Todo lo ha hecho bien

04 de septiembre de 2015

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Comentario al Evangelio del domingo 6 de septiembre. Marcos 7, 31-37

 
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.
Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Ábrete".
Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".

 

Comentario

Jesús hacía curaciones milagrosas para demostrar la cercanía y el poder amoroso de Dios, y para revelarnos su proyecto definitivo para con nosotros: la vida eterna en el hogar de la Familia Trinitaria, donde podremos conseguir la realización total, la plena comunicación en el amor, el sumo placer, la paz y la felicidad fin.      
 
Hoy también se dan frecuentes curaciones “milagrosas”, de modo especial en santuarios marianos y otros en todo el mundo. Sin olvidar las admirables curaciones realizadas mediante la ciencia médica, que está en continuo avance, por voluntad de Dios.
 
Todo esto es obra del amor de Dios hacia el hombre, y con frecuencia a través del hombre. Pero hay que guardarse de curanderos, hechiceros y brujos, que utilizan sus poderes mentales y la ciencia para explotar al enfermo, e incluso hacerle daño.
 
A San Pablo le fue concedido ver por un momento la felicidad del paraíso y dijo como fuera de sí: “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni mente humana puede imaginar lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman” (1Cor 2, 9). “Los padecimientos de la vida presente no tienen comparación con el inmenso peso de gloria que nos espera” (Rm 8, 18).
 
La enfermedad del sordomudo nos remite a una gran enfermedad de hoy: la incomunicación en la era de las comunicaciones, en la cual los medios de comunicación promueven, a menudo, incomunicación en el hogar, en la sociedad, con la naturaleza, con Dios, con el misterio de la persona humana…
 
Jesús sigue hoy entre nosotros para curarnos con su presencia viva en la comunicación de la oración, en su Palabra, en la Eucaristía, en el prójimo necesitado.
 
Las palabras y gestos que sanan son las que surgen del silencio en la adoración, comunicación y escucha amorosa de Dios, del prójimo, de nuestro interior y de la creación, en la que se transparenta el Dios-Amor-Comunicación-Familia.

 

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