¿Qué significa hacerse cristiano...?

23 de enero de 2015

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¿Qué significa hacerse cristiano en una sociedad similar a la del mundo contemporáneo? ¿Qué significa hacerse cristiano en una sociedad que solo entiende la beneficencia como campaña de imagen; que legitima plenamente la pena de muerte, el aborto, la esclavitud, la pedofilia y la homosexualidad; que practica tranquilamente la magia, la brujería y la superstición; en la que el poder político se arroga el derecho de reglamentar la práctica religiosa y en la que no solo no se admite la objeción sino tan siquiera la libertad de conciencia?

En semejante contexto, ¿qué efectos produce el descubrimiento de Cristo? He aquí las respuestas de algunos de sus protagonistas…

«Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, el pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las promesas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. Los que antes erais no-pueblo, ahora sois pueblo de Dios, los que antes erais no compadecidos, ahora sois objeto de compasión. No andéis ya, como es el caso de los gentiles, en la vaciedad de sus ideas, con la razón a oscuras y alejados de la vida de Dios, por la ignorancia y la dureza de su corazón. Pues perdida toda sensibilidad, se han entregado al libertinaje, y practican sin medida toda clase de impurezas. Vosotros, en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo...

En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia que es idolatría. Esto es lo que atrae la ira de Dios sobre los rebeldes. Entre ellos andabais también vosotros, cuando vivíais de esa manera; ahora en cambio, deshaceos también vosotros de todo eso: ira, coraje, maldad, calumnias y groserías, ¡fuera de vuestra boca! ¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo, y en todos».

Vaciedad de ideas

Tratemos de imaginar por un momento cómo podían resonar estas palabras (cf. 1Pt 2,9-10, Ef 4,17-20, Col 3,5-10) en el oído de un cristiano recién convertido desde el paganismo. Pensemos en cómo resonarían dentro del contexto del primer siglo después de Cristo, en el momento del primer anuncio. Porque el contexto que describen no es el de una sociedad contemporánea hiperlaicista, sino el de la época que vio irrumpir el anuncio del evangelio y el nacimiento de la Iglesia, el que describe Gustave Bardy en La conversión al Cristianismo en los primeros siglos. En seguida –aunque inicialmente pueda parecerlo– podemos advertir que el registro moral no es el único presente en estos pasajes. Más aún, no es ni siquiera el que prevalece. Las expresiones y las imágenes utilizadas. La conversión en los primeros siglos, cuando las evidencias que hoy vemos derrumbarse todavía no existían. Y donde, a pesar de la extrañeza cultural, el hecho cristiano cambió radicalmente todos los criterios que definían a la persona. He aquí por qué merece la pena volver a leer un clásico como el libro de Bardy.

 

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