Crónicas de un obsoleto 29. La salvación en serio

25 de septiembre de 2015

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Atentos lectores:


Supongo que con el adjetivo “atentos” no estaré descaminado, ya que en la crónica anterior 28, titulada “Juegos de salvación”, había anunciado algunos comentarios en la presente crónica 29, que titularemos: “La salvación en serio”. Alcemos entonces el gran telón de los tiempos remotos para rendir homenaje a los inolvidables artistas y compañeros de nuestra infancia, todavía totalmente carente de Televisión, Facebook, Play-Stations y demás artificios de los tiempos actuales, que reducen a los niños a la pasividad y, a la larga, al aburrimiento. Ciertamente también nosotros teníamos estímulos lúdicos, como la radio, el cine en blanco y negro y estos “semanarios ilustrados para niños”, como rezaba el subtítulo de “El Peneca”. Pero todo eso no constituía más que la primera patada de un partido de futbol, porque después de eso comenzaba la gran libertad del juego infantil. Tomábamos los primeros trozos de la “realidad” de “El Peneca” y del “Billiken” y sobre esto tejíamos increíbles tramas, tomando personajes y relatos en forma libre y aterrizando infaliblemente en un final feliz. Nombremos con gratitud a Elvira Santa Cruz Ossa (con el seudónimo de Roxane y que vivió entre 1886 y 1960 , después de verter su talento a “El Peneca” desde 1921 hasta 1950). En  1932 empezó a colaborar  con ella un dibujante genial, Mario Silva Ossa, que firmaba con el seudónimo de Coré y era sobrino de la directora. Coré tenía un estilo místico inolvidable, fascinante para chicos y grandes. Por desgracia se suicidó en 1950, al tener noticia de la infidelidad de su esposa. Falta de su sustancial apoyo e inspiración, Roxane tuvo que suspender la publicación de “El Peneca” poco después.

El juego de la salvación, con ciertas variaciones,  era el favorito del Obsoleto y sus tres hermanas. La médula de su atracción era el contraste violento entre su primera parte, el pacífico desembarco turístico de la tripulación del submarplano en una hermosa isla del Pacífico y la segunda parte, que se reducía a la angustiosa fuga hacia el submarplano a raíz de la persecución de los “forajidos y facinerosos” (vocablos tomados de la revista) hombres negros. Tan pacífica era la primera parte que Lilianita nunca bajaba a la playa de arena blanca sin convidar también a Joaquín, su hijo-muñeco. Esto agravaba las circunstancias peligrosas  de la posterior fuga de Lilianita, que siempre iba última. Entre los gritos de “Apúrate” y el ulular salvaje de los “facinerosos” negros, Lilianita ,después de dejar atrás la playa, debía vadear las olas, subir por la escalerilla metálica al submarplano, entregar al muñeco Joaquín en las manos de las hermanas y penetrar ella misma al recinto salvador de la cabina de mando. La escena de la tripulación rescatada y en resguardo, mientras Micaela-Quintín el aventurero accionaba el control de vuelo, era particularmente emocionante. Aunque el trauma del peligroso escape perturbaba a todos, en la cabina se sentía una gran paz. Lilianita acariciaba a Joaquín, susurrándole al oído: “Tranquilo, ya todo pasó, ahora descansa”. Rut- Ryan el justiciero limpiaba su revólver de madera y lo encajaba en su estuche de cuero; Micaela-Quintín se echaba para atrás en su sillón de piloto y el Obsoleto-Dr. Seymour contemplaba por la ventanilla a los malvados, que vociferaban abajo en la playa y sacudían sus puños hacia el submarino volante.

Este juego de infancia al Obsoleto más tarde le sirvió mucho para apreciar el peso y la realidad de la salvación en serio, la que necesitan todos los hombres de esta tierra y sin la cual nadie sabe conducirse acertadamente en esta vida. Leyendo la Biblia es imposible no darse cuenta de que el mismo Dios que sacó el maravilloso Universo de la nada no tiene otro afán que el de salvar al hombre y eso con un durísimo esfuerzo de convencerlo para que se deje salvar. A medida que iba creciendo y madurando el Obsoleto se afianzaba en la impresión de que muy pocos se interesan por su propio “éxito final” y prefieren quedarse en la playa con la iniquidad vociferante, en vez de subirse al submarplano, el maravilloso invento del Dr. Seymour-Dios, que permite navegar en cualquier profundidad, hacerle carrera a los automóviles y elevarse a las alturas.  Y si “Quintín el aventurero”  hubiera seguido publicándose después de 1960 seguramente el Dr. Seymour habría perfeccionado su invento del submarplano coaptándolo a los viajes interplanetarios. Si no hubiéramos jugado tantas veces el juego de la escapada de la isla maldita en alas del plurivehículo, no habríamos entendido que el Dr. Seymour era como Dios Creador, el famoso submarplano como la Iglesia y Quintín el aventurero como Cristo. Porque ¿qué aventura más apasionante que la aventura de la salvación por medio del Hijo de Dios?        

Finalizamos esta crónica prometiéndoles, atentos lectores, una fotografía en que podrán ver ,junto al submarplano interplanetario, al Obsoleto disfrazado de Dr. Seymour, a Micaela como Quintín el aventurero, a Rut como Ryan el justiciero y a Lilianita, con el muñeco Joaquín y sin disfraz alguno, porque es una niñita muy auténtica.

 

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