Testimonio de redención y misericordia

Un sacerdote que vuelca todo su amor por Cristo en la Eucaristía y "mujeres engañadas" que viven con VIH-SIDA

19 de agosto de 2016

Misionero en una alejada zona de Etiopía dominada por musulmanes, su vida está centrada en el Misterio Eucarístico. Así mantiene viva la llama de su fe… "El sacerdote más cercano está a 640 kilómetros más o menos. Tengo casi que coger un avión para poderme confesar".

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Christopher Hartley, sacerdote diocesano de la Arquidiócesis de Toledo, ordenado por san Juan Pablo II el  8 de noviembre de 1982 lleva casi 34 años sirviendo como misionero en diversas partes del mundo. 

Hoy vive en Etiopía, en el vicariato apostólico de Harar; en cuya geografía de aproximadamente 300 mil kilómetros cuadrados, residen apenas una treintena de sacerdotes. La mitad de ellos diocesanos, muy jóvenes, etíopes. El misionero venido de Toledo es el único diocesano extranjero y el obispo decidió enviarlo en febrero del año 2007 a la región Somalí de Etiopía. “Es la primera vez que se hace presente allí la Iglesia católica con un sacerdote… y lo que es más importante, con la presencia de la Eucaristía”, señala Christopher en un testimonio difundido esta semana por el programa “En portada” de HMTelevisión.

Su primer destino fue la ciudad de Jijiga donde comenzó a estudiar el idioma y las costumbres de aquellos que iba a misionar. Luego se radicó en Gode y aunque con el tiempo llegarían para ayudarle en la misión algunas religiosas y laicos, continúa siendo el único sacerdote de la zona…  “El sacerdote más cercano… está a 640 kilómetros más o menos. Es decir que prácticamente tengo casi que coger un avión para poderme confesar”, confidencia el misionero.

Centrados en la Eucaristía

En Gode, ciudad dominada por musulmanes, son apenas ocho los católicos y sus vidas están centradas en la Santa Eucaristía. “Nos levantamos más o menos a las cuatro y media de la mañana, se expone el Santísimo y estamos en Adoración hasta que comienza la Santa Misa a las seis y media. Por la tarde más o menos a las siete de la noche hay otra hora, hora y media, en que también se vuelve a exponer el Santísimo y después de un tiempo prolongado de oración, en silencio, se concluye con la oración de vísperas”, dice el p. Hartley.

Testimoniando a Cristo en un inmenso burdel

Además del simplemente estar presente  –“que ya es bastante milagro en un lugar donde nunca había existido presencia de la Iglesia Católica”-, el trabajo fundamental  del sacerdote es con las mujeres viviendo con VIH-SIDA. “Nos dimos cuenta que la ciudad es como un inmenso burdel y había casi una epidemia. Nos acercamos al hospital, que es público, del gobierno, cuyo personal son en su mayoría musulmanes, somalíes. Nos pidieron colaboración…”.

Junto a un par de religiosas que desde hace algún tiempo lleharon para ayudarle, crearon un programa de ayuda que llamaron Tamara, inspirados en la mujer que el libro del Génesis menciona de nombre Tamar… “Ella fue una mujer engañada, abusada… historia con la que identificamos de una manera muy providencial a todas esta mujeres, que son en el fondo también mujeres engañadas”, comenta padre Christopher Hartley.

Jesucristo sale al encuentro

El desafío diario es ayudarlas a salir de la prostitución, recibir el servicio médico, pero sobre todo que experimenten la caridad de Cristo en su Iglesia. Si ellas se sorprenden al ser ayudadas sin tener que dar nada a cambio, dice p. Christopher, no menor es lo que Dios le entrega a ellos…

“Jesucristo nos ha salido a nosotros al encuentro a través de estas mujeres. Y -aunque pueda parecer utópico- es cierto que estos más pobres de los pobres  a nosotros nos han dado unos testimonios de evangelización verdaderamente extraordinarios: de generosidad, de compartir, de bondad, de ayudarse unas a otras, que verdaderamente a uno le dejan muy conmovido. En las misas de cada mañana se los digo a las hermanas en las homilías; que Dios nos dé ojos limpios -bienaventurados los limpios de corazón- para que podamos reconocer a Jesucristo en estas mujeres, que viene a nuestro encuentro”.

El misionero pone de relieve que no hay dos Jesucristo. El mismo que dice en la Eucaristía: “Yo soy el Pan Vivo que ha bajado del cielo” y que sacia las hambres más secretas del corazón humano, es el mismo Jesucristo que dice: “Tuve hambre y me diste de comer”.

“Se hizo Pan de Vida para saciar las hambres de los hombres, nuestros hermanos; pero tienen que haber portadores de este Pan, literalmente personas que creen este Pan, que son los sacerdotes en la celebración dela Eucaristía. Pero también dispensadores de este Pan de Vida que ha bajado del cielo”, reitera al finalizar.


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