confesarse

Una noche posterior, mientras bebía en un bar, como era ya su costumbre, sintió la necesidad angustiosa de salir. “Era como si viera el lugar por primera vez, como realmente era”, confesó; al tiempo que refiere vio a todos los presentes como perdedores y que sus miradas parecían manchadas de malicia. “Me sentí muy solo. Volví en mí, frío, sudoroso y comencé a buscar una ruta de escape”.

La sensación fue acompañada por una certeza de su propia condenación y la necesidad urgente de acudir a la confesión. “Como un hombre joven jugando en la gran ciudad, yo no era extraño al pecado, pero hasta ese momento, nunca había sido consciente de los efectos de su cobro letal sobre mi alma”, relata.

Como no pertenecía a una parroquia, buscó en el directorio telefónico y encontró una comunidad a la que llamó y se dirigió inmediatamente en un taxi.
 
Despertó al sacerdote en plena noche

Al llegar fue acogido por los religiosos quienes al verlo tan agitado despertaron al sacerdote de la casa que ya dormía a esas horas. “Él dejó en claro que todo eso era muy irregular, pero le supliqué tan sin reparo que escuchara mi confesión, que accedió misericordiosamente”, recuerda el doctor Morrissey.

Después de más de 10 años sin confesarse, este hombre, guiado por el sacerdote, pudo recordar el acto de contrición que había aprendido en su infancia. “Con las palabras finales de la absolución, con mis ojos cerrados, mi miedo desapareció completamente. Nunca había estado tan agradecido como en ese momento. Pedí perdón por mi alocada intrusión y dejé esa casa en paz. Nada de lo externo había cambiado, pero yo había cambiado, había sido reconciliado”, señala.

El miedo a la muerte venía del pecado

En su ejercicio profesional, los pacientes seguían falleciendo pero ahora este médico ora para que, como él, puedan encontrar la gracia de la misericordia que él mismo ha experimentado. “Me di cuenta que sólo mis propios pecados podrían realmente herirme y que si rompía mis vínculos con ellos, perdería el miedo a la muerte”.

Espiritualmente, agrega al finalizar, los católicos reciben un “trasplante” de vida espiritual a través de la Eucaristía, directamente de Jesucristo el “donante universal”, quien además enseña al hombre a emplear el sufrimiento para su salvación.


 
El Dr. John Morrissey es un especialista en el cuidado del paciente crítico. Él dio su testimonio bajo seudónimo. Este artículo apareció por primera vez en la revista Catholic Herald (02/10/15) y publicado luego en español por Gaudium Press y Religión en Libertad.

 

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