La visita del Papa Francisco

24 de octubre de 2017

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Temen a un Papa y a una comunidad de creyentes fieles que, invocando a Jesucristo, asistidos por el Espíritu Santo, denuncia y exorciza la corrupción e invita a construir una sociedad más justa y una economía de solidaridad.

 
Señor director:
 
La discusión pública acerca de la próxima visita del Papa Francisco a Chile en el mes de enero del 2018 ha sido transformada  en una suerte de “caballo de batalla”, por quienes buscan destruir la fe de las personas denigrando a la Iglesia y al Papa.

El cuestionamiento más recurrente es sobre el costo para seguridad y logística que podría ascender a 11 mil millones de pesos, sumando los 7 mil millones que aportaría el Estado y 4 mil millones que libremente aportarían los católicos. Nada dicen los detractores por cierto, respecto a que ese dinero quedará en el país en manos de las empresas y trabajadores locales que prestarán esos servicios; además un porcentaje de los 4 mil millones que entregan los fieles regresa al estado como pago de impuestos que esas empresas deberán realizar.
 
Al respecto, nadie niega que se trate de un costo alto. Incluso muy alto. Sin embargo, nadie aclara tampoco que el Papa Francisco no recibe un solo peso del costo de la visita ya que todo está destinado a la organización  y seguridad de los eventos para que los cientos de miles de personas que participen lo hagan en paz. Incluso, todo excedente de lo recaudado será entregado a organismos de beneficencia en favor de los más pobres.
 
Asimismo, cabe señalar, que una inversión de recursos tan alta tiene retornos también muy altos, ya que si solo ingresaran 200 mil personas desde el extranjero a los eventos masivos y cada uno llegue a gastar mil dólares en alojamiento, comida y transporte, al final la suma será de 200 millones de dólares en ingresos para el país. Es decir, absolutamente superior a lo invertido (6 millones de dólares). Un ejemplo de esto ha sido la reciente visita del Papa Francisco a Colombia donde se generaron 280 mil millones de pesos colombianos en ganancias y se crearon 10.000 puestos de trabajo. Entonces, la transparencia tan exigida y reclamada, ahora “escandaliza”. Pero no se toma en cuenta que se pagarán 3 millones de litros de agua, 80 km de vallas papales, cientos de baños químicos y un largo etcétera de gastos que miran a la realización de eventos masivos de cientos de miles de personas con la generación de miles de puestos de trabajo antes, durante y después de la visita papal.

Somos los católicos, como el mismo Estado, quienes hemos invitado al Papa. Por lo tanto, a todos los católicos nos corresponde asumir su costo como lo estamos haciendo con el aporte libre de cada uno desde sus comunidades y parroquias; y las donaciones voluntarias de terceros de buena voluntad, ya sean empresas o personas naturales. El Estado hará lo propio pues recibe a un jefe de estado. Estas son obligaciones que no se pueden eludir.
 
En fin, creo sinceramente que deberíamos ser más honestos y no enmascarar el rechazo de algunos a la visita del Papa con el tema de los costos. La verdad del por qué rechazan parece ser otra. Es decir, una actitud beligerante y odiosa de un laicismo relativista que no acepta las expresiones y manifestaciones de la fe, haciendo lo posible por afectar la visita y la celebración de un pueblo mayoritariamente cristiano y católico en nuestra patria. También están aquellos que rechazan la visita porque la palabra del Papa los interpela; deberían tener honestidad y decirlo sin adornos.
 
Porque, si miramos la historia, no se escucharon los mismos reclamos cuando se realizó la visita de Fidel Castro a Chile en la década del 70, quien durante un mes recorrió el país promoviendo la ideología comunista que tanto daño causó, llevándonos a un quiebre institucional.

En conclusión, quienes ayer recurrieron a la Iglesia para que les protegiera y defendiera en Chile la dignidad de la persona humana, hoy -alentados por otros vociferantes y poderosos- la crucifican en la plaza pública. En definitiva pretenden denigrar al Papa porque viene como testigo de la paz, exhortando a valorar y defender la vida por nacer, el matrimonio entre un hombre y una mujer como fundamento de la familia; desafiando a erradicar efectivamente la pobreza y a propiciar el cuidado amoroso a los que sufren.

Temen a un Papa y a una comunidad de creyentes fieles que, invocando a Jesucristo, asistidos por el Espíritu Santo, denuncia y exorciza la corrupción e invita a construir una sociedad más justa y una economía de solidaridad. Les molesta y escandaliza. Pero en esto no hay nada nuevo bajo el sol… Jesucristo también fue molesto para su tiempo y causa de escándalo para los fariseos.

 

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