La apostasía de la sociedad

27 de noviembre de 2015

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Aquí recuerdo la frase de Santo Tomás Moro, cuando le dijeron aceptase la boda de Enrique VIII con Ana Bolena: «¿Voy a cambiar la eternidad por veinte años de mi vida? Ni hablar».


En el primer libro de los Macabeos 1,15-16 leemos: «El rey los autorizó a adoptar la legislación gentil; y entonces, acomodándose a las costumbres de los gentiles, construyeron en Jerusalén un gimnasio, disimularon la circuncisión, apostataron de la alianza santa, se juntaron con los gentiles y se vendieron parta hacer el mal».

Actualmente, ¿sucede algo parecido en nuestra Sociedad? Aunque hay muchas cosas buenas en ella, y estos días hemos celebrado el Día de la Iglesia Diocesana, con la ingente labor que la Iglesia está haciendo a favor de los demás en el plano social, de salud, educativo y de catequesis, con miles y miles de personas que dan su tiempo gratis y no se preocupan en salir en los medios de comunicación, sino que tan solo lo que desean es aportar su granito de arena a las tareas de evangelización, sin embargo, junto a esta realidad consoladora, hay otra realidad que es mucho más preocupante y que podemos sintetizar en la pregunta: ¿está apostatando nuestra Sociedad?

Hoy, en efecto, hay muchísima gente que está volviendo la espalda a Dios, sea porque no quiere saber nada de Él, sea porque lo rechaza, cometiendo a veces barbaridades como la de la exposición de Pamplona, sea porque el mensaje evangélico no ha llegado a ellos de una manera audible.

Cuando se habla de Europa y de sus raíces y fundamentos se habla de Atenas, Roma y Jerusalén, Atenas es la Filosofía, Roma el Derecho y Jerusalén la Espiritualidad Se puede añadir la Ilustración, aunque ésta tuvo y tiene muchos puntos negros, como su escasa simpatía hacia las raíces cristianas de Europa, que le llevó en ocasiones a la intolerancia. Un ejemplo de ello fue que, en la afortunadamente fracasada Constitución Europea, el Sr. Giscard d´Estaing, pretendió suprimir la mención a las raíces cristianas de Europa, aunque, casi siempre, el edificio más importante de cualquier ciudad europea, es la catedral o la iglesia principal de la ciudad. Por el contrario los políticos fundadores de Europa, tres grandes estadistas, Adenauer, De Gasperi, Schumann, eran profundamente católicos. De su catolicismo surgió la bandera de Europa, esa bandera azul con doce estrellas, inspirada en la vidriera de la Virgen de la catedral de Estrasburgo, y de la que por tanto podemos decir que es una bandera mariana. La fe es invisible, pero sus obras no. Por ello no es posible negar las raíces cristianas de Europa, pues negarlas es negar la evidencia, una evidencia ante la cual los creyentes, viendo lo que han supuesto las obras de la fe, tenemos el derecho de sentirnos legítimamente orgullosos.

Pero hoy se intenta marginar a Dios y al Catolicismo. Lo característico de una ideología sectaria es que mientras los filósofos medievales tenían la gran frase. «contra el hecho no valen argumentos», aquí por el contrario para quienes niegan el Derecho Natural, como marxistas, laicistas, relativistas y nazis, que coinciden con los otros plenamente en asuntos como la educación y el no respeto para la vida humana, con su aprobación del aborto y dentro de no mucho de la eutanasia, ya legal en varios países, es decir para todas las corrientes que desconocen la existencia de un campo de derechos propios del ser humano anteriores y superiores al Estado mismo, es la realidad la que tiene que acomodarse a la ideología. En consecuencia no saben distinguir la Verdad de la Mentira, el Bien del Mal. En efecto, no hay una Verdad objetiva, el Bien y el Mal son intercambiables, lo que hoy es un derecho mañana es un crimen y al revés, porque la Verdad objetiva simplemente no existe. Con ello es fácil, al no haber un orden moral objetivo, el caer en las mayores aberraciones, como muestra la Historia del siglo pasado. Así nos hacemos egoístas y hedonistas y el sentido de nuestra vida deja de ser la búsqueda de la verdad y del entendimiento racional entre los hombres.

Las consecuencias para la Sociedad son desastrosas. La ideología de género, triunfante hoy en día e hija del marxismo y del relativismo, carece del más mínimo sentido común, está inspirada en el odio y es propia de idiotas. Por ejemplo, el Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades, organismo oficial dependiente del Ministerio de Sanidad, recomienda que, en nuestro país, en nuestras escuelas e Institutos los baños sean mixtos con cabinas individuales, se promocione el orgullo gay y se evite hablar en la educación afectivo sexual del padre y de la madre. Otra cosa común de estas ideologías, es que como todo termina con la muerte, nuestra vida no tiene sentido y la felicidad eterna es inalcanzable. Pero los que permanecemos fieles a Dios, buscamos el Bien y la Verdad, sabemos que Cristo nos ha prometido la felicidad eterna, y esperamos alcanzarla. Aquí recuerdo la frase de Santo Tomás Moro, cuando le dijeron aceptase la boda de Enrique VIII con Ana Bolena: «¿Voy a cambiar la eternidad por veinte años de mi vida? Ni hablar».

 

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