Alerta en España por expansión de las prácticas esotéricas

27 de abril de 2018

El semanario Alfa & Omega de la Arquidiócesis de Madrid (España) destaca en portada de su última edición el influjo que alcanzan en la vida de los españoles.

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En torno a un 20-25 % de la población en España -denuncia el semanario de la Arquidiócesis- muestra cercanía y credulidad ante temas y prácticas esotéricas, paranormales o mágicas “que exponen a miles de personas en nuestro país a riesgos psicológicos, familiares, económicos y espirituales con propuestas aparentemente inocuas o inofensivas ante la pasividad de las administraciones públicas”, es la alerta editorial.
 
El Semanario afirma que según la Fundación Española para la Ciencia y la un 27,6 % de la población cree en la suerte que dan ciertos números u objetos; el 22,9 % confía en curanderos; el 22,5 %, en los fenómenos paranormales, y el 14,7 % en los horóscopos.
 
La santería destrozó su familia
 
Le sucedió -señala Alfa & Omega- a Esther Val, quien fue víctima de una práctica de santería. Todavía se está recuperando de esta experiencia que destrozó su vida y acabó con su relación de pareja.

Esther Val fue víctima de una víctima de la santería, su pareja (R. a partir de ahora). Decidió hacer público su testimonio como “advertencia”, puntualiza, para quién esté pensando en ir a una santera, curandera, vidente, chamán o gurú… “No quiero que nadie viva la tristeza, el miedo, la soledad y la desesperación que he vivido yo... Este tipo de experiencias son frecuentes. Yo misma me he encontrado muchas en el último año, simplemente dando a conocer mi historia. Solamente que no se habla abiertamente de ello… A mucha gente le habrá podido dar vergüenza y optarán por el silencio. Yo no tengo nada de lo que avergonzarme, porque lo que digo es verdad, y caí en esta situación por amar y confiar”, escribe en un extenso relato que ha hecho llegar al Papa Francisco, pidiendo sus oraciones para ella y “R”.
 
El calvario de Esther comenzó después de haberse mudado a Elche, donde R. vivía con sus dos hijos. Allí ella esperaba recomenzar tras años de dificultades personales y profesionales. Su pareja le había pedido matrimonio y que se convirtiese en la segunda mamá de sus dos hijos, implicándola en la educación y cuidado. Hasta que la santería se coló y destruyó todo.

Entre conjuros y limpiezas

Así lo describe ella misma en Alfa & Omega: “Todo empezó a cambiar cuando un día se presentó en casa muy nervioso. Me dijo que había ido a ver a una santera para pedirle un conjuro. Me quedé sorprendida por su estado, pues me había hablado muchas veces de ella. Era cubana. Ella iba y venía de Cuba todos los años para ver a su hija y a sus nietos. En esos tiempos yo estaba muy abierta a la experimentación con todo tipo de prácticas espirituales esotéricas y le había dicho que la quería conocer. Él se negó varias veces. Estaba convencido de que había conseguido un trabajo gracias a ella cuando tras muchos meses en el paro le pidió un conjuro… y al día siguiente el conjuro funcionó. Desde entonces tenía mucho poder sobre él. Se sentía en deuda. Aquel día había ido a verla y pedirle ayuda para que nuestra relación fluyese mejor y la respuesta fue que no íbamos a acabar nuestra vida juntos… Que no era posible hacer el conjuro porque yo arrastraba entes difuntos que exigían limpiezas y rituales. Acepté porque él me lo pedía, porque era importante para él, no porque creyese que había un problema insalvable. Yo confiaba en él, ¿por qué no hacerlo? Cometí la mayor imprudencia de mi vida”.

Las consecuencias

Las consecuencias –prosigue contando Esther- no tardaron en aparecer a pesar de realizar todos los rituales que había recomendado la santera, incluido rezar el padrenuestro y el avemaría a diario; además de entrevistarse con ella por separado. Incluso se habían visto con ella en el santuario de Calasparra, donde se venera a la Virgen de la Esperanza, dice Esther, “precisamente lo que la santera nos arrebató a los dos”. Él se mostraba cada vez más crítico y ella se sentía rara e irritable. Cuando por fin la santera auguraba un final feliz, con la pareja “fuera de peligro”, tres días más tarde, su pareja le anunció repentinamente que la abandonaba, que ya no quería estar más en esa relación. “Se me destituía de manera sumarísima de mi condición de pareja, de ser su mujer y madre de sus dos nenes, a un indeterminado y confuso estatus de amiga-compañera de piso de un plumazo y sin previo aviso. Fue un acto de una violencia brutal, un golpe traumático por el que todavía sufro secuelas”, explica.

Lo que vino después fueron semanas muy desagradables, de altibajos, de algún que otro intento de salvar la amistad sin éxito. Esther llevaba solo nueve meses en Elche. Lo había dejado todo por acompañar a su pareja. No tenía familia, amigos o trabajo en los que refugiarse. Estaba en shock y desesperadamente sola. Inició entonces un vía crucis de sanadoras, curanderas, chamanes, videntes, médiums… para encontrar respuestas a lo que le pasaba hasta llegar a una conclusión: se trataba de magia negra.

R., cuenta Esther en Alfa & Omega, había cambiado completamente. Era otro hombre. Pasó de ser una bellísima persona, llena de amor y luz, a ser alguien brutal, insensible, errático y ruin: “Era una persona que daba lo que no tenía –pasaba mucho tiempo con la santera hablando de mí, le pagaba todo, incluso el billete de vuelta a Cuba– y sin embargo nunca asumió sus responsabilidades con respecto al piso que compartíamos, ni se disculpó por el dolor causado. Simplemente me borró de su vida. Me gritaba que ya no confiaba en mí, mostrando un resentimiento y una rabia incomprensibles. No he vuelto a saber nada de él ni de los niños, que yo consideraba mis propios hijos. Ha sido inhumano. Me acompaña a diario un sentimiento de vacío y orfandad profundo. Nadie puede entenderlo y quiero precisamente que nadie lo tenga que experimentar”.

En proceso de conversión

 

Este calvario narrado por Esther comenzó su término de forma providencial. Dejó Elche muy afectada psicológicamente para volver a su Zaragoza natal y cuidar de su madre, que acababa de tener un pequeño accidente. Se alejó de curanderos, videntes y de “ese círculo nocivo de personas sin escrúpulos o humanidad”, puntualiza la mujer, y, en esa vuelta a las raíces, encontró escucha y comprensión en amigos de la infancia y en el entorno familiar. Luego habló con un sacerdote, e incluso con el exorcista de la diócesis. Muchos creyeron su relato, algunos no. Pero gradualmente puso los cimientos de una nueva vida que está construyendo desde cero y con mucho esfuerzo en Alicante, justo un año después de que todo se fuera al traste.
“He aprendido a ser extremadamente cuidadosa con las prácticas espirituales en las que participo y a desconfiar de la mayoría. He vuelto a la Iglesia, a ir a Misa, a rezar con regularidad, a pedir por R. y por la santera, a santiguarme a diario con agua bendita… y todo ello me ha dado una paz infinita. Ha sido como un volver a casa, a mis raíces, a lo conocido y familiar donde puedo confiar en que nadie me manipule, lance oscuros mensajes o pida dinero a cambio de limpiarme o protegerme de entes difuntos o energías malignas. Me protejo yo misma sintiendo amor, compasión y perdón por aquellos que actuaron desde la oscuridad”.

Esther reconoce que, después de una experiencia así, la vida no se rehace rápidamente, pues tiene un impacto brutal, además de las secuelas psicológicas profundas: “Yo le he echado valor a la vida gracias al sentimiento de compasión que me invadió al saber que él era una víctima y yo una víctima de una víctima que había caído en las redes de la santera por amar y confiar”.

 

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