Argentina. De eso no se habla

15 de mayo de 2015

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El periodista se salió del libreto o quizás sintió que podía ser su momento de gloria, pero por una o ambas razones se animó a preguntarle al jefe de gobierno porteño, actual candidato a presidente de la República:

“¿Qué pasa con los talleres clandestinos?”

 

Después de los segundos de la sorpresa inicial y hasta quizás tras una mirada de reproche, el hombre contestó, más o menos:

"Lo que pasa que la gente no tiene trabajo, y cuando los ayudamos en los talleres quieren que los dejemos trabajar"
 
Los “talleres clandestinos” son centros de horror, de tortura y de muerte, donde algunas de  las marcas de Shopping, -sólo tres certifican que cumplen con las normas básicas de fabricación- pagan entre 10 y 12 pesos la confección de  un jeans que hoy está en el mercado de reventa, mínimo a 800 pesos.
 
Las condiciones inhumanas en las que viven las familias, generalmente migrantes, son imposibles de imaginar por la mayoría de nosotros, ciudadanos y ciudadanas del mundo libre y soberano… No hay agua, no hay luz, no hay baño, no hay comida, no hay vida.

La explotación de seres humanos es imposible de justificar o explicar, porque de lo contrario sería estar a favor de la esclavitud.

Y que un jefe de gobierno, candidato a Presidente no la condene, me da tanto miedo. No dijo ni dos palabras de condena pública, ni dos palabras donde plantee qué vamos a hacer. ¡Lo que corresponde, para encontrar a los responsables de la muerte de los dos chiquitos bolivianos!
 
La complicidad del estado -a través de sus funcionarios-,  en los círculos de explotación, es la pata más fuerte de la mesa que sostiene el horror y el sufrimiento de cientos de millones, que viven en las sombras. A la vuelta de la esquina, de nuestra casa, porque la esclavitud está a la vuelta. El sistema político no condena la explotación, y si lo hace se miden las palabras para no enojar a los clientes, de la explotación sexual, "nuestros varones" y de explotación laboral, "nuestras empresas".

El estado no controla, no garantiza los derechos de quienes habitan en este suelo, sean migrantes o no, ¿o acaso un migrante no es un sujeto de derechos, no es persona? El estado decide a través de funcionarios, fuerzas de seguridad, no controlar la violación de derechos humanos. 
 
Dice el Papa Francisco: "La trata de personas es un delito de Lesa Humanidad", es decir, viola todos los derechos humanos de quienes caen presos en sus redes de desesperación y muerte. Y los únicos que violan los derechos humanos, son los estados. 
 
¿Cuántos candidatos hoy plantean en sus propuestas el fin de la esclavitud sexual o laboral? Es decir con acciones concretas y sobre todo con acciones de medición de resultados de las políticas. ¿Estoy escribiendo de más, verdad? ¿Qué pasa en el día después de mañana de una víctima de explotación? Cierta vez en un pasillo un funcionario me dijo: "No podemos hacernos cargo de tantas, usted pide una utopía".

El estado no puede elegir hacerse  cargo o no  de la reparación de derechos de estas personas -niños, niñas, jóvenes y adultos- que han sido destruidas física, emocional y psíquicamente. Es su obligación y además debería evitar que esto pase.
 
¿Dónde están los lugares de explotación? Ahí donde van en  estos días a buscar votos para las campañas. Es decir que la ubicación se sabe o se sospecha. ¿Qué candidato quiere poner fin a la esclavitud de personas? Todos somos responsables. Los funcionarios de hacer lo que les corresponde y nosotros de exigir que cumplan con su trabajo, para eso los elegimos.
 
¿Alguien recuerda los dos chiquitos que murieron días atrás en el incendio de un taller clandestino? ¿Y si fueran mis hijos o tus hijos?

 

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