Una sola alma, ya es parroquia

10 de octubre de 2013

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Hace unos años el obispo me decía estas palabras, tratando de razonarme su decisión de cambiarme de parroquia: “¡Es que ahí, estas desaprovechado!”. Y el otro día un cura, de esos oficialmente espirituales, celosos, apostólicos, de los que van dando consejos, retiros a los demás; uno de la élite de un movimiento que cuida la calidad de la vida sacerdotal… me espeta: -“¡Hombre es que, en esos pueblines que servías antes,… no tenías faena!”. Y otro compañero, de esos movimientos nuevos y pujantes, me dice: "A ver si el obispo te trae a la capital para que tengas trabajo". Sin comentarios.
Me dejó –como coloquialmente se dice - "a cuadros".
 
Pensé: O sea, que según sus esquemas sólo trabaja pastoralmente el cura que está en grandes núcleos de población, con las masas. Sólo importa lo que hace quien está en los espacios urbanos o industriales donde radican los centros de servicios, administración, la universidad o donde se mueve economía o se decide la política.
 
Vivir entre ancianos pensionistas, en lugares rústicos apartados, con humildes agricultores… eso, no da faena. "¿Que trabajo pastoral tiene que hacer uno en una aldea cada vez más despoblada?" ¡Como si aquellas sencillas gentes no necesitasen tanto o más de los sacramentos, de la predicación, de la cercanía del sacerdote! Lo necesitan tanto o más que los demás. Aún no acierto a entender el porqué tres pueblos de 200 o 100 habitantes les parece a los tecnócratas de la pastoral que no dan trabajo al sacerdote o que allí no está aprovechado.
 
Me fui ante la cruz, pensativo. Y orante reparé que Jesucristo, gastó la vida -primero conviviendo (pastoral de la presencia) y luego predicando (pastoral evangelizadora)- en aldeas perdidas en un rincón perdido del mundo. No se fue a predicar a las grandes ciudades de su tiempo ni a los espacios de decisión e influencia política.
 
Quien piensa que en lo pequeño, no hay trabajo pastoral evidencia desconocer el corazón humano y declara que sus pretensiones, por razonables que parezcan, están alejadas del querer de Dios.
 
Pablo IV decía que “una sola alma, es diócesis”… Y al leerlo me convenció en tal manera su planteamiento del quehacer pastoral que considero, en mi vivencia del sacerdocio, que “una sola alma, ya es parroquia”.Que no hay parroquias grandes o pequeñas, importantes o insignificantes… Todas son agricultura de Dios y en todas ha de entregarse el sacerdote con el mismo empeño, dedicación y entrega.
 
Y si alguien no me entiende, con que Dios me comprenda ¡me basta!


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