Una revolución inconclusa

08 de marzo de 2017

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Hace más de 100 años que en el mundo se celebra el Día Internacional de la Mujer,  cuyas demandas iniciales fueron de índole laboral: salarios justos, jornadas menos extensas y condiciones  de trabajo dignas. Si bien el movimiento comenzó en 1908, con un pequeño grupo de mujeres obreras de Nueva York, poco a poco estos anhelos cruzaron los océanos y se propagó por el mundo entero.  Así se sumaron nuevas exigencias como el derecho a voto, el acceso a la formación profesional y a cargos públicos, entre otros.
 
Este año, al conmemorar el 8 de marzo, el tema, como en sus inicios, es el trabajo con el lema: «Las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030».
 
Si hoy hacemos una retrospectiva podemos ver que en estas últimas décadas se ha avanzado bastante. Sin embargo, aún hay desafíos por delante. Según el último informe trimestral del Instituto Nacional de Estadísticas de Chile, correspondiente a los meses de octubre a diciembre de 2016, en el país sólo un 48,4% de las mujeres están activas laboralmente, en el caso de los hombres esa cifra se empina por sobre el 70%.  Más allá de la cifra, lo lamentable de esta situación son las causas de esta baja participación femenina. En pleno siglo XXI las chilenas aún deben elegir entre "familia" o "trabajo". Según la Encuesta Bicentenario realizada en Chile, el 57% de las mujeres tiene jornadas laborales completa o media antes de tener hijos, cifra que cae notoriamente a un 36% una vez que se convierten en madres. Esta disyuntiva entre quedarse en la casa o salir de ella al mercado también se manifiesta cuando el 37% de quienes están inactivas afirman que lo hacen para "dedicarse a labores del hogar". 
 
El Papa Francisco, consciente de este problema,  pide armonizar estos dos mundos en que se debate la mujer, ya que reconoce en ella un  "papel insustituible en la familia y en la educación de los hijos, así como el aporte esencial de las mujeres trabajadoras en la edificación de estructuras económicas y políticas ricas en humanidad".
 
En esta tensión entre los dos mundos, donde las formas y horarios  de trabajo todavía no se ajustan en plenitud a una sociedad en que ambos padres trabajan, hace que muchas veces la mujer vea reducido su aporte a la tarea de criar o por el contrario en su afán de avanzar, abandona algo propiamente femenino como es la maternidad.
 
La libertad abre el espacio para que algunas mujeres decidan dedicarse exclusivamente a ser madres o exclusivamente a ser trabajadores, pero las cifras muestran que la gran mayoría de ellas busca estar presente en ambos mundos.
 
Siendo así, nuestra sociedad debiera buscar la flexibilidad como el camino fundamental para que las mujeres puedan moverse más armónicamente entre el trabajo y la familia.

 

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