Juan Pablo II sería mediador de una gracia particular

Una activista católica lituana perdona a sus verdugos del KGB que la torturaron incluso con radiación

16 de diciembre de 2016

A sus captores les dijo: "Quede claro que, llegado el caso, no dudaría en dar mi vida por cada uno de vosotros". Años después al recibir una bendición de Papa Juan Pablo II, esta mujer fiel recibiría un regalo de Dios.

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¿Se puede vivir sin sentir odio a los que te hicieron el mal? ¿Se puede llegar a perdonarles y a considerarles como hermanos?, comienza interpelando nuestro portal amigo “Aleteia”, al presentar el vibrante testimonio de una mujer Lituana que recoge el libro (aún no publicado en español) titulado: Il cielo nel lager. Nijolė Sadūnaitė.

Nijolė Sadūnaitė, vivió tres años en un campo de concentración soviético, y otros tres de confinamiento en Siberia, entre 1974 y 1980. Su historia muestra la alegría y paz que reporta vivir siendo fiel a la fe que se profesa, incluso cuando está en riesgo la propia vida.
 
Nijolė nació en Dotnuva, Lituania septentrional, el 22 de julio de 1938. Desde pequeña mostraba un carácter fuerte y exuberante. También amaba y practicaba el deporte. Sus padres eran un matrimonio de fe viva “encarnada en virtudes como la lealtad, el valor, la alegría, la pasión por el trabajo y la gratuidad hacia los pobres”, según señala el libro ya referido. Le transmitieron la fe con signos cotidianos como rezar cada noche de rodillas todos juntos, porque era muy difícil de vivir abiertamente durante la ocupación soviética. Pero a Nijolė nada de eso le importaba e iba regularmente a la iglesia y no dejaba de santiguarse incluso en lugares públicos.
 
Arresto y cárcel
 
El 27 de agosto de 1974 fue arrestada por el KGB en su casa: la descubrieron mientras mecanografiaba el n. 11 de la revista clandestina “Crónica de la Iglesia católica en Lituania”, periódico que desde hacía unos años estaba dando voz al movimiento popular por la libertad de conciencia y religiosa.
 
Registraron su apartamento y luego siguió el interrogatorio en la sede del KGB para hacerle revelar los nombres de otros colaboradores de la revista. Ella no cedía y la encerraron entonces durante 17 días en una celda de aislamiento. ¿Qué hizo ella?... Pasaba el tiempo rezando y cantando himnos, dando gracias a Dios por no haber implicado a otros en su arresto. Aunque soportaba estoica las torturas, pronto comenzó a perder peso y pelo. Después de la independencia del país en 1990 descubriría que su celda estaba junto a una sala con material radiactivo.
 
Nijolė permaneció presa en esa cárcel de Vilna -siendo contaminada-, durante diez meses que recuerda de forma sorprendente como… “los más bellos de mi vida, porque nunca había sentido a Dios tan cerca”.
 
El 16 y 17 de junio de 1975, puesto que estaba siendo procesada ilegalmente y sin testigos, renunció a la asistencia de un abogado, y esta fue su autodefensa:

“Quiero comenzar diciendo que os amo a todos como a mis hermanos y hermanas, y que si fuera el caso, no dudaría en dar la vida por cada uno de vosotros (…) Este es el día más feliz de mi vida. Yo soy juzgada por la Crónica de la Iglesia Católica en Lituania, que lucha contra la tiranía física y espiritual sobre los hombres. ¡Esto significa que hoy soy procesada a causa de la verdad y del amor a los hombres!”
 
Su “delito” le valió seis años de condena, tres de ellos en Siberia, en durísimas condiciones físicas.
 
El milagro de Juan Pablo II
 
Nijolė Sadūnaitė sufrió varios trastornos a causa de esas radiaciones, entre ellos una gravísima anemia. Pero… “el 19 y 20 agosto 1989 en Santiago de Compostela, durante la Jornada Mundial de la Juventud, el Santo Padre Juan Pablo II al conocer la historia de la mujer, quiso recibirla.  Le impuso las manos y ella se curó… los siguientes análisis mostraban una sangre totalmente regenerada, como si se los hubieran hecho a otra persona”, señala Aleteia citando lo informado en el libro que registra estos eventos.
 
Nijolė vive aún, y como relata Paola Ida Orlandi, una de las autoras del libro ya citado sobre su experiencia, lo que más impresiona es su mirada “libre de odio”, libre de la obsesión por el pasado y llena de gratitud: “Una mirada tan abierta y profunda hace surgir la belleza en la realidad más dura: en el enemigo sabe ver a un hermano, y en el campo de concentración, un lugar de amistad”.


 

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