Cuando todos fuimos Sarajevo

08 de junio de 2015

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El Papa Francisco visitó Sarajevo, donde la guerra entre musulmanes y cristianos dejó millares de muertos y desplazados. ¿Podrán las religiones convivir en paz? ¿O son las religiones causantes de guerras?

Por siglos esa ciudad fue conocida como “la Jerusalén de Europa”, donde el cristianismo, el islamismo y el judaísmo vivían en armonía. De hecho, la mezquita, la sinagoga, la catedral católica romana y la Iglesia Ortodoxa Oriental se encuentran a menos de 100 metros la una de la otra.

Sin embargo, también fue el principal escenario de la Guerra de los Balcanes (también conocidas como las Guerras de Yugoslavia), que fueron una serie de conflictos en el territorio de la antigua Yugoslavia, que se sucedieron entre 1991 y 1999. (El Universo, 4 junio 2015)
La conflagración bélica obedeció a causas políticas, económicas y culturales, así como a la tensión religiosa y étnica.  Se calculan entre 130 mil y 200 mil las bajas y millones de personas sacadas de sus hogares.

Famosa por los Juegos Olímpicos de invierno en 1984, siete años después, Sarajevo conmovió al mundo con sus francotiradores serbios y atentados contra civiles inocentes. Es imborrable el recuerdo de Juan Pablo, el 13 de abril de 1997, celebrando la Misa en el estadio de Kosovo, bajo una dura nevada (eltiempo.com). Y así “todos fuimos Sarajevo”, pidiendo la paz en la antigua Yugoslavia.

El Papa Francisco realizó una visita relámpago (6 junio 2015), para conmemorar el 20º aniversario del fin de aquella guerra. Aunque la ciudad parece funcionar con normalidad, continúa existiendo una clara división étnica y política, consecuencia del conflicto. Precisamente lo que el Pontífice pretendía en su viaje era fomentar la unión y la reconciliación. (elmundo.es)

En Sarajevo aún rondan los “fantasmas” de la guerras de religión. Y el Santo Padre se reunión con líderes musulmanes, judíos y ortodoxos para “exorcizar” este temor. Delante de ellos, el Papa pidió por Bosnia y Herzegovina, para que, en paz y armonía, la habiten hombres y mujeres creyentes de distintas religiones, naciones y culturas. (news.va)

En efecto, las religiones no deben separar a los seres humanos. Ante la dialéctica que produce discutir sobre cuál es la verdadera religión, el Concilio Vaticano II realizó un cambio de paradigma en la Declaración “Dignitatis humanae”, que consiste en poner la dignidad humana como fundamento de la libertad religiosa.

Es decir, el ser del hombre y su condición de hijo de Dios, forman una estructura que es la  condición para recibir la verdad. Por eso, el ser humano no puede ser alienado a nombre de la verdad, sea filosófica, sea religiosa, y menos a nombre de opciones políticas y económicas.

No es relativismo religioso, ni relativismo antropológico. Es justo lo contrario: es la gran convicción, la firmeza, la certeza, de que Dios creó al hombre y le dio una dignidad inalienable, la cual es el fundamento para aceptar la fe religiosa.

Sólo desde este punto firme es posible afirmar simultáneamente la verdad de la religión y el derecho a elegir la religión que cada uno considera verdadera. Este fundamento antropológico nos permite ser respetados por nuestras convicciones, tanto si son totalmente verdaderas como si son parcialmente verdaderas. La dignidad es el principio clave para la verdadera tolerancia y la auténtica convivencia.

Hace 20 años todos fuimos Sarajevo, pidiendo la paz de los Balcanes. Ahora todos Sarajevo pidiendo el respeto a la dignidad de la persona, clamando por la verdadera convivencia de los diversos credos religiosos.

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