Sobre los vientres de alquiler

24 de marzo de 2016

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«Lo que pretendían la señora Cifuentes y Ciudadanos era que el Gobierno de España aprobase una ley que regule la gestación subrogada, lo que se conoce como vientres de alquiler. Además quería que no mediase transacción económica ni comercial entre los padres biológicos y la madre gestante, con lo que la señora Cifuentes nos toma por ingenuos o tontos.»
 
 
En España los principales partidos políticos, y buena parte de los demás, están metidos en una doble competición sobre quién de ellos es más idiota y más anticatólico. La señora Cifuentes ha intentado la semana pasada ganar muchos puntos en esta doble competición, declarándose a favor de los vientres de alquiler. Menos mal que tres diputados de su partido han recordado dos cosas: que hay que ser personas decentes y que existe algo llamado conciencia. No puedo por menos de alegrarme del ridículo de la señora Cifuentes.

Lo que pretendían la señora Cifuentes y Ciudadanos era que el Gobierno de España aprobase una ley que regule la gestación subrogada, lo que se conoce como vientres de alquiler. Además quería que no mediase transacción económica ni comercial entre los padres biológicos y la madre gestante, con lo que la señora Cifuentes nos toma por ingenuos o tontos. En España no está permitido actualmente ninguna de las modalidades de la gestación subrogada, y en los países del mundo donde sí se permite casi siempre es con un pago económico de por medio. Es decir, estamos ante un caso claro de explotación de la mujer.

El aumento del conocimiento médico y la rápida expansión de la tecnología nos abren a posibilidades desconocidas hasta ahora, pero también a desafíos insospechados. Mientras muchas parejas evitan tener hijos, otras por el contrario los desean ardientemente. Puede suceder que este deseo sea tan intenso que algunos esposos estén dispuestos a echar mano de todas las posibilidades médicas para tener al fin un hijo, incluso intentando lograr el embarazo al margen del acto sexual. La medicina actual intenta con éxito creciente, aunque todavía muy relativo, hacer posible este deseo, utilizando para ello los métodos de reproducción asistida.

Cuando el científico realiza la fecundación in vitro produce una nueva vida, pues ese zigoto ha sido hecho a partir de dos células preexistentes: los gametos masculino y femenino. La definición de embrión es tan válida para los embriones concebidos de forma natural como para los procedentes de la fecundación artificial. Es este conjunto de todos los cromosomas, con la información genética contenida en la célula, lo que se llama genoma, y es lo que identifica este embrión unicelular como biológicamente humano y especifica su individualidad.

Esquemáticamente la fecundación in vitro (FIV) comprende cuatro fases: a) la primera consiste en estimular la ovulación, a fin de obtener un buen número de ovocitos maduros; b) la segunda en recogerlos quirúrgicamente; c) la tercera su inseminación en el laboratorio con el esperma debidamente preparado; d) y la cuarta, colocar los embriones obtenidos en la cavidad uterina, que en este caso es el de una mujer distinta de su madre biológica.

Desde la fecha que se logró con éxito la inseminación artificial se plantea la cuestión de si este modo de traer un hijo al mundo es moralmente justificable. Actualmente también se está extendiendo el diagnóstico preimplantatorio, con el que se establece un criterio eugenésico que consiste en escoger y seleccionar para implantarlos los embriones sanos, destruyendo los otros. Realizado el diagnóstico se decide su transferencia al útero si es favorable, su eliminación si es desfavorable.

Está claro que tanto la investigación como la técnica no parecen estar efectivamente interesadas en el derecho a la vida de cada embrión. Sobre esto hay que seguir afirmando que el fin no justifica los medios y que es una radical injusticia eliminar seres humanos para tener un hijo, puesto que la moralidad de un procedimiento no depende tan solo del resultado final. La dignidad humana consiste en que no somos objetos, sino sujetos; no somos medios, sino fines, siendo su fundamento para los cristianos el que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios (Gen 1,26) y somos además hijos de Dios por adopción (Gal 4,4-7; Rom 8,14-17; Ef 1,5). Dios ha establecido que nadie tiene derecho a utilizar cualquier otra persona, por pobre y débil que sea, como un medio. En cambio hemos de tener claro que no podemos estigmatizar o discriminar a otro, aunque haya venido así al mundo. Los niños venidos así al mundo, son seres humanos y tienen los mismos derechos que los demás.

Si Rajoy, Arriola, la Cifuentes y el PP quieren saber por dónde se les escapan los votos, que piensen lo que están haciendo con el voto católico y luego no se asombren ni se quejen.

 

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