Abandonada por sus padres y víctima de abusos sexuales encuentra la paz en Cristo Eucaristía

03 de mayo de 2019

A los 13 años, quizá porque desde pequeña presenció las borracheras de sus padres, quizá por la rabia que le dejaron los abusos sexuales padecidos, también ella empezó a consumir alcohol.

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El proceso para sanar la violencia padecida durante años quedó concluido, dice Yuly Andrea Vargas, cuando descubrió el profundo sentido de dar el diezmo a su Iglesia. “Dios no se deja ganar en generosidad”, afirma.
 
Los padres de Yuly terminaron su vínculo siendo ella pequeñita, luego de vivir durante años como convivientes y haber sido atrapados por el alcoholismo. Ella no recuerda haber sido feliz en su infancia.
 
Madres: No dejen a sus hijos
 
Hoy, a sus 29 años, confidencia a Portaluz los terribles abusos que padeció a manos de parientes, cuyo daño emocional solo lograría empezar a sanar gracias a la fe y vida sacramental. La primera vez fue a los 4 años y la segunda a los 7. “No hubo acceso carnal pero sí abuso sexual cuando yo tenía 4 años y volvió a ocurrir cuando tenía 7”, señala.
 
Hoy, al ser madre -agrega- y por lo vivido, se cuestiona el dejar al cuidado de otros a sus hijos; ya sea en jardines o en el propio hogar. Ironiza señalando que buena parte del sueldo que una mujer recibe lo destina para pagar por el cuidado de sus hijos… “Creo que una de las mentiras y herramienta del demonio ha sido sacar a la mujer de la casa, pues nadie va a hacer mejor el trabajo de crianza que nosotras”, declara Yuly.
 
La oración de una madre
 
A los 13 años, quizá porque desde pequeña presenció las borracheras de sus padres, quizá por la rabia que le dejaron los abusos sexuales padecidos, también ella empezó a consumir alcohol.  “En mi familia siempre en las reuniones había alcohol, entonces con mis primos también tomábamos, y como en todas las fiestas había alcohol yo quería hacer lo mismo”.
 
Se dejó luego arrastrar por el hedonismo y a sus 16 años salía a rumbear (irse de fiesta) todos los fines de semana hasta embriagarse. A los 17 años tuvo sus primeras relaciones sexuales consentidas, con un muchacho que acabó siendo un abusador. En un momento Yuly incluso pensó en suicidarse y cree que logró evitarlo gracias a que “Dios atendió las oraciones” de su madre, quien por entonces había recuperado la tuición legal de la joven.
 
Para cuando cumplió 24 años ya estaba conviviendo con quien sería su futuro esposo. Hastiada de su vida, al poco de iniciado el vínculo, habiendo abandonado por demasiado tiempo toda devoción, vida de oración y práctica sacramental, esta joven colombiana fue diagnosticada con depresión. A más triste estaba, aumentaba su compulsión autodestructiva, intentando aturdirse en alcohol y fiestas. Nada lograba, seguía llorando a diario, sin poderse contener
 
Confiar en la Providencia
 
Precisamente en medio de su oscuridad logró ver la voluntad misericordiosa de Dios y como en tantos otros testimonios presentados en Portaluz, la fuerza arrolladora del amor de Dios llegó de forma suave, silenciosa, paterna…
 
“Un día quise entrar a una iglesia, a la iglesia donde mi mamá nos había llevado como a los 8 años. Estaba comenzando la misa y en la eucaristía, el Señor me empezó a sanar. Desde ese día empecé a ir cada semana a misa sin faltar. Durante ese primer año el Señor me sanó, nos casamos con mi esposo -llevamos ya tres años de casados por la iglesia- y Dios nos bendijo con un hermoso hijo”.
 
Habiendo vivido también su esposo un proceso de conversión durante las charlas de preparación para el bautismo del hijo, llegaría una primera prueba de crecimiento en la fe. Económicamente las cosas no les iban bien y, movida por una certeza más de fe que racional, Yuly le propuso entonces a su esposo ofrendar de lo poco que tenían a la parroquia. Desde que iniciaron su donación, en momentos de estrechez, dice Yuly, mejoró la economía familiar: “Dando el diezmo nos rinde más la plata y ha tocado el corazón de mi esposo muchísimo. En la biblia dice que el Señor nunca se deja ganar en generosidad… invito a todos a tener más confianza en su Palabra, decirle Jesús en ti confío, no dejar de orar el santo Rosario e imitar a María como esposa y madre
 

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