Solemnidad de la Ascensión del Señor

06 de mayo de 2016

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Comentario al Evangelio del domingo 8 de Mayo. Lucas 24, 46-53. Solemnidad de la Ascensión del Señor

Y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.Ustedes son testigos de todo esto."
Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto".
Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo.
Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.

 

Comentario

La Ascensión de Jesús constituye la cumbre de nuestra esperanza cierta: llegar, en unión con él y como él, a la eterna felicidad en la Casa del Padre, donde nos espera.

La Ascensión atestigua que Jesús ha vencido todo lo que amenaza la vida humana: el dolor, el odio, la guerra, la muerte, que no son la palabra definitiva sobre el hombre, el cual tiene ansia y destino de felicidad, amor, paz y vida eterna. Que la Ascensión de Cristo nos seduzca y atraiga nuestros corazones hacia la felicísima Familia Trinitaria eterna con Él.

“Subir al cielo” equivale al éxito total y final de la existencia humana; éxito que nos mereció Jesús con su encarnación, vida, pasión, muerte y resurrección; éxito que nosotros alcanzamos mediante las obras de misericordia, y asociando los padecimientos inevitables, y la misma muerte, a la cruz de Cristo; éxito que equivale a un salto inaudito en calidad de una vida inmensamente superior.

Jesús se encarnó, trabajó, predicó, sufrió, murió y resucitó, no sólo para transmitirnos una doctrina, sino ante todo para enseñarnos una nueva forma de vivir, de amar, de obrar y… de morir, para resucitar a la gloriosa fiesta eterna.

Jesús ascendió a los cielos después de haber echado las bases del reino de Dios en la tierra. Con eso nos enseña que el acceso al reino de los cielos está condicionado al esfuerzo serio para implantar con Jesús el reino de Dios en el hogar, en la sociedad y en el mundo.     
 
En el testamento de Jesús, en el día de la Ascensión, nos dejó una misión: “Vayan y evangelicen a todas las gentes” (Mt 28, 19). Misión que empieza por nosotros mismos, por el hogar, el trabajo, el centro de estudios…, usando todos los medios a nuestro alcance, desde la oración a los modernos medios de comunicación.

En la Eucaristía compartimos con Cristo su acción salvadora de alcance universal: “Esto es mi cuerpo…; ésta es mi Sangre que será derramada por ustedes muchos” (Mc 14, 22-24). Él nos garantiza: “Quien permanece en mí y yo en él, produce mucho fruto” (Jn 15, 5), aunque no sepamos dónde, ni cómo, ni a quién llega salvación que Cristo realiza con nosotros y a través de nosotros.

A nuestros tiempos estaba reservada la extraordinaria posibilidad de realizar, al pie de la letra, el mandato de Jesús de evangelizar a todo el mundo, en especial a través de las redes sociales, y todos los medios de comunicación que vayan surgiendo.

 
 
 

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