Crónicas de un obsoleto 12. Un teólogo me supone ingenuo, por lo del "ángel"

02 de abril de 2015

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Apreciados lectores: La crónica de la semana pasada con su “historia del ángel” en parte mereció aplausos; pero hay que ser honesto: también hubo una  crítica importante y nada menos que la de un teólogo que tildó al obsoleto de “ingenuo” y de “súper-obsoleto” por no haber aprendido las reglas de la hermenéutica bíblica del siglo XXI. Para los que no saben teología, les explico que la palabra “hermenéutica” significa “Interpretación”. En otras palabras: el teólogo reconocía que tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se habla muchísimo de “ángeles”, que también Jesús y todos los apóstoles los mencionan, que el tema angélico revolotea por toda la literatura profana de todos los siglos, que es común a judíos, cristianos y musulmanes, que hasta los que practican el vudú de Haití y Brasil conocen  a los ángeles por sus nombres y apellidos. En fin, la cosa está clara, incluso para los teólogos, los ángeles son popularísimos, pero lo decisivo está en la “hermenéutica”, es decir en la “interpretación” del fenómeno. Ya lo decía nuestro gran revolucionario Lenin: “No existen los “hechos”, sólo existen las interpretaciones de los hechos”. De este modo los teólogos, premunidos del instrumento de la hermenéutica, nos enseñan que los llamados “hechos” de la Biblia no son tales, sino simples “interpretaciones”.
 
El obsoleto reconoce que el encuentro con el joven genovés en la noche del 1 de agosto de 1959  en la calle frente a la portería del monasterio lo interpretó como un posible asalto e incluso cuando ya estaba con él en lo alto del muro temió un asesinato. Concordamos: “hermenéutica” errada.  Pero ya cuando se servía el huevo frito con arroz en la cocina del monasterio y cuando después de medianoche cantaba los salmos de vigilias con los monjes de Cornigliano no lo dejaron tranquilo sus cavilaciones acerca del joven genovés. Unos versículos del salmo 17 (18),29-30, le llamaron la atención: “Señor, tú eres mi lámpara, Dios mío, tú alumbras mis tinieblas. Fiado en ti me meto en la refriega, fiado en mi Dios asalto la muralla”. El diálogo con el joven genovés, ¿no había partido precisamente de una situación de angustia del obsoleto cuando le espetó “Tutto chiuso”? “Todo está cerrado”¿ y el joven, ¿no había reaccionado con una alusión a la necesidad de superar el muro con la confianza puesta en Dios?: “Bisogna salire il muro””Es necesario subir el muro”?

El obsoleto partió entonces de la hipótesis de que el joven genovés había sido su ángel de la guarda. Después de la petición de perdón por haber malinterpretado su solicitud por  él, le preguntó por su nombre. Pero los ángeles tienen la enigmática costumbre de responder a las preguntas con otra pregunta. En el caso del obsoleto la respuesta fue la clásica: “¿Por qué preguntas mi nombre?” Tomó así la decisión de invocarlo con el nombre de “Genovés”: Y no fue en vano. Por ejemplo: Se sabe que en los viajes en tren por Alemania, el llevar maletas u otros bultos, especialmente cuando en pocos minutos hay que cambiar de tren de uno a otro andén, demanda mucha agilidad. El obsoleto, pasando los años, había perdido su prestancia juvenil y en vista de ello, en el curso de un nuevo viaje a Europa, pidió auxilio al genovés. El resultado fue con la acostumbrada amable solicitud y consistió en un grupo inesperado de jóvenes que en las estaciones difíciles se acercaban para preguntar con la mejor de las sonrisas: “Padre, ¿me permite ayudarle con las maletas?” No se presentó nunca el genovés en persona, pero aparecían jóvenes rusos, croatas, africanos, incluso alemanes. En una ocasión hubo necesidad de agenciar tres trasbordos y se presentó un joven que tenía que hacer él personalmente los mismos cambios de tren. No fue diferente la atención en trenes de España o en los  mega-terminales aéreos de Frankfurt o Sao Paulo.

Hay también ángeles no de la guarda, sino de perdición. Pero de ellos informaremos en próximas ocasiones.


 

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