Crónicas de un obsoleto 17. Desean bendición y sólo logran maldición

08 de mayo de 2015

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Estimados lectores: En la crónica anterior el obsoleto se animó a comentar un pensamiento de un monje sirio del siglo V d.C., el llamado Seudo-Macario y se concentró en el pasaje en que dice: “Los hombres no saben que, impulsados por un poder ajeno, obran el mal, sino que piensan que lo hacen todo por cuenta propia, como algo que les brota de su misma naturaleza”.

Observando con detención la realidad actual, los hombres son tan atolondrados como los contemporáneos del Seudo Macario y eso en la misma Siria, con diferencia de muchos siglos.  Una falta o carencia de información sobre la diferencia entre bendición y maldición, es, pues, la primera de las miserias de los ateos. Desean la bendición y sólo logran la maldición, “impulsados por un poder ajeno”, como afirma el Seudo-Macario. Ellos piensan que se trata de mala suerte, inhabilidad, torpeza, enemigos, porque “no saben”. Los creyentes “saben” que no se trata sólo de obstáculos, sino de “potencias” y dominaciones”, el problema es mucho más grave.

            El caso de la señora Berta y su hijo es muchísimo más trágico de lo que creen sus visitadoras sociales. Ellas dictaminaron que la madre era culpable del atraso de su hijo Sebastián, por el hecho de que no lo había llevado a la escuela, teniendo ya 12 años. La señora Berta había respondido que había tratado de darle educación, pero que en la escuela lo habían rechazado, le habían hecho “bullying”, porque decían que en él se había asomado un “mal espíritu”. La señora Berta había recurrido a esa expresión, porque según ella, las visitadoras se habrían reído de ella si hubiera dicho que Sebastián estaba “endemoniado”. Los doctores tampoco le creyeron a la afligida señora cuando les contó que a los dos años de edad el niño había caminado por la pared y desde arriba la había mirado con los ojos en blanco y había lanzado garabatos. Eso de los ojos en blanco, años más tarde, también lo había repetido en la escuela. La profesora le había contado a la señora Berta que Sebastián se había sentado en la última fila de bancos, había cruzado los brazos, la había mirado fijamente y de golpe sus ojos habían girado hasta llegar a estar en blanco. La profesora había sentido un tremendo susto y le había dicho que ella debía retirar al niño de la escuela. Pero ahora venían las visitadoras para ordenarle lo contrario.

            El núcleo central de la desinformación moderna radica en negar la existencia de Satanás y de los demonios, incluso hay más de alguno de los reverendos sacerdotes que niegan su realidad y declaran no gustarles esas “cosas raras”. Lástima que el obsoleto haya extraviado unos papeles en que tenía consignado cuántas veces se hablaba en la Biblia del diablo y sus demonios. Lo mismo las no pocas ocasiones en que el mismo Cristo trataba de él y sus siniestras maniobras.

            El apóstol San Pablo hacia el final de su Carta a los Efesios (6,12 ss) advierte: “Nuestra lucha no es contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los rectores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malos de los aires”. Bienaventurados los que tienen la voluntad de tomar estas noticias en serio. Entenderán mejor todo lo que pasa en ellos y en el mundo.

 

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