Dios, infierno y moral

21 de octubre de 2017

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Teología, libros, los libros que reflejan la realidad del mundo espiritual...


Cuando iba yo hoy al hospital por la mañana y cuando volvía después, iba pensando en una cosa, todo el tiempo en un solo tema: en el infierno. Ya os dije hace tiempo que estoy dándole vueltas a un futuro libro mío para dentro de un año o dos. Un libro que sea la síntesis de la reflexión de mi vida acerca de la condenación eterna.
 
Mi pensamiento sobre este campo aparece desperdigado en varios de mis libros. Finalmente, toda mi evolución la reuní y recapitulé en mi libro Las corrientes que riegan los cielos. Un libro feliz del que me siento satisfecho. Pero ahora llega el momento, o así lo siento, de ir más allá de esa obra. Siento el impulso de realizar una síntesis final.
 
Os puedo asegurar que, según entendamos el infierno, así enfocamos la moral. No digo que cambie el objeto de la teología moral, pero sí el enfoque. La concepción de cómo tiene que ser el infierno la he ido cambiando a través de mi vida. Ha sido un camino que realicé a solas: entre los que no creían en su existencia y los que se limitaban a repetir lo ya dicho.
 
La concepción que tengo ahora del infierno es muy distinta de la que tuve en el seminario. Es un viaje que he realizado sin compañía. El infierno tiene que ser de una determinada manera en sus líneas generales, porque existe en el ser de un Dios infinitamente bueno. El infierno tiene que discurrir en un determinado cauce. Jamás nos excederemos en confiar en la voluntad de Dios de hacer lo menos dura posible la existencia de los condenados.
 
La comprensión lo más perfecta posible del estado de alejamiento definitivo de Dios permea nuestro entendimiento de la gravedad o no de los pecados sexuales, del concepto de ortodoxia, del modo en que afrontamos la dicotomía conservadurismo-progresismo o fidelidad-compasión, por sólo poner algunos ejemplos; aunque estos no en vano.
 
No es lo mismo defender la ortodoxia pensando que la más mínima transgresión nos arriesga a las llamas eternas, que profundizar en la ortodoxia bajo la luz de un Dios paternal y nada inquisitorial. Un enfoque es el de las iglesias orientales ortodoxas. Otro enfoque es el de la Iglesia Anglicana; no pensemos de un modo simplista que la Iglesia Anglicana no busca y ama la ortodoxia de la fe, la ortodoxia en la teología. Pero, aunque ambas iglesias buscan la verdad, evidentemente, lo hacen desde enfoques distintos.
 
Una Trinidad que aborrece lo inquisitorial nos lleva a buscar la verdad de la Teología de un modo exquisito, pero sin tensión. En algunos defensores de la verdad, hay tensión, una mala tensión. Dios no es inquisitorial. Dios no es como piensan muchos de sus “defensores”.


 

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