Crónicas de un obsoleto 28. Juegos de salvación.

11 de septiembre de 2015

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Atentos lectores:

Los juegos del Obsoleto con sus tres hermanas inventaban  sus libretos en base a las lecturas semanales de “El Peneca”, insigne revista infantil de los tiempos de su directora Roxane. Don Federico el  farmacéutico había suscrito a su hijo el Obsoleto a esa revista para que mejorara la ortografía y adquiriera el buen hábito de la lectura.  Uno de los juegos más importantes y repetidos que el Obsoleto desarrollaba en conjunto con sus hermanas estaba inspirado en una serie de “El Peneca” titulada “Las Aventuras de Quintín el aventurero”. Se trataba de un científico e ingeniero llamado Dr. Seymour que había inventado y construido un artefacto que era al mismo tiempo submarino, auto y avión y era manejado por el joven Quintín el aventurero. Una tercera persona era la hija del Dr. Seymour, enamorada de Quintín. El novedoso vehículo era conocido como “submarplano”.

Trasladados ya al ambiente de nuestro juego, el Obsoleto hacía el papel del Dr. Seymour y del narrador. Micaela era Quintín, piloto al mismo tiempo del submarplano, Rut era Ryan el justiciero, y Lilianita era la hija del Dr. Seymour. El lugar en que se situaba la acción dramática era el amplio dormitorio de los papás, ya que las camas matrimoniales se transformaban en el submarplano, mismo al cual los tripulantes se subían o descendían, accionaban instrumentos o disparaban armas, gritaban órdenes. La acción misma corría a cargo del Dr. Seymour, que también daba la orden de entrada en escena de las actoras.

Uno de los juegos consistía, por ejemplo, en una salida de las profundidades marítimas del submarplano con toda su tripulación, para ir a visitar una isla misteriosa del Pacífico. Para ello todos debían bajar del submarplano e internarse en la vastedad del dormitorio, descubriendo cada cual lo que iba manifestando en voz alta. En un momento dado Lilianita daba un grito de alarma porque había visto venir corriendo una “turba de forajidos y forasteros negros”. La frase era parte del vocabulario nuevo aprendido en aquella semana de “El Peneca”. Toda la tripulación empezaba a correr por la arena blanca de la playa bordeada de hermosas palmeras. Lilianita corría lógicamente al último y por ello empezaba para ella el gran peligro. En el momento debidamente señalado por el Dr. Seymour, Lilianita debía expresar su angustia gritando: “Ryan, sálvame,por favor”. Entonces venía el gran momento de Rut: Subida sobre una cómoda del dormitorio, que en realidad figuraba una roca, Ryan aparecía glorioso y alzando su revólver gritaba: “Aquí vengo, Lilianita!” y soltaba su primer sonoro disparo al aire. Mientras tanto los primeros tripulantes alcanzaban ya el submarplano, que se mecía a algunos metros sobre el agua y al cual había que acceder por una escalerilla de metal, abriendo una escotilla. Micaela-Quintìn había cogido ya el manubrio del invento Seymouriano. Ryan había accionado sucesivos disparos sobre los forajidos negros, logrando que algunos de ellos “cayeran de bruces regando con sangre las blancas arenas de la playa” (también esta frase era del Peneca). En realidad, el cowboy Ryan no formaba parte del elenco de “Quintìn el aventurero”, sino de la serie de la matinée del “Teatro Principal”, pero lo necesitábamos para las escenas de persecución. La gran escena del norteamericano gritando “Aquí vengo,Lilianita!” nos había costado mucho trabajo, porque, como ya se sabe, ella era muy sensible y siempre al borde de las lágrimas. Los “forajidos” de la playa exhalaban gritos en extremo temibles y Lilianita siempre llegaba última para alcanzar al submarplano. Era una agonía para todos hasta que la tuviéramos en la cabina del submarplano.

Atentos lectores: Captará su agudeza que el resorte principal del juego de la salvación era para los niños el contraste entre la inocencia del desembarco y paseo por la isla misteriosa y la experiencia imprevista del peligro máximo de una hostilidad desconocida, la angustia de la fuga y la majestad de una intervención justiciera; finalmente la sensación de acogida y gratitud de los salvados en la cabina del submarplano. Dejaremos para la próxima crónica un comentario de actualidad.


 

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