Las gracias y desafíos de Infancia Misionera

"Yo soy célibe, pero me convierto en padre de 300 niños", dice el sacerdote Alberto Cisneros

16 de enero de 2015

Marlon, uno de los ´hijos´ del padre Alberto abraza al misionero (foto central) y no se priva de expresar su verdad: "Yo soy fruto del trabajo de los misioneros".

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Marlon llegó a la Casa Hogar Nuestros Pequeños Hermanos con doce años, después de perder a su madre. “Desde que llegué, mi vida cambió”, contó en la rueda de prensa de presentación de la próxima Jornada de Infancia Misionera (25.01.2015). «En estos años me he preparado para la vida. Soy fruto del trabajo de los misioneros», dijo el joven nicaragüense.
 
Infancia Misionera trabaja desde 1843 para la promoción y formación de los niños del mundo. Esta mañana, en la rueda de prensa de presentación de la Jornada, un misionero español en Nicaragua y un joven que ha recibido su ayuda desde niño han testimoniado cómo la Iglesia acompaña a la infancia desprotegida y han hecho presente el lema de este año: Yo soy uno de ellos.

“Yo soy uno de ellos porque he crecido gracias a la ayuda de muchas personas generosas”, afirmó sonriente Marlon. Este joven, hoy de 23 años, tras fallecer su madre y quedarse sin casa, fue acogido siendo un niño en la Casa Hogar Nuestros Pequeños Hermanos de Nicaragua. Allí encontró a su familia y un futuro: le acogieron a él y a sus tres hermanos y les ofrecieron un hogar y una formación.

Nuestros Pequeños Hermanos, fundada por el padre Wasson en 1954 ha acogido desde entonces a más de 17.000 niños en las nueve casas que tienen en Caribe y Centroamérica. “Desde que llegué, mi vida cambió”, afirmó Marlon. “En estos años me he preparado para la vida. Soy fruto del trabajo de los misioneros”. Marlon ha explicado que en la actualidad estudia ingeniería informática y cómo, movido por el agradecimiento, dedica gran parte de su tiempo a ayudar en la Casa. “A mí me han ayudado, así que yo siento la necesidad de ayudar también”.

El padre de 300

En esta Casa trabaja -o como él dice, sirve- Alberto Cisneros, misionero en Nicaragua. Desde que descubrió la fe y su vocación sacerdotal en una experiencia de #VeranoMision con los Combonianos, siempre sintió el deseo de partir a la misión. Después de varios años de espera, el obispo de Osma-Soria, monseñor Gerardo Melgar le permitió empezar esta nueva etapa como responsable de pastoral de la Casa Hogar Nuestros Pequeños Hermanos.

“Yo soy célibe, pero me convierto en padre de 300 niños -ha testimoniado el misionero-. Dios nos los presta para sacarlos adelante”. Alberto se encarga de acercar a los niños al amor de Dios, pero siempre se le puede ver en la cocina, o trabajando en el campo. “Un padre de familia tiene que hacer de todo”, agrega.

Cisneros ha contado cómo acogen a niños que han sufrido el abandono, el acoso, la explotación y les ofrecen una casa donde sentirse miembros de una sola familia. Esta iniciativa, que sobrevive exclusivamente de la Providencia, tiene cuatro pilares: estudio, trabajo, respeto y amor a Dios. “Cuando me acuesto doy gracias a Dios por poder ayudar a estos niños, que han sufrido mucho”, comparte el misionero.

La lucha por la promoción integral y formación de la Infancia del mundo ha sido el objetivo de la Obra Pontificia de Infancia Misionera desde los inicios. Anastasio Gil, director nacional en España de Obras Misionales Pontificias (OMP) ha explicado cómo esta iniciativa reunió en todo el mundo 15.665.532,98 euros, que se destinaron íntegramente a 2.868 proyectos de educación, salud y evangelización de los más pequeños.

Los niños, según ha expresado Gil, son muy generosos con las necesidades de otros niños. Para fomentar este espíritu de generosidad, Infancia Misionera trabaja a lo largo de todo el año y como novedad, OMP ha lanzado la App Infancia Misionera, en la que los niños podrán iniciarse a través del juego en la misión de la Iglesia (bájala desde tu celular).

(Con información de Alfa y Omega)

 

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