La trampa de la perspectiva de género (y II)

13 de enero de 2017

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La ideología Gender parte del supuesto que nuestra sociedad es patriarcal y machista, dominada por el imperialismo de los heterosexuales. Para demostrarlo presenta determinados aspectos donde se dan desigualdades desfavorables para la mujer como demostración, omitiendo aquellos otros en los que sucede lo contrario y que son de una importancia decisiva, como sucede en dos cuestiones centrales: la vida y la educación.

No se trata de presentar la discriminación del hombre para contraponerla a la de la mujer, sino de consignar que existen desequilibrios en uno y otro caso. Y lo importante es (1) establecer las causas que los provocan y (2) actuar para corregirlos. Existe un trato desigual en aspectos que afectan a las mujeres, por descontado, como cuando se produce una menor retribución por hora a igual trabajo realizado, pero también se dan casos flagrantes en los que los sujetos son los hombres.

De lo que se trata es de proteger al ser humano y no a un “género”.

Una mayor esperanza de vida al nacer. Las mujeres viven bastantes más años que los hombres, y esto se acepta sin más indagación, incluso llega a afirmarse que es un hecho reciente. No es así. Desde 1900 la diferencia ha existido y ha crecido hasta mitad de los años noventa, en la medida en que se redujo la principal causa de mortalidad femenina: el parto. A partir de aquella década, el gap dejó de aumentar y comenzó a disminuir, aunque la brecha se sigue dando, es importante y se proyecta al futuro lejano.

Dos fechas y dos consideraciones. (1) La única aproximación entre magnitudes se dio con el episodio de la gripe española de 1918. (2) La diferencia de la esperanza deja de aumentar porque crece más despacio que la de los hombres, precisamente cuando toma cuerpo en España el feminismo de segunda generación y la perspectiva de género. No estamos afirmando que exista causalidad, porque la existencia de una correlación no la justifica por sí sola, pero sí afirmamos que, sin correlación, la causalidad no podría formularse como hipótesis.

Todos los estudios de salud pública señalan que una parte de las causas de la brecha de esperanza de vida hombres- mujeres son evitables; son todas aquellas que no tienen una causa biológica. A pesar de ello no existe política pública alguna que persiga este fin. Esta omisión es todavía más criticable cuando en España la diferencia entre lo que puede vivir una mujer en relación a un hombre es superior a la media de la UE, y solo se ve superada por Francia.

Un ejemplo trágico lo tenemos en los suicidios, que son la principal causa de muerte no natural entre los jóvenes. Un problema que se extiende a la edad adulta. Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2011 se quitaron la vida 375 hombres y 91 mujeres de entre 15 y 34 años. Tres son las preguntas: ¿Si la situación fuera a la inversa no sería ampliamente divulgada- con razón- presentándola como una demostración más de discriminación? ¿Por qué los suicidios, que ocasionan muchas más muertes que el feminicidio, no forman parte de la agenda mediática y la política? ¿Cuáles son las causas de la diferencia entre chicos y chicas?

Se aduce que las mujeres viven más, pero menos que los hombres en buen estado de salud. Esta formulación encierra una falacia. Tomando como referencia el año 2011, las mujeres vivían en buena salud 65,8 años, mientras que los hombres lo hacían algo menos 65,3. Esa es la evidencia estadística. Lo que sucede es que como los hombres viven menos años (79,4) que las mujeres (85,4) estas tienen más años de vida con mala salud, pero no porque los hombres las superen en este cómputo. Es una de las muchas deformaciones de la realidad que se presentan en nuestra sociedad para que la teoría Gender encaje con los datos.

Lo que sí es cierto es que la pauta Gender de estilo de vida, que toma como referencia lo que hace el hombre (deportes de riesgo, fuerzas armadas, consumo de alcohol y tabaco, enfermedades de trasmisión sexual por comportamientos promiscuos) va reduciendo progresivamente la diferencia en la esperanza de vida. El espejismo de una falsa igualdad en aspectos que no deberían ser una referencia, que propugna el Gender, actúa en perjuicio de la mujer. Por ejemplo, la ratio de borracheras entre adolescentes es ya casi igual entre chicos y chicas. La perspectiva de género, en su menosprecio por la naturaleza, degrada las ventajas que la naturaleza ofrece a la mujer.

En el ámbito educativo, la situación de los jóvenes es particularmente mala. Y esta base de partida, en una sociedad cada vez más exigente con los años de estudio y las titulaciones, los sitúa, ya en el inicio de su vida, en inferioridad de condiciones. Concretamente, tres son las referencias básicas:
 
  • El número de chicos repetidores es claramente superior.
  • Los que abandonan los estudios antes de alcanzar el título de secundaria obligatoria es, también, mayor
  • Existe una mayor proporción entre los jóvenes que ni estudian, ni trabajan, ni lo buscan, que entre las jóvenes, en el periodo de 16 a 29 años
Como consecuencia de todo ello, hay una proporción muy superior de licenciadas, graduadas y estudiantes universitarias entre las mujeres menores de 35 años, que en relación a los hombres.

Según los resultados del informe Pisa y a escala global, los chicos de 15 años alcanzan un rendimiento menor que las chicas de la misma edad. En 2012, 14 % de los chicos y 9 % de las chicas no consiguieron en ninguna de las tres áreas evaluadas (lectura, matemáticas y ciencias) el nivel básico de rendimiento que considera este estudio. Esto significa una diferencia del orden del 36%.

Lo llamativo de esta situación educativa no es solo la diferencia, sino que los comentarios a la misma están centrados en justificar porque los chicos jóvenes obtienen peores resultados, en lugar de definir respuestas a la situación y a un sistema educativo que obtiene resultados tan diferentes en función de si se trata de uno u otro sexo… La pregunta vuelve a ser obligada. ¿Si la realidad fuera la contraria y además en una cuestión tan decisiva, no se presentaría continuamente como una discriminación por género?

La conclusión final es clara: Los problemas de las diferencias existen, pero no se explican a través de esa extraña teoría que niega el carácter fundamental de la naturaleza masculina y femenina de las personas, sino que están causados por las condiciones de vida de la sociedad, los determinantes biológicos y, sobre todo, por las diferencias socioeconómicas, que precisamente la perspectiva de género se encarga de camuflar.

 

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