Servicio Humano y Salvífico

18 de diciembre de 2015

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Comentario al Evangelio del domingo 20 de diciembre. Lucas 1, 39-45
 

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".

 
 
Comentario
 
La visita de la Virgen María a su prima Isabel, es la primera misión evangelizadora cristiana: María lleva a Cristo a la casa de Isabel.

No es fácil imaginar la indecible y grata sorpresa de Isabel al oír el saludo de su joven prima María, y no sólo por su presencia, sino sobre todo porque vio en ella a la portadora de otra presencia más grande y más grata: el Mesías Salvador, reconocido primero por el niño – futuro  Juan Bautista, Precursor de Jesús- que Isabel llevaba en su seno y que saltó de gozo ante el Niño Dios.

Es sumamente consolador y admirable ver cómo Dios hace presente al Salvador a través de un servicio ordinario, humilde, hogareño. Sí: el máximo servicio que podemos hacer a las personas a quienes prestamos ayuda material, humana, consiste en llevarles a la vez la salvación de Dios a través de nuestro servicio, testimonio, oración, alegría, sufrimiento, perdón, fe viva...

¡Qué maravilloso ejemplo el de estas dos mujeres! En María y en Isabel todo gesto humano ordinario se convierte en acontecimiento de salvación, gracias a que ambas han creído que la salvación de Dios se concreta en acciones y en gestos ordinarios, cuando éstos se realizan en unión con Cristo Jesús.

Los gestos y obras realizados en unión con Cristo, nos merecen el elogio de Isabel a María: “Dichosa tú porque has creído”, (Lc 1, 45), y la promesa infalible de Jesús: “Quien está unido a mí, produce mucho fruto” (Jn 15, 5).

María fue la primera apóstol y la primera “sacerdotisa” después de Cristo, Sumo Sacerdote, porque medió entre Dios y los hombres, entregándoles la Víctima propiciatoria de la salvación. Apostolado o misión es vivir y obrar en unión con Cristo, facilitando a los hombres, con todos los medios a nuestro alcance, el encuentro salvador con Él.

El apostolado y el “sacerdocio” de María superan con mucho al de todos los apóstoles, obispos, papas, misioneros y sacerdotes juntos. La mujer no tiene por qué envidiar el sacerdocio ministerial, -pero tampoco infravalorarlo-; pues si con amor y fe ejerce su sacerdocio bautismal a imitación de la Madre de Jesús, comparte la eficacia salvadora del sacerdocio ministerial.

Este privilegio salvífico, hecho vida y obras en unión con Cristo, nos hace auténticos apóstoles de Jesús resucitado presente, más allá de los ritos y prácticas externas, que sólo valen en cuanto están vivificadas por esa ansia de salvación propia y ajena.

Hacerte apóstol a imitación de María, está a tu alcance mediante estas seis formas de apostolado salvífico, realizado en unión con María: vida interior de unión con Cristo, oración, sufrimiento ofrecido, testimonio, palabra y acción.


 

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