El perdón para el cristiano

02 de diciembre de 2016

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A propósito de la muerte de Fidel Castro, y del acercamiento del Papa hacia aquellas personas que han cometido abortos o colaborado en ellos, es necesario revisar cómo estamos los creyentes entendiendo el Perdón.

El Papa Francisco ha culminado solemnemente el Año de la Misericordia, y para ello ha lanzado su carta Misericordia et Misera (Misericordia y Miseria). Durante todo este año hemos reflexionado, practicado y pedido a Dios misericordia.

Tuve la oportunidad de cruzar la puerta santa con mi familia en el Santuario de Santa Teresa de los Andes, primera santa chilena, y estuvimos todo el día en el santuario a unas pocas horas de la capital de Chile. Pude observar la riqueza de la espiritualidad de ésta santa carmelita descalza, porque en la Cripta aparecen unos hermosos murales que contienen imágenes sagradas, y frases que la santa escribía en sus libretas. Me llamó poderosamente la atención en la Capilla de las confesiones que Santa Teresa escribía: “Dios perdona y olvida”.

Y es exactamente así. Dios nos perdona nuestros pecados pero no los deja reservados en su memoria para sacarlos a relucir en nuestra próxima falla. Tampoco como una amenaza, como diciéndonos: “cuidado con volver a pecar, porque te recuerdo que lo has hecho 30 veces antes”.

El verdadero sentido del perdón es ese, olvidar la afrenta, justamente por el amor al perdonado. Como Dios nos ama infinitamente, nos perdonará infinitamente, lo que no significa, ni nos da derecho alguno, a seguir pecando porque nos va a perdonar, sino todo lo contrario, nos exige no pecar más, justamente porque el que nos perdona lo hace porque nos ama. Eso, ese perdón,  debería despertar en nosotros un amor cada vez más grande hacia Dios.

De ahí que el Papa Francisco haya insistido tanto, durante todo su pontificado, en que aumentemos el amor a Dios, fuente de todo bien. De ahí brotará nuestra conversión. Es lo que se concluye de su Carta que entregó al finalizar el Año de la Misericordia.

El Perdón está muy ligado a la misericordia. El título de la carta del Papa Francisco hace alusión al pasaje de Jesús con la mujer adúltera (Juan VIII, 1-11). La frase misma que da título a dicha Carta la extrae el Santo Padre del Comentario de San Agustín sobre este pasaje evangélico.

Perdonar, nos explica su etimología, es “donarse” o “darse”, por la terminación “donar”. Cuando uno perdona no es que uno entrega algo, sino que se entrega uno mismo. Ya no queda nada de lo que fue. Este es el sentido natural del perdón, cuánto más fuerza y sentido cobrará si agregamos la ésta acción la luz de la fe, que nos permite perdonar incluso a nuestros enemigos.

Porque es algo natural en los Hombres perdonar la afrenta de un amigo, o cercano, pero es sobrenatural perdonar al enemigo. Eso es algo que sólo se puede hacer con la ayuda de la Gracia.

El Papa, con el año dedicado a pensar la Misericordia de Dios, nos ha invitado a pensar también en nuestra capacidad de perdonar que, sin duda, ha disminuido en un mundo cada vez más polarizado, violento, y que juzga con severidad pero que no perdona con misericordia.

Ahora bien, desde el punto de vista humano, perdonar es muy difícil. Porque las ofensas, mientras más duelen, más cuesta perdonarlas. La única forma de poder vencer este círculo vicioso es mediante la oración. Mediante la unión con Dios. Sólo el Hombre unido a Dios puede obtener la fuerza para perdonar la peor de todas las ofensas. ¿No fue eso lo que hizo Dios perdonándonos a nosotros todos nuestros pecados, y perdonarlos infinitamente?

Una ofensa a un ser infinito se convierte en una ofensa infinita. Sólo se puede remover esa ofensa infinita mediante un amor infinito, que es el amor que Dios nos tiene a nosotros.

¿Cuál es el pecado que no tiene perdón de Dios? En realidad ninguno. Basta el arrepentimiento sincero. Pensar lo contrario supone adherir a que la misión divina de Jesús, de salvar a los Hombres, fue un fracaso. Cuando Cristo en la cruz dice “Todo está consumado” (Juan XIX, 30) se refiere a que el castigo por todos los pecados –hechos y los que vendrán- han quedado pagados.

Por eso muchos han entendido mal el mensaje del Papa sobre “autorizar” el perdón a los que han abortado. No está dando una señal como quitándole gravedad al pecado de asesinato de inocentes. Es más, todo lo contrario, lo está situando perfectamente en la órbita del pecado, y, por lo tanto, necesitado de perdón de Dios. Con ésta medida está incentivando el arrepentimiento, la confesión, está moviendo la voluntad del que ha cometido tan horroroso mal hacia el amor a Dios.

La muerte de Fidel castro nos invita a pensar en lo mismo. En muchas personas se oye decir: “Que se pudra en el infierno” o “Ya debe estar en el infierno”. De partida eso no lo sabe nadie. Lo cristiano es intentar rezar por los difuntos, precisamente, para que se muevan hacia el arrepentimiento de sus males. Todos cometemos pecados, todos necesitamos ser perdonados.

Es cierto que hay pecados más vistosos que otros. Hay pecados también que en una jerarquía objetiva son más graves que otros. Pero eso no significa que todos sean iguales.

Sólo Dios conoce el corazón del Hombre, con más perfección incluso con la que nos conocemos nosotros mismos. Él sabrá lo que hay en el corazón de cada uno, el arrepentimiento o no, el grado de maldad con la que actuó o no, el amor que se le tiene a Dios a pesar de que hacemos el mal, etc.

En el tema de Fidel castro, o del perdón hacia los abortistas, y en tantos otros temas, lo que nosotros sí sabemos y necesitamos para mejorar en nuestra vida cristiana son tres cosas:
  1. Que Dios perdona siempre, todo, cuando hay arrepentimiento movido por el Amor.
  2. Que debemos evitar juzgar con severidad los corazones de los Hombres, y remitirnos a los juicios de sus actos (aunque siempre con misericordia): “Eso está mal, esto está bien” más que: “Éste es mal, éste es bueno”. Porque con la medida con la que midamos seremos medidos.
  3. Que debemos querer y hacer todo lo posible para que, en primer lugar nosotros, y luego todo el mundo a nuestro alrededor, perdone, y busque el perdón.
 

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